Era un día nublado, la lluvia amenazaba a caer en cualquier momento, el sol se asomaba por segundos ante algunas nubes.
— ¿Es cierto lo que dice Magda? — entró mamá a la cocina, hablando de la vecina.
— ¿Sobre qué?
— Que te has estado enamorando a su hijo — espetó.
Rodé los ojos. Si tan siquiera supieran con quién te ves, ironizó mi conciencia.
— Madre, por favor. ¿Vas a creerle otra vez a esa gente?
Dudó.
— Pero, ella lo ha jurado.
— ¡Cualquier persona te puede jurar y tú le crees, pero si yo, que soy tu hijo, lo hago, haces como si es la pared la que te está hablando! — grité exasperado.
— No me levantes la voz — gruñó.
— Perdón madre, pero no puedo sentarme aquí, y ver cómo le crees a esa... mujer todo lo que te dice.
— Entonces... Vete — frunció el ceño.
— Como tú quieras — murmuré — pero que sepas madre, que las personas no son perfectas, y esta es mi vida y no voy a dejar que nadie me la joda.
Mi madre me gritaba estupideces al momento que yo salí por la puerta, corriendo y hechando humo.
Miré la hora y me di cuenta que aún faltaban quince minutos para verlo. Era tan difícil ocultar todo.
Caminé un par de minutos, hasta que crucé la carretera y me entré en pequeño sendero.
Me senté bajo la sombra de un árbol, mientras quedaba maravillado con el agua cristalina de la laguna, no importaba cuantas veces viniera, siempre me sorprendía.
Pensé en él, en cómo me había enamorado con su belleza no solo tanto por fuera, sino también por dentro. A él no le importaba lo que decían los demás, tal vez por eso se había vuelto mi adoración.
Habíamos quedado de vernos en la laguna, como solíamos hacerlo a diario; nos sentábamos en el pasto, o hacíamos otras cosas. Nadie se daba cuenta de nuestro pequeño secreto.
Lo vi venir, su belleza era asombrosa. Su cabello negro se mecía con el viento, mientras sus ojos negros se encontraban con los míos, extendiéndose ese brillo adorable que los cubría al verme.
Se arrodilló frente a mí, mientras ponía su frente en la mía.
Tomó mis labios con los suyos en un potente y furioso beso, mis manos agarraron sus mejillas, al momento en que él deslizaba sus manos por mi abdomen para sacar mi camisa.
Se detuvo y se levantó, desnudándose para mí. Su mirada ardiente fija en la mía.
Tomé su mano y lo recosté en el pasto con suavidad, mientras adoraba su boca, su cuerpo y todo de él con mis manos y mis labios.
Al estremecerse, un gemido ronco salió de su garganta mientras llenaba mi boca con su agua de mar.
Me recosté a su lado y él volvió a encenderse, poniéndome boca abajo, hizo su magia en mí.
Veinte minutos después, estábamos tirados en el suelo, con nuestras piernas entrelazadas. Encajábamos tan perfectamente, pensé dejando escapa un suspiro.
— Quiero adorarte yo — susurró.
— Toma todo lo que quieras de mí — jadeé.
Se puso sobre mí, y comenzó a besarme, muy lentamente mientras con sus dientes mordía y tiraba de mi labio inferior.
Luego más abajo.
— Ponte de pie — ordenó.
Obedecí a su mandato, era imposible no hacerlo.
Su piel era suave como la seda.
Mientras el rocío del viento, parecía susurrar su nombre, una y otra vez.Parecía un dios de rodillas en la hierba, mirándome fijamente mientras llenaba su hermosa boca con toda mi longitud.
Me vine como nunca antes lo había hecho, gracias a él y a todo lo que podía hacer.
Me dejé caer en la hierba, al mismo tiempo que él se tiraba a mí lado, giró sobre mí, haciendo que nuestras piernas se entrelazaran y un estremecimiento me sacudió.
— ¿Estás bien? — susurró junto a mi oído.
— Como nunca antes, ¿y tú? — rocé su mejilla con mis labios.
— No podría pedir más — sonrió.
— Bien, me tengo que ir — lo aparté de encima de mí.
Me levanté, y me vestí. Con solo un asentamiento de mi parte, me marché, dejándolo solo en el que ahora era nuestro lugar secreto.
— ¡Oye! — escuché su grito, no me atreví a mirarlo — ¿Siempre será así? Vienes aquí a sacar todo de mí, te entrego todo, y lo único que haces es irte así, sin más. ¡No es justo!
— ¡La humanidad no es justa! – le espeté — Te advertí desde un principio que yo no era para algo serio, y en cambio elegiste quedarte, ahora no me vengas con que te sientes mal por esto, llevamos así más de cinco meses, así que ahora no quieras cambiar las cosas, sabes que nadie nos mira bien, y no...
— ¿No qué? — su cara roja de ira.
— Yo... Yo no te quiero hacer daño.
— El daño ya está hecho.
Esos ojos negros que me volvían loco se llenaron de lágrimas. Sentí mi corazón encogerse de dolor, y podría jurar que escuché cuando éste se partió en dos.
— Por favor, Sebastián, no llores — un nudo se formó en mi garganta.
— No lloraré más, vete, Philip. Sigue con tu miedo, al fin y al cabo eso es lo que sueles hacer... Esconderte de lo que eres, de lo que somos — enfatizó, señalándonos.
— No sabía que te importaran tanto un par de horas de sexo — gruñí.
Su cara se retorció de dolor y odio hacia mí.
— ¿Solo sexo? — ahogó un grito.
— Nunca te dije que era algo más — me encogí de hombros.
— ¿Sabes por qué lloro, Philip? Porque en estos pocos meses que compartí contigo, aprendí lo que es no tener miedo, porque yo... Yo te amo.
Mi corazón dio un vuelco, yo lo amaba a él, con toda mi alma, pero las cosas eran así, no quería hacerle daño, ni que las demás personas se lo hicieran por mi culpa.
Di media vuelta y seguí caminando por el sendero que conducía a la carretera que me llevaba a casa.
— ¡Eres un inestable!
Cuando supe que ya no podía verme gracias al frondoso bosque, corrí y corrí, mientras rompí a llorar, dejando que mis lágrimas se derramaran con solvencia por mis mejillas.
Hola!!!
Espero que la historia sea de tu agrado, y gracias por leerme...❤️
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Unsteady (EN PAUSA)
RomanceEl sentimiento de amor y los secretos que Philip Morris tiene hacia Sebastián Roth, son tan fuertes y malos que podrían llevar a ambos directamente a la perdición misma y a los prejuicios de la humanidad, pero... ¿Qué importa tu identidad de género...