¿Cincuenta dólares la hora? Era alucinante que alguien pagase tal cantidad por un trabajo. Pero, estaba totalmente satisfecho.
Luego de aclarar todo sobre mi nuevo trabajo, fui a casa, comenzaría a laborar en dos días a las nueve de la mañana.
— ¿Cómo te fue? — entró mamá en la cocina quitándose los guantes blancos que usaba para su trabajo.
Como cada día lo hacía, los enrolló juntos y los tiró al bote de la basura. Mamá era enfermera.
Sí señores, no solo pasaba pendiente de la vida de los demás con la vecina.
— Todo bien — ni tan solo un saludo — trabajaré ocho horas cada día, y... no me lo vas a creer.
— ¿El qué? — preguntó con emoción.
— Pagan a cincuenta dólares cada hora.
Mi madre abrió completamente los ojos, reí, sabía que esa misma cara había puesto yo.
— Vaya, a esa gente si que le sobra el dinero.
— Eso parece — le dije — ¿Tú sabías que Mike tiene un hijo?
— ¿Qué?
Mamá me miró con el ceño fruncido. Así que, como yo sabía que le gustaba el chisme, hice hincapié en ello.
— Sí. Creo que es como dos años mayor que yo, y está aquí por trabajo. De hecho — continué — es para él que voy a trabajar, no para Mike.
— ¿Para su hijo? — dijo desconcertada — Philip...
Conocía muy bien la manera en que mi madre dijo mi nombre.
— Madre, te he dicho que lo que la gente diga no importa. No soy gay — mentí — que vaya a estar trabajando con un hombre durante varias horas cada día, no quiere decir que sea homosexual, o que él lo sea.
— Tienes razón — suspiró — pero...
La miré esperando que soltara la mierda de que tenía que ser un hombre completo.
— ... ¿Has hecho la cena? — cambió la plática.
Me obligué a sonreír; así era mamá, en un segundo arruinaba el momento.
— Hice pasta, ¿Quieres un poco? — pregunté.
— Por supuesto que sí. Amo cómo la preparas.
Nos serví la cena a ambos y comimos en silencio.
— Voy arriba — dije luego de lavar los platos — buenas noches.
— Duerme bien, cariño.
Un nudo se instaló en mi garganta sin razón alguna.
Me tiré en la cama, y dos lágrimas calientes resbalaron de mis ojos. Las quité furiosamente.
Suspiré. Aquí estaba yo, listo para trabajar de secretario para alguien a quien no conocía en absoluto, a excepción de saber su nombre. Me sentí completamente decepcionado de mí mismo, ya que, me había graduado de la universidad, era especialista en contabilidad, pero por mis rasgos delicados de dama, nadie quiso aceptarme en ninguna empresa o negocio. Tenía la opción de ir a otra ciudad y probar allí mi suerte, pero no me atrevía a dejar a mamá sola, ya había sufrido suficiente con el abandono de papá, como para que yo también siguiera sus pasos. Esa era la razón por la cual yo no admitía que era diferente a los demás hombres. Me dolía ver a mi madre sufrir, no me importaba ser infeliz, y no importaba el comportamiento hiriente de mamá, siempre la haría sentirse bien, aunque eso fuese una clase de ruina para mí. Aún así tenía la esperanza de que mamá un día abriera los ojos, y no se dejará llevar por el qué dirán y, aceptarme tal y como era.
Muy en el fondo, mamá sabía que yo era homosexual, pero le costaba tanto aceptarlo que era doloroso.
Sentí mis párpados pesados, Morfeo me invitaba a dejarme ir en sus brazos.
Lo último que pensé antes de quedarme dormido, fue en los ojos negros de Sebastián.
La monotonía me llegó al día siguiente, me levanté, luego de asearme, limpié la casa ya que mamá tenía turno temprano y no iba a regresar hasta el anochecer. Un cuarto para las seis de la tarde, el aburrimiento me sacó corriendo de casa. Fui a la laguna a pensar en qué hacer previamente antes de ir a trabajar.
Crucé el estrecho sendero y me senté en el suelo viendo el agua. Pueden decirme raro, pero para mí, estar aquí sentado era relajante.
Vino a mi mente lo que dijo Sebastián. ¿Qué quería decir con que algo dentro de él exigía que fuera yo? A ciencia cierta, era evidente que se refería al contrato. Pero algo en mi interior me indicaba con desesperación otra cosa, hasta casi podía escuchar el estridente sonido de una alarma en mi mente y la luz roja parpadeando como loca. Porque de ser de la forma en que yo estaba pensando, no me vendría mal un polvo con alguien tan guapo. Me estremecí.
Sí, definitivamente necesitaba acostarme con alguien.
De vez en cuando, me iba a escondidas de mamá, a algún club nocturno de homosexuales y disfrutaba, pero hacía ya muchos meses que no iba y el estrés me estaba matando. Sin embargo, a vista de las personas hacia un pequeño trato con alguna amiga y se hacía pasar por mi novia durante un par de meses.
Mi mente voló nuevamente hacia Sebastián, en sus musculosos brazos y sus fuertes manos, todo lo contrario a mi cuerpo. Nunca me había gustado alguien musculoso, pero hoy no sabía que me estaba pasando, solo de pensar en Sebastián me empalmada.
Miré mi entrepierna, parecía tienda de campaña, llevé mi mano hacia ésta y acaricié suavemente por encima de mis pantalones de chándal.
Mi respiración comenzó a ser entrecortada mientras seguía acariciándome, solté un ronco gemido. No me preocupé porque alguien me viera, nadie excepto yo sabía de este lugar. Queriendo más, tiré del cordón de los pantalones y los bajé con todo y bóxer.
Mi pene palpitaba ansiando ser tocado. Me di placer con mis propias manos, estremeciéndome. Un escalofrío me recorrió por completo y sentí que mi órgano se tensó. La liberación que tuve me hizo cerrar los ojos con fuerza, mordí mi labio inferior para no gritar y me dejé llevar.
Dos minutos después de haberme recuperado de tan potente orgasmo, me limpié y subí mi ropa.
Me puse de pie para irme a casa, una risita resonó a mis espaldas. Mi cuerpo se tensó de miedo, pero el escalofrío conocido de que alguien me observaba, me relajó un poco. No tenía idea de quién era pero, no me preocupaba de que dijera algo.
Aún incómodo y con temor de que de alguna forma le contarán a mi madre tan vergonzoso acto de lujuria, corrí.
ESTÁS LEYENDO
Unsteady (EN PAUSA)
RomantizmEl sentimiento de amor y los secretos que Philip Morris tiene hacia Sebastián Roth, son tan fuertes y malos que podrían llevar a ambos directamente a la perdición misma y a los prejuicios de la humanidad, pero... ¿Qué importa tu identidad de género...