Virginia,
Abril 27, 2018.
7 meses antes...La luz tenue y el gélido viento del alba asomaba con timidez por una pequeña rendija abierta de la cortina de la ventana.
Me levanté y fui hacia la ventana, abrí con suavidad la cortina para dejar ver el escandaloso brillo del sol que apuntaba en salir. De pie cerca de la ventana me quedé hipnotizado admirando la nacida del sol y a sus rayos que comenzaban a iluminar por doquier. La ciudad comenzaba a tirar la pereza hacia un lado, mientras el bullicio de ésta comenzaba a despertar, como siempre con incesante ajetreo.
Di media vuelta, dejé salir un suspiro cansino. Me dediqué a hacer la cama y me metí al baño. Miré el lavabo que estaba a mi derecha, caminé hacia la bañera y con pereza quité la ropa de mi cuerpo. Un espejo de cuerpo entero que abarcaba casi toda la pared de la bañera, dejaba verme en él y todo lo que yacía detrás de mí, las paredes verdes y el pequeño espacio del cuarto de baño. Mi pelo rubio se alzaba alborotado en mi cabeza, mi delgado y pálido cuerpo lucía más demacrado de lo normal y, mis ojos verdes tenían abundantes sombras oscuras bajo ellos.
¡Otro día más!
Terminé de prepararme y salí de casa con rumbo al trabajo. En un cine que se ubicaba a cinco calles de casa, ahí trabajaba hasta las seis de la tarde.
Era un local pequeño, de esos en los que nadie quiere ir por la clase de reputación que tienen. No es que era tan malo, pero, la gente solía hablar sobre mis compañeras: "muchachitas de vida alegre" les decían.
Además de decir que los hombres que trabajábamos ahí éramos unos maricas.Así que, los que iban eran los que no eran homofóbicos o discriminantes.
— Regálame tu número, preciosa — dijo el "fortachón" del barrio.
— Vete a la mierda.
Caminé más rápido; para mi desgracia me lo encontraba todos los días de camino al trabajo.
Ya te he dicho que te cortes ese pelo, recordé las palabras que mi madre solía decirme.
¡Qué más da!
Me gustaba hacer lo que quisiera, igual me iban a criticar si no.
Magda, una vieja regordeta, bajita de estatura y de lengua muy larga para hablar de los demás, le gustaba ir a casa y llenarle la cabeza de sandeces a mi madre, cosa que yo pagaba al volver de trabajar.
Yo le decía a mamá que no era ningún gay, que a la gente le gustaba hablar.
— Si hablan es porque han visto algo.
Decía ella siempre. Por más que le negara las habladurías, ella no me creía, sin embargo, muy en mi interior, yo sabía desde muy pequeño que era diferente a los demás, pero no lo demostraba por miedo a que siguieran molestándome o mucho peor.
No quería ganarme el odio de todas las personas, había algunas que me creían y me defendían cada vez que alguien empezaba a hacerme un bochorno.
No eran muchas las que me miraban mal, pero no me gustaba la forma en la que me escudriñaban de pies a cabeza con cierta repugnancia y asco.— Buenos días — saludé a Luke y Leah.
Eran los primeros en llegar y, como siempre estaban fumando. Esa era su rutina matutina, fumaban un cigarro al llegar y al irse.
— Hola, Philip — dijeron al unisono.
Sonreí y me senté al lado de ellos, en un pequeño diván que ya estaba mullido.
— Oye Luke — dijo Leah, mirando al pelirrojo — ¿Te has enterado de que ayer un chico guapísimo se mudó aquí?
Los ojos de Luke brillaron de curiosidad. Luke era bisexual, las personas solían molestarlo pero a él no le importaba.
Además de ser guapo, era un gran amigo. Le gustaba teñirse el cabello de rojo, le hacía combinación con sus ojos verdes, más oscuros que los míos, era alto y de piel bronceada.
— No sabía, ¿Lo has visto? — arqueó las cejas.
— No — Leah hizo un puchero – ¿Tú lo has visto Philip?
Negué en silencio.
— Hola chicos.
Llegó Tatiana, seguida de Kimberly, Joel y Christian.
Joel, Christian y Tatiana heterosexuales, y según ellos, yo también.
La jornada transcurrió como siempre, poca gente, unos limpiando otros atendiendo, y Luke de holgazán.
A pesar de lo mismo, me divertía con los chistes y chismes que acostumbraban a contar todo el día.
También se reían de las personas que los criticaban o de algún otro.Al término de mi jornada, caminé hasta un lugar secreto que me gustaba ir a ver. Todos los días iba ahí, era una costumbre que me ayudaba a relajarme. Cada día era más difícil tratar con mi madre, cada vez que yo llegaba a casa, se ponía de parte de Magda y entre las dos me hacían la vida imposible.
Al final, mi estrés no era por mi trabajo, sino, por mi casa.
Me deslicé por las calles, con las manos metidas en los bolsillos de mi pantalón negro de tela, mientras las personas iban y venían.
A siete calles de casa, cogí camino por la carretera que iba a dar colindante con Maryland.
Caminé por diez minutos y me adentré en el frondoso bosque y el pequeño sendero que iba a dar a mi lugar secreto y favorito: la laguna de agua cristalina.Yacía sentado sobre la hierba, viendo todo a mi alrededor, los frondosos árboles caían sobre mí como cascadas, mientras su sombra me relajaba y dejaba sentir un poco más fresco el suave viento.
Me puse de pie y caminé hasta la orilla de la laguna, acurrucado, extendí mis manos y tomé un poco de agua. Al momento que el agua salpicaba mi cara, un escalofrío recorrió mi columna.
Me sentí observado, miré a todas partes pero no había nada. Con un poco de temor e incomodidad, decidí ir a casa y dormir la mona antes de que mi madre regresara de trabajar y continuará con sus reproches insensatos.
Caminaba por el sendero, cuando por el rabillo del ojo divisé un débil movimiento. El escalofrío volvió a recorrer mi espalda, miré, no era nada.
Con ese sentimiento regresé a mi no tan cálido hogar.
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Unsteady (EN PAUSA)
RomanceEl sentimiento de amor y los secretos que Philip Morris tiene hacia Sebastián Roth, son tan fuertes y malos que podrían llevar a ambos directamente a la perdición misma y a los prejuicios de la humanidad, pero... ¿Qué importa tu identidad de género...