— ¿Te han comido la lengua los ratones? — dijo con una sonrisa que dejaba a la vista un atisbo de sus dientes.
Sacudí la cabeza, lo que él tomó como una negación, aunque en realidad era para alejar los pensamientos que venían como olas a mi mente.
— Oye...
— Oh, disculpa — no me había dado cuenta de que me estaba hablando — aquí tienes.
Le entregué el sándwich. Sus ojos eran muy oscuros, como un pozo al cual miras y encuentras algo inusual y atrayente que no puedes dejar de ver.
— Gracias — desenvolvió el bocadillo — Este lugar es hermoso.
Estaba muy de acuerdo con él.
— Lo es — suspiré.
— ¿Vienes por aquí muy seguido?
— Sí — respondí.
Su voz me llamó mucho la atención, era una de esos voces fuertes y agudas, pero que a la vez son como una melodía relajante.
Voz de cristal, pensé.
— ¡Pero qué tonto soy! — literalmente exclamó — Soy Sebastián Roth, extraño nombre, lo sé.
Extendió una mano, la estreché lo cual me produjo un mar de calor en el pecho.
¡Oh, chico! Su mano era muy suave, a pesar de tener una incipiente callosidad en ella.
— Philip Morris — arrugué mi nariz — debe ser latino...
— ¿El qué? — preguntó distraído.
— ... ¿Tu nombre?
Eso me salió más como pregunta que como terminación de la frase.
— Eso es porque soy latino – su rostro se tornó serio — Nací en Honduras, pero vengo acá en abril de cada año y, mi padre andaba de vacaciones cuando conoció a mamá; obviamente mi padre es americano, ya sabrás lo de mi madre. ¿Qué hay de ti?
Me asombró la confianza que tenía en sí mismo para hablar con fluidez sobre su vida a un desconocido. Y me desconcertó el hecho de cómo se salía con tanta rapidez de una conversación a otra; así mismo, me pregunté si de ese modo iba por ahí contándole a la gente su vida.
Me dije a mí mismo que no debía estar ahí de pie, hablando con un chico que había hecho a mi corazón palpitar desbocado con tan solo verlo por primera vez.
— Me tengo que ir — dije tajante — fue un gusto haberte conocido.
Recogí la lonchera que había traído y Sebastián se me quedó mirando confuso, bajé la vista a sus manos, aún sostenía el sándwich; despidiéndome con la mano, me fui de allí a pasos apresurados.
Estando ya acostado en mi cama, solté el aire que no sabía que había estado conteniendo.
Pensé en nuestra breve conversación, en por qué su rostro había cambiado cuando habló de su padre y en la manera de hablar sobre su madre.En ese momento mamá acudió a mi mente, me sentí mal porque sabía que al estar yo a solas con un chico y alguien me veía, ella se sentiría mal por el qué dirán y sobre qué opinarían las personas que iban a la iglesia con ella.
Yo no tenía nada en contra de la religión, pues mamá me llevaba a la iglesia cuando era apenas un crío. Pero había unas cosas que no me gustaban, mi pensamiento era muy diferente al de los demás, en especial al de mi madre y todo lo que me decía.
Conforme fui creciendo, me di cuenta de cuatro cosas...
Una: para mí, la Biblia tenía la culpa de algunas diferencias en esta vida; tal como, la diferencia de sexos (mi más peculiar prioridad) mi madre decía que la mujer fue hecha para el hombre y él para ella, desde ahí viene la homofobia y la desigualdad.
Dos: la mujer debe atender a su marido en lo que él quiere (casi en una total sumisión) para mí, la mujer podría hacer lo que le venga en gana al igual que el hombre.
Tres: yo tenía muy claro que precisamente no iría al cielo, cosa que en la iglesia todos se creían salvos por ir a misa un domingo, cuando en realidad todos sabíamos algunos de los pecados que cometía cada uno.
Cuatro y las más importante de todas: tenía claro que, en este inexorable mundo aún había ahí afuera, personas que se merecían el cielo y mucho más, personas de un inmenso corazón e indeleble amor.
Claro está, que así como era mi madre, no me atrevía a decirle esto a nadie y me lo guardaba para una cajita imaginaria que llevaba por nombre " Mi Propia Mierda "
Que de hecho, si que tenía bastante mierda dentro, comenzando por el idiota abandona hijos del hombre que me concibió, y que estuvo ahí durante el embarazo de mamá pero que al darse cuenta de que yo prefería los vestidos de mamá antes de a los coches de juguetes, se largó sin dejar nada más que una estúpida nota diciendo que lo sentía pero que él no podía vivir con semejante humillación.
A veces mamá juraba que, si por ella fuera, habría hecho lo mismo que aquel cabrón, pero yo sabía que cuando decía tal cosa, era una gran mentira, pues su cara de remordimiento lo decía todo.
Aunque ella todo el tiempo, desde que papá partió, me había obligado a ser lo que ella quería que fuera, y a mí, no me quedó de otra más que obedecer.
Con mis veinticinco años, vivía con mamá porque era lo único que tenía, y con su modo yo la amaba; y sabía que al igual que yo, ella solo me tenía a mi, también sabía que a pesar de todo, ella me amaba, solo que veces era un poco terca, pero aún así, éramos una familia muy peculiar.
De hecho, yo nunca fui bueno, esa es una de las cuantas razones por las que mi madre me trataba, y no la culpaba. Pues lo que ella me reprochaba ahora, era debido a todas las maldades que hice y que ahora, nos seguían pasando factura.
Y hablo en serio cuando digo que, al cielo no iría. Había muchas cosas en esa cajita imaginaria, que eran muy malas, y que con arrepentimientos, llegaría a ninguna parte.Nos espera una trágica historia.
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Unsteady (EN PAUSA)
RomanceEl sentimiento de amor y los secretos que Philip Morris tiene hacia Sebastián Roth, son tan fuertes y malos que podrían llevar a ambos directamente a la perdición misma y a los prejuicios de la humanidad, pero... ¿Qué importa tu identidad de género...