Pedro

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A la luz de tu mirada llena de vida

Visitaba la luna el alféizar de mi ventana.

Mostrándome aquella sonrisa:

Tímida, sincera y delicada;

Que al son de mi tenue melodía,

Efigie de la ternura, de la exequia,

Baila en mi pecho ineluctable danza,

La danza de tu ausencia,

La danza de tu figura revestida

Por el recuerdo de mi mente endemia,

Que no existe más allá

De mis sueños,

De mis pensamientos,

Y de mis anhelos.

Esa mirada, el filo hendido

De la irrevocable distancia,

Aquella que no pueden recortar

Mis pasos ni mis más tristes arias.

El puñal de la indiferencia, clavado

En la llaga que no conoce remedio,

En la herida de lo imposible,

En los desgarros del silencio.

En mis ojos, en mi pecho,

En el alma que lucha por amarte,

Por trascender esta prisión

Y llegar a deslizarse

Por el puente de tu nariz,

Por el fino contorno de tus labios suaves,

Arrojarse entre tus brazos,

Y con los míos rodearte

Hasta sentir el ritmo bajo tu piel;

En el alma conocedora de la realidad

De que nunca tañerás para ella tus briznas.

De que jamás tu abrazo

Se cernirá sobre mi cripta,

No sostendrás mi mano,

Y nunca sanarás la herida

Del filo que atravesando mi carne

Aquella dulce sonrisa,

Aquellas intangibles manos

Clavaron en la más profunda sima

De mi inocente corazón aciago.

Después del punto de partidaWhere stories live. Discover now