"- ¿Si pudieras cambiar el pasado, lo harías?
- Solo si de esa manera puedo seguir teniendo un futuro a tu lado."
Cuando todo se derrumbó, tuvo que renunciar a lo que conocía, el mundo que a sus pies se iba cayendo lo empujó a retroceder 10 años en...
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A Kaito, le encantaba la idea de poder enseñar la magnificencia de sus trucos de magia, aunque sea para algo tan ilegal como el robo de gemas siendo Kaito Kid, pero, ¿Qué le haría? No es como si privar al mundo de su ingenio estuviera en sus planes, al menos no hasta que Pandora apareciera en alguna de las joyas.
Nuevamente había salido glorioso de su atraco, tan pulcro y vivaz como todos los trucos que Kaito Kuraba realizaba, aunque no podía evitar la constante sensación de ser observado, mas estaba seguro de haber engañado a todos perfectamente con su coartada: Un oficial de policía.
Después de escabullirse exitosamente hasta un ducto ubicado en el tejado lo único que le faltaba era alejarse del lugar en su ala delta para poder regresar a ser Kuroba Kaito ante los demás.
— ¿Tan rápido piensas huir, Kid? — A pesar de que aquella voz le tomó desprevenido, su póker face evitó que se notará cuán curioso se encontraba al ser atrapado en su plan de escape.
— Vaya, no pensaba que alguien más se uniera a mi fiesta — Respondió el ladrón sonriendo con suficiencia, la voz sonaba tras suyo y su ala delta ya estaba desplegada impidiendo que pudiera descubrir a la persona que lo acompañaba; un paso y podría escapar, pero no sabía si su inesperado invitado se encontraba armado.
— Je... — Escuchaba los pasos acercarse y comenzó a deslizar su mano dentro de su saco en busca de su arma — No te preocupes, solo venía a observar el panorama, de todas formas, temo decirte que has perdido tu tiempo. Esa no es la joya que tanto buscas, Pandora.
Aquello logró captar total atención del mago haciéndole girar su cuerpo para encontrarse frente a frente con su misteriosa compañía quién para su des fortunio, se había desvanecido completamente.
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— ¡Ka-i-to! — Gritó Aoko en su oído haciéndole saltar en su lugar, la chica de sonrosadas mejillas traía las manos en la cadera y le observaba acusatoriamente.
— ¡Ah!, ¡¿Por qué me gritas, tonta Aoko?! — Reclamó el chico con la mano en la oreja y la espalda pegada a la pared, todos sus compañeros los miraron por un segundo solo para regresar nuevamente a sus cosas sabiendo que las cotidianas peleas entre Kuroba y la Nakamori estarían por empezar.
