Dia 5

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(___tn)
La noche anterior y por más que le costará aceptarlo, había sido diferente, algo que no esperaba, lo habia pasado bien.
Antoni y Andrea se habían pasado coqueteando toda la noche mientras ella y Saúl apenas y hablaban. Aunque él estuvo atento a cada cosa que necesitara.
Aún era incómodo para ella hablarle, todo eso del matrimonio le hizo cambiar con él. Al principio, a los pocos días de conocerlo le fue más fácil tratar con él, claro, con el respeto que se merecía por ser el hijo de sus jefes, que ahora que llevaban viviendo dos años bajo el juramento de amor eterno. Pero sabía que Saúl estaba tratando de hacerlo como en esa época.
Cada vez que se acordaba de ello, un sentimiento de resentimiento se apoderaba de ella, no había tenido oportunidad de elegir con quien pasar el resto de sus días.
(___tn) se levantó y no le sorprendió saber que Saúl no estaba a su lado. Sabía que se había dormido con ella, al mismo tiempo, ambos compartiendo la mismas cobijas en un silencio incómodo.

Después de bañarse, se quedó mirando un rato en el espejo de su armario pensando en que esa no era la (___tn) que había sido hacía más de dos años y medio.

—Buenos días, señora— dijo la empleada después de tocar—. El señor quiere saber si desea acompañarlo a desayunar.

(___tn) arrugo su frente a tal pregunta.
—Dile que bajo en un momento.
La empleada asintió y cerró la puerta tras ella. (___tn)suspiro.
—¿Qué estás haciendo, Saúl?
***
Saúl
Había preferido esa mañana levantarse temprano, levantarse al lado de (___tn) aún era extraño. Dormir era diferente, le gustaba sentir el calor  que emanaba su cuerpo, sabía que le gustaba compartir cama con alguien, se había acostumbrado desde joven. Y le hacia falta sentir ese calor cada vez que dormía en su oficina.

Las cosas estaban marchando bien, eso creía Saúl pero siempre esperando el momento en que ella explotará y le dijera a los cuatro vientos que lo odiaba con todas sus fuerzas por arruinarle, no de un todo, su vida.
Suspiro antes de agarrar el teléfono. Su plan había iniciado al segundo día de haber visitado al Diablillo. Esa idea era perfecta para que ella lo disculpara por las acciones de sus padres.
—Oficina de (___tn) Ferguson, ¿En qué puedo ayudarle?
—Sofi— le dijo a la secretaría después de saludar—. ¿(___tn) ya salió?
—No, señor— dijo—. Aún sigue en su oficina.
—Muy bien, ¿Podrías decirle que le espero en el estacionamiento a la hora de salida para regresar a la casa?
—Un momento, señor, ya le pregunto.
El característico sonido de espera inundó su oído. Miro expectante toda la oficina, en especial su reloj de mano.
—Señor, la señora sale dentro de veinte minutos, dice que entenderá si usted tiene algo que hacer y no la espera.
—No, yo la espero.
Saúl colgó.
—Muy bien, Saúl, esa es la actitud para arreglar las cosas.— dijo Antoni animadamente y salió de la oficina.

30 días con el amor de mi VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora