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Todo  pasa, todo sigue su curso y queda cubierto por el polvo del olvido, convirtiéndose en un timulto de tierra que poco a poco, con el paso del tiempo y del viento, dejarán al descubierto las verdades enterradas.

El corazón de una jóven confundirá, haciéndola caer en el abismo de la incertidumbre.

— Odio este lugar — menciono en voz baja Nadir, obteniendo un bufido por parte de Vikram.

— Dices eso todos los días — respondió — y aún así, sigues teniendo una de las mejores calificaciones de la escuela.

— El hecho de que odie la escuela, no quiere decir que vaya mal — se defendió — me encantaría argumentar un "deberías hacer lo mismo", pero vas bien, desgraciado.

— ¿Podrían simplemente guardar silencio? — pidió Thais, fastidiada de todo el ruido de su alrededor, y el hecho de que Nadir y Vikram discutieran por algo tan tonto, solo incrementaba su dolor de cabeza.

— ¿Mala noche? — pregunto Vikram cuando la abrazo y beso su frente.

— El bebé no dejo de llorar toda la noche — contesto con un quejido, pero ella sabía que no solo era eso, simplemente no le podía decir a su novio que no había podido dormir toda la noche por estar pensando en la intrigante y atrayente vida del beta de su padre.

— Eso de ser tía no te ha sentado muy bien — comento Nadir mientras caminaban rumbo a su primera clase del día — ya soy tío de tres mocosos, creeme, te acostumbras con el tiempo.

— Tus sobrinos viven a kilómetros de aquí — respondió Vikram.

La conversación fue perdiendo volumen cuando los pensamientos de Thais volvieron al mismo círculo vicioso de preguntas que se habían acumulado con el paso del tiempo en su cabeza. Tantas cosas que solo se quedaron bajo llave, tantas palabras que prefirió guardar solo para ella, puesto que en aquellos años, se le hacía impropio decir, inclusive, sentir.

Inconscientemente recordó aquel amargo momento, aquel día donde las palabras fueron tan destructivas e hirientes que sus lágrimas recorrieron sus pómulos al segundo.

— No entiendo cómo alguien tan insignificante como tú pueda ser la hija del alpha — había dicho Sara, aquella chica que había odiado a Thais con solo el hecho de que fuera hija de los alphas y gozará de una vida de privilegios — eres aburrida, fea y sin chiste... nadie quiere ser tu amigo, el único que se atrevió a serlo, lo mataste.

Recordó aquella sensación de asfixia cuando todos la rodeaban y la miraban con lastima y otros con asco. Aún mantenía en su memoria la mirada de Nadir, su voz que gritaba que no la escuchará, mientras forcejeaba con los niños que lo tenían sujetado. Ellos podían ser crueles y tener tan solo 12 años.

— Estás destinada a estar sola — fueron las palabra que quebraron aún más a Thais, haciendo que corriera fuera de la escuela, dejando a su único amigo en aquel infierno, dónde no soportaba estar más.

Corrió tanto que perdió camino, puesto que aquella parte del bosque, casi nadie la recorría. Se sentó en un tronco caído y ahí fue a derramar sus últimas lágrimas, puesto que el corazón aún le dolía pero ya no tenía más lágrimas que derramar.

— ¿Thais? — llamo Damián al ver a la pequeña con la cabeza gacha, ocultándo el rostro por su cabellera — ¿Qué estás haciendo aquí? — avanzo hasta llegar frente a ella — se supone que tú hermano te recogería — se agachó a su altura, y  titubeante, tomo su barbilla para alzar su rostro para mirarla mejor.

El semblante de Damián se transformó, el lobo luchaba por salir y hacer destrozos, puesto que debía encontrar el culpable de haber hecho llorar a su pequeña amada.

— ¿Quién fue? — pregunto Damián.

Thais miro el color carmesí en su iris, sabía lo que significaba aquello, el lobo quería salir.

— No importa — respondió Thais, limpiando sus lágrimas con sus manos.

— Thais, por favor... — aterciopelo su voz, teniendo efecto en la niña — anda, dímelo linda, al menos dime qué pasó, no soporto verte así.

La duda apareció por un instante en su mirada, pero por un momento se permitió desahogar todo lo que había pasado por tanto tiempo.

— Fueron unos niños de mi escuela — comenzó — me dijeron que yo no merecía ser hija de los alphas, que era fea y que siempre estaría sola, que nadie quería ser mi amigo porque... — calló, le costaba tanto pronunciar aquellas palabras, más aún, recordar a su viejo mejor amigo.

— ¿Por qué, qué? — incito Damián para que terminara.

— Yo había matado a Cosme... — respiro hondo para no llorar de nuevo, puesto que ella había creído aquellas palabras desde hace mucho tiempo, pero nunca nadie se lo había gritado en la cara.

La ira del beta ante aquellas palabras era tan evidente que sus garras saltaron a la vista y sus ojos carmesí eran consumidos por un negro azabache.

— Por favor... dile a tu lobo que no se enoje, me pone triste verlo así — dijo Thais, mientras inesperadamente, rodeo con sus brazos a Damián.

Aquel abrazo había calmado a la bestia, aquel acto tan sencillo había logrado que Damián y Zeus volvieran a sentirse plenos.

— El ya se calmo — respondió Damián mientras inhalaba aquel olor que lo enloquecía — escucha bien lo que te voy a decir Thais — deshizo aquel abrazo y tome su rostro para que lo mirara fijamente — tu eres hija de Ethan Black y Leah White, no eres solo un alpha, eres un puro, en tu cuerpo corre sangre de los primeros lobos que habitaron este mundo, jamás serás menos que ellos, tienes tanto poder que los aplastarías en un segundo.

— Pero yo no les quiero hacer daño...

— Lo se mi vida, lo sé — la miro con ternura — pero es momento que alces la mirada y nunca más vuelvas a ser lastimada, mañana volverás y no dejaras que ellos te hagan daño, eres una Black White, nunca lo olvides.

— Grácias Damián — aquellas palabras solo incrementaron la plenitud de la bestia y el humano.

— Tampoco olvides que eres preciosa — pidió — si algún día lo olvidas, siempre estaré ahí para tí.

Tal como lo dijo Damián, al otro día volvió a la escuela, pero esta vez, más segura de si misma. Aquellas palabras que el beta de su padre le había dicho, habían tenido algún efecto en ella. Aún recordaba perfectamente las palabras que le dijo a Sara y el momento dónde todo cambio.

— Deberías nunca volver a la escuela — hablo Sara estando frente a Thais en aquella mesa de la cafetería — nadie te quiere aquí, solo das lastima.

La mayoría de los niños miraban la escena, todos guardando silencio.

— Tendrán que acostumbrarse — contesto Thais con voz baja, con su corazón latiendo con fuerza.

— ¿Qué dijiste? — pregunto Sara, incrédula por el hecho de que por primera vez, Thais le respondiera.

— Que tendrán que acostumbrarse porque yo no me iré de aquí — se levantó, mirándola con determinación — soy la hija del alpha y como tal, en unos años, seré tu alpha.

Y no estaba tan lejos de la realidad... ¿Oh quizás sí?








 ¿Oh quizás sí?

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Rencor [3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora