Capítulo 11

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Me despierto desorientada, me quejo un poco, con la mirada recorro la habitación buscando a Miguel, pero no está por ningún lado.

Estoy en la habitación de Emma.

Intento levantarme, pero el dolor en mi cuerpo me hace volver a recostarme, quien pesaría que estoy dolería como el demonio, la puerta es abierta dejando ver a una Emma ojerosa por su forma de caminar puedo decir que está agotada.

—Emma, ¿Cómo esta Miguel? ¿Dónde está?

Se siento a un costado de la cama, paso las manos por su rostro.

— Esta con el Doc., se encuentra bien, pero demonios no se le ve nada bien, juro que matare a ese hijo de perra—jura, y por un momento yo también así lo deseo—. ¡Dios, Lena! Si Miguel, si él fuera muerto, so sabría que hacer, él es la única familia que me queda. Lo único de papá y mamá.

Dice en su voz puedo notar su dolor, se lo que es perder lo que más quieres; pero sé que Miguel es fuerte, el muy cabrán no la abandonaría.

—Ven acuéstate, durmamos un rato, todavía siento mi cuerpo adormecido- se acurruca a mi lado, y lentamente empiezo acariciar su cabello—. Descansa verás que todo estará bien.

Y vuelvo a dormirme.

Me despierto al escuchar susurros furiosos, más no llego a pensar con claridad quien puede ser.

—Espero que para la próxima hagas bien tu trabajo, maldición.

Quien sea, es un traidor, alguien que vive debajo de su mismo techo, intento mantener mi respiración relajada, para no ser descubierta. Me relajo al oír la puerta ser cerrada.

Suelto el suspiro que estaba conteniendo, maldición solo a mí, tendré que decirle a Miguel, bueno cuando se recupere.

Miguel estaba bien, y como me dijo cuando lo vi levantado me como si no fuera pasado nada:

«Hierva mala, nunca muere nena»

Hace tres días que las cosas por acá están tensas, todo el mundo aparece cuidar su cabeza, últimamente hacen muchas reuniones, y obviamente las mujeres quedamos fuera de esto. Miguel no duerme, creo que esta evitándome, siempre que despierto no lo encuentro a mi lado, es... Bueno no sé, ya, ni como sentirme. Emma suele ser muy buena compañía, aunque no es lo mismo, por las noches las pesadillas me dejan helada. Aunque Flip el marido de María ha sido de ayuda, quien imaginaria que un motero fuera psicólogo, impresionante y él es de ayuda.

Aunque digo mucho, es solo superficial y él lo nota, pero no dice nada.

—Entonces Lena, ¿Eres la novia de Miguel? —sonrió, no pueden evitar ser curiosos. Ruedo mis ojos y los pongo en blanco. Piper no puede evitar ser curiosa, creo que eso suele meterla en problemas, aunque a ella no parece importarle.

—Popper—la reprende Alex, si es su pequeña hija de seis años, es igualita a ella ojos verdes, rubia y muy curiosa. Pare que Hunter, cuando crezca apaciguar su curiosidad.

La mirada agradecida, suspiro. Me ha salvado de la enésima pregunta.

—Miguel y yo no somos nada, tesoro.

Levanta una ceja y frunce el ceño, niega con su cabeza.

—Pero yo los vi, besándose. Como la hacen papá y mamá.

Los niños y sus curiosidades, trágame tierra, miro a Alex buscando ayuda, pero ella parece también querer saber. Rasco mi cuello.

— ¡Hunter! -grito. Llamando a mi salvación—ve mujer, tu hombre de aclama—dijo riendo, cuando Hunter llama a Alex.

La rubia se va riendo, sale de la cocina, pero se devuelve y deja soltar uno de sus típicos comentarios.

—Con que eso tenemos y te recomiendo los toqueteos en las habitaciones, hay muchos que les gusta el voyeur.

Se marcha y Emma suelta una carcajada. Y me tienden una cerveza.

—Tómalo con calma amiga, toma llévale a Miguel.

Cojo la cerveza, camino lentamente hasta él, está sentado hablando con otros miembros del club, se ve sexy, bueno el siempre luce así, esa camiseta negra hace resaltar sus ojos azules.

—Hola, Emma me dijo que te trajera esto—-sonrío tendiéndole la cerveza.

—Gracias nena

—Bueno adiós.

—A dónde crees que vas, ven acá.

Me jala por la cintura, sentándome en su regazo, me siento nerviosa, creo que es normal, teniendo a todos estos tipos con su mirada sobre mí.

—¡Joder prez! Las has dejado sin palabras, ojalá yo pudiera hacer eso con María-dice, todos reímos, María nunca se calla y más si tiene algo que decir.

Siempre tiene algo que decir.

—Ni tanto, ella ama hablar—dice Miguel, aunque puedo notar su doble significado.

Me sonrojo.

— ¡Dios, calla hombre! —me quejo.

Miguel sonríe dándome una sexy y adorable sonrisa, haciendo mi corazón latir fuertemente. Sin duda es un hombre único, no encontrare a nadie como él.

-Amo cuando te sonrojas, nena-murmura solo para mí, besa mi clavícula, me estremece su respiración en esa parte de mi cuerpo contra su cuerpo, besa mi hombro descubierto, de manera dulce-. Vamos a otro lado.

Todos ríen y silban como camioneros vulgares, me sonrojo evidentemente, aquí nadie tiene pudor.

Caminamos hacia la casa club, chillo al sentir mi cuerpo contra la fría pared, jadeo al sentir su boca contra la mía, es un beso abrasador, sus manos bajan a mi muslo acariciándolos siento cierta parte de mi cuerpo vibrar, ansiosa, mete sus manos debajo del vestido acariciándome lentamente sobre mis bragas.

Gimo contra su boca, mis dedos jalan sus cabellos, enredándose.

—Quiero follarte, pero no aquí, puede vernos alguien.

Gimo, ansiosa a lo que nos espera, atrapo su labio entre los míos y lo muerdo.

—Por favor.

Cuidando De Ella✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora