El Hombre del Garfio

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Un joven adolescente conducía a su novia hacia un lugar oscuro y solitario donde los novios suelen llevar a sus parejas para tener algo más de intimidad a través de un carril muy, muy oscuro. Una vez en el lugar el chico encendió la radio para poner algo de música y animar un poco el tenebroso ambiente, acto seguido se inclinó para susurrarle al oído de la joven, y comenzó a besarla.

Un poco más tarde, quizás unos minutos, la música se detuvo de repente durante la mitad de la canción. Después de un momento se volvió a encender y tras un inquietante momento de silencio, que parecieron horas, una especie de locutor comenzó a hablar, advirtiendo en un tono amenazador que un asesino convicto había escapado del manicomio local. El cual al parecer está ubicado a poco más de un kilómetro de ese mismo lugar en el que estaban los jóvenes, el carril de los amantes. Justo después de la advertencia, el locutor instó a que cualquier persona que viera a un hombre que lleva un garfio de acero inoxidable en lugar de su mano derecha perdida, debe informar de inmediato su paradero a la policía.

La joven, como es normal se asustó y suplicó a su novio que la llevara lo más rápido posible de vuelta a su hogar. El muchacho, sintiéndose audaz, hizo caso omiso a la joven y cerró todas las puertas, asegurándole a la asustada joven que ahora estaban seguros y nada más terminar la frase trató de besarla de nuevo. Ella se volvió frenética y lo rechazó, insistiendo en debían irse. Cediendo a sus súplicas, el chaval malhumorado arrancó el coche para girar y salir del lugar.

Cuando llegaron a la casa de la muchacha se bajó del coche, y, cuando iba a cerrar la puerta, empezó a gritar sin control. El joven giró rápidamente la cabeza para ver lo que pasaba y justo en el quicio de la puerta, había un garfio, un garfio cubierto de sangre.

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