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Cuando yo tenía 7 años u 8 años de edad visitaba con frecuencia una viejita de unos 70, 75 o quizá más años, no sabría calcularle exactamente.

Todas las mañanas y todas las tardes me iba a verla y le decía abuelita.

La señora me quería mucho, me recibía cariñosamente, me obsequiaba un pan con manjarblanco, pastitas, cualquier cosita me estaba invitando. Bueno, como el cariño era recíproco, yo acudía todos los días, puntual, puntual estaba allí.

Pero como yo era niña no podía darme cuenta de ciertas cositas, que han quedado grabadas en mi memoria, pero que en esa edad no podía descifrar. Cierto misterio encerraba esa señora; por ejemplo algunas veces yo entraba sin tocar la puerta, llegaba y la buscaba. Era un caserón que tenía la señora, una casa vieja con paredes altas, el piso no tenía cemento así era de suelo, pero bien barridito, regado y como decía era grande, oscura, casi me daba miedo, pero como yo la quería a la viejita llegaba por ahí entraba, empujaba la puerta y me ponía a buscarla por todas las habitaciones. Era algo sordita, a veces la encontraba sentada en su corral allá dentro sentada; según ella estaba tomando el sol. Pero otras veces no la encontraba, iba al corral y no había; llegaba a los dormitorios, tampoco; me iba a otras piezas que tenía así como el almacén, llenos de trastos, cosas viejas, tampoco. Regresaba nuevamente al corral y ya la encontraba a la señora, me decía que había estado dándole comida a los animales pero yo ya la había buscado antes y no la había encontrado. Bueno, a estas cositas así no le daba tanta importancia, pero yo siempre seguía visitándola, le decía abuelita.

Un día después de mucho tiempo de mantener una estrecha amistad con esta señora llegué como era de costumbre, abrí la puerta y empecé a buscarla. No había, no la encontré, dos o tres veces repetía la misma operación de llegar a la misma habitación, ir por su dormitorio, en su dormitorio su camas, bueno, estaban bien tendidas y limpias, pero cuando se entraba a un cuarto de esos hasta un olor raro había allí y oscuro, oscuro, completamente oscuro el dormitorio; como yo la quería tanto pasaba por alto esas cositas feas. Pero esta vez no la encontré y por ningún sitio, yo estaba un poco desalentada y asustada y a la vez tenía miedo. La buscaba, la buscaba y la buscaba y no había cuándo.

No sé como pasó por un cuarto de ésos, pero chico -era chico ese cuarto- y la veo a ella que se había amarrado, se había cubierto parte de la cara con un pañuelo amarrado así hacia atrás y estaba así. Había hecho un pequeño fogón y en una olla de esas de barro estaba así con un palo como tostando algo pero era un ruido feo, pues como si estuviera tostando piedras. Sonaba feo, pero lo que no me gustó fue que ni bien me vio se desfiguró toda, los ojos se le desorbitaron, me miró como nunca lo había hecho. Yo que no había estado acostumbrada al trato ése, me miró y no sé que me dijo, pero fueron gritos los que me hicieron salir corriendo de ahí y no volver más ya porque me pareció que no le gustaba mi presencia ahí, que la había sorprendido en algo que en ese momento yo no entendía, no. Me fui a la casa a contarle a mi mamá pero yo estaba triste, la voz casi no me salía, sentía un nudo así en la garganta; decepcionada porque yo la quería mucho a mi abuelita, como le decía, pero hasta ahora no me olvido la expresión de su cara, parece que la veo tostando sus piedras.

Cuando yo le conté a mi mamá me dijo: zonza, ha estado tostando huesos, la señora vuela, tú no lo sabes y te vas por ahí. Siempre, siempre te me escapas y te vas, la señora tuesta los huesos que trae del cementerio y después los da a la gente para hacerles daño. Vuela, se convierte en ave. Por ejemplo, un día la sorprendieron como a las dos de la mañana por haber caído en otro corral completamente desnuda.

Me dio una buena resondrada y también miedo me dio. Yo no volví por ahí, pero efectivamente después ya me he dado cuenta que la señora era bruja y yo llegaba por ahí aquella vez que la sorprendí tostando en ese fogón habían sido huesos, perfectamente puedo haber percibido que eran huesos los que había estado tostando. Pocos años después la abuelita murió y se dice que fue un nieto de ella un señor llamado Hermogénes Miranda quien entregó el alma de ella al diablo para poder tener él el poder y convertirse en brujo.





Versión oral: Ruby Arana Cortez, Edad: 30 años, Ocupación: Comerciante, Lugar: Jequetepeque (Pacasmayo)

TRADICION ORAL - DEPARTAMENTO DE LA LIBERTADWhere stories live. Discover now