—Ponte la corbata rosa —ordenó con voz dulce Mel, mientras salía del baño con el cabello recién ondulado por la planchita.
—¡No me digas que hacer, mujer insolente! —gritó con voz gruesa tomando la corbata rosada del placar—. ¿No ibas a alisarte el cabello? —preguntó él al observarla casi igual que cuando había entrado.
—No, me iba a pasar la plancha con movimiento, me quedan ondas —se paró frente a él aún descalza y le amarró la corbata a la perfección antes de besar sus labios—. ¿No te gusta?
—Supongo que sí —rió él, a lo que ella frunció el ceño. No comprendía que a Nick le gustaba siempre, fuera del estado de su cabellera.
—Te pusiste el perfume rico —sonrió Mel, ignorando por completo cuan distraído era su novio, sin importar cuanto esmero pusiera ella en su imagen.
—Es que ya de por sí a tu mamá le caigo mal, imagina si voy con un perfume barato —bromeó. Él siempre estaba bien perfumado, era una de las cosas que a Melissa más le gustaban. Claro que a ella le gustaba casi todo lo que lo involucrara.
—No le caes mal… —intentó convencerlo, pero él bien sabía que su suegra no quería verlo muy seguido por casa— es sólo que le da impresión pensar que me robaste la virginidad a los quince. Es una edad prematura, precioso.
—Para tu información, prácticamente me violaste… y no es que me queje —rió al ver como ella fruncía el seño.
—Sólo fui entusiasta, no quiere decir que fui la que manejo la situación…
—Amor… si mal no recuerdo, tú organizaste todo… a mis espaldas, ahora que lo pienso —analizó observando un punto muerto en el techo—. Era un quinceañero muy inocente —rió.
—De todas maneras —sacudió Mel el pelo, ofuscada—, mamá no sabe los detalles. Sólo sabe qué pasó y con eso le basta para sacar conclusiones.
—Y tú nunca te pusiste a aclarar, porque te conviene, pero no me importa —la besó con fuerza—. Me gusta tu vestidito —agregó con picardía subiendo las manos por los muslos debajo de su falda—, ¿a quién vas a seducir?
—Tengo pretendientes en el barrio —sonrió bajo sus labios, antes jugar con ellos durante unos segundos en los que Nick se dedicó a masajear sus piernas—. Vamos, se va a hacer tarde —él bufó una vez más antes de terminar de acomodarse el cinturón en el jeans—. ¡Vamos, amor! Prometo que volveremos luego del café.
—¿Lo prometes?
—En cuanto mi taza quede vacía, pones en marcha el auto.
—De acuerdo —suspiró con resignación—, vamos.
Mel se calzó las sandalias que Nick le había regalado para el cumpleaños, muy acertadamente, y éste tomó las llaves del auto y de la casa (las cuales arrojó dentro de la cartera de su novia, como era su costumbre).
Al rato, ambos estaban acomodados en los asientos delanteros con el cinturón puesto, listos para manejar hasta la casa de los padres de Melissa, donde se celebraba la reunión.
—¡Feliz cumpleaños, Sylvia! —exclamó Nick con entusiasmo exagerado, antes de besar a su suegra en la mejilla. Ésta lo observó con una sonrisa divertida y despectiva.
Sylvia llevaba años pretendiendo que el muchacho no le caía bien, pero la realidad es que sabía lo mucho que amaba a su hija y lo buen chico que era. El problema era que, mientras la suegra se entretenía, Nicholas sudaba frío cada vez que la visitaba.
—¡Mamá, que linda te ves! —exclamó Melissa abrazando calurosamente a su madre.
—Esto es para ti —intervino Nick entregándole una bolsa con un moño importante.
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Campanas
Teen FictionLa fecha está fijada y se acerca. Y con cada día que pasa, los nervios, los temores y las púas ajenas amenazan el infinito amor que Melissa y Nicholas se profesan. __________________________________________________________________________________ Es...