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—Amor —el susurró se extendió por el silencio de la habitación.

—Hmm —contestó entre dormida.

Nick estaba más despierto que nunca y se sentía más mareado que al bajar de una montaña rusa. Era la primera vez que no se dormía al instante, luego de hacer el amor. Le temblaban los dedos en la cintura desnuda de su novia, quien estaba a medio paso de caer en un sueño muy profundo.

—Amor, no te duermas todavía —volvió a susurrar.

—¿Qué pasa, Nick? —Mel intentó abrir los ojos, pero fue inútil. Se limitó a escuchar lo más atentamente que su cuerpo a medio apagar le permitía.

Nicholas largó un suspiro para intentar calmar la boca de su estómago, la cual tiritaba a más no poder. Nunca antes se había hallado en esa situación.

—Yo… Amor… Ehh… —cerró los ojos con fuerza antes de volver a abrirlos y tragar con dificultad.

Mel frunció el entrecejo y levantó un poco los parpados para vislumbrar el rostro nervioso de Nicholas.

—Nick, ¿que pasa? —acarició su rostro con preocupación y él la apretó con aún más fuerza contra su cuerpo.

—Es que… —observaba la clavícula de ella como examinándola—. Esto no es tan fácil como pensé que sería —sonrió inquieto.

—¿Pasa algo malo? —articuló como pudo, aún adormilada, pero con cada sentido alerta.

—No… —susurró tan bajo como le dio la voz.

—¿Me vas… me vas… estás dejándome, Nick? —pronunció más despierta y con seriedad.

Nick abrió los ojos tanto como pudo y frunció el seño contrariado.

—¡Claro que no! Estoy buscando la forma de pedirte que seas mi esposa —largó ofendido.

El silencio incómodo se hizo presente con ánimos de instalarse, pero Mel no lo soportaba.

—N-Nicholas, sabes que ese tipo de bromas no me gustan —la voz le temblaba de los nervios.

—No estoy bromeando —se relajó, tras sorprenderse de cuan sencillamente podía haber arruinado una proposición.

—En serio, Nick. No juegues con esas cosas —la idea era tan maravillosa, que Melissa apenas podía creerla realidad—. Si estuviste con otra chica y Phil te cubrió, te perdono, sólo tienes que decirmelo.

Nicholas rodó los ojos y se estiró hasta abrir el cajón de la mesita de luz. Volvió a enfrentar a la desesperada chica mientras examinaba la cajita cuadrada de azul oscuro entre sus manos.

La abrió con delicadeza y un anillo brilló dentro, a lo que ella enmudeció y abrió la boca en imitación a un pez. Los preciosos ojos castaños de su novio se fijaron en los de ella, mientras que él mordía su labio inferior nervioso.

—Amor, no puedo siquiera visualizar el resto de mi vida sin ti —quitó el anillo de su estuche y jugó con él antes de relamerse los labios y tomar con cuidado la mano temblorosa y sudorosa de su novia—. Cásate conmigo —pidió en un susurro traspasándola con la mirada.

El anillo ya reposaba en su anular y Melissa no podía creer lo que estaba ocurriendo. Las lágrimas no tardaron en aparecer acompañando a la enorme sonrisa de su boca. Comenzó a asentir con lentitud hasta llegar al frenetismo. Se abalanzó sobre él y lo estrujó en un abrazo único.

—Te amo, te amo, te amo —repitió varias veces besando el rostro de su novio con locura en lugares aleatorios—. Por supuesto que me casaré contigo.

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