Prólogo.

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"Nuestras esperanzas nos elevan y nuestra desesperación nos hunde, pero nunca estamos separados del amor. Todos los sucesos, todas las cosas y todas las relaciones son movimientos del amor, que crea nuevas formas sin fin." - Deepak Chopra.

El suspiro inconfundible se había filtrado por toda la pequeña pero espaciosa cafetería, seguido de esos incontables gemidos de frustración que se habían propagado como una enfermedad las últimas semanas.

La mujer de cabello blanco ajustó sus lentes y sonrió al divisar ciertos movimientos. Ordenó los últimos libros de los estantes y, empujando el carrito metálico que le ayudaba con la pila de libros, caminó a paso lento y calmado hacia la mesa del sector sur, donde siempre reposaba la misma chica en la misma posición; con la cabeza sobre la mesa y las manos sobre ella en un desesperado intento por disminuir la presión que sus hombros sentían en ese momento, la chica se enderezó y resopló cuando sintió como la mujer se acercaba.

—Gracias —murmuró de forma apenas audible, cuando la de cabello blanco dejó una taza de café humeante frente a ella.

—¿Otra vez estudiando? —preguntó la mujer, colocando los libros regados por la mesa con cuidado sobre la pila que se encontraba en el carrito.

—Estoy en parciales aún.

—¿Tanto tiempo? Pero ya han pasado dos semanas —balbuceó pensativa, más para ella que para la chica.

—A veces se extienden. Todo depende del profesor.

—Entiendo —asintiendo, la mujer le dirigió un vistazo por encima de sus lentes cuadrados y señaló el libro que yacía abierto de par en par sobre la mesa con la cabeza—. ¿Es eso lo que estudias?

La chica negó con la cabeza mientras bebía un sorbo de su café.

—No —contestó, una vez tragó el líquido—. Ese es un libro para mi clase de filosofía. Tengo que hacer un ensayo sobre el tema, pero no le veo el sentido. Así que intento buscar información.

Continuando con su impecable sistema de organización, la mujer habló.

—¿De qué trata?

—Reencarnación y almas gemelas.

—¿Almas gemelas? —repitió lentamente y parpadeó.

Las arrugadas manos tomaron con delicadeza el libro y, los ojos café, cansados y suaves, recorrieron las páginas con lentitud.

—Sí, ya sabe, personas que comparten sentimientos de afinidad profunda o natural, involucrando el amor, romance, relaciones platónicas, comodidad, intimidad, sexualidad, actividad sexual, espiritualidad, compatibilidad y confianza. En pocas palabras, personas que están destinadas a estar juntas —contestó como si fuera lo más obvio del mundo, o ella una total experta en el tema.

—¿Y qué es lo que no entiendes? —cuestionó, levantando una ceja y observándola con diversión mientras devolvía el libro a la mesa—. En lo que a mí respecta, pareces una total experta al hablar sobre el tema.

—Nunca dije que no entendía. Dije que no le veía el sentido —contestó estratégicamente, batiendo el café entre sus manos y observándola seriamente tras sus grandes lentes—. No tiene sentido que tengas que morir tantas veces para encontrar a alguien que guste de ti.

—Mira a tu alrededor, hija —musitó la mujer, extendiendo sus brazos—. Muchas de estas personas que están aquí jamás han conocido el verdadero amor.

—Eso es porque no se abren a sus conexiones sociales.

—O tal vez porque no están destinados a ser con nadie aún. Quizá no en esta vida —puntualizó—, pero en otra sí.

Ante aquella conclusión, la chica dejó la taza vacía de café sobre la mesa y ajustó sus lentes.

—Nana —dijo, titubeando ligeramente. Casi como si pensara detenidamente sus palabras para evitar herir a la amable anciana frente a ella—, eso es absurdo. Incluso hasta para ti.

La mujer sonrió con gracia y negó con la cabeza repetidas veces.

—No es absurdo, Lalisa —contestó—. A veces, para aprender a amar, tienes que vivir varias veces.

La chica de cabello negro frunció el ceño, aún pensando que sonaba desalmado. Es decir, ¿a quién le gustaría morir tantas veces solo para conocer a una persona? Porque para ella, en definitiva, estaba fuera de discusión.

Entreabrió sus rosados y carnosos labios, dispuesta a seguir con aquel intercambio de ideas, cuando la mujer tomó la taza vacía de café, la posó sobre su carrito y se alejó de ella sin más, dejándola con la palabra en la boca y miles de preguntas en su cerebro.

«¿Almas gemelas? Eso es absurdo.» Fue su último pensamiento, justo antes de concentrarse nuevamente en el ensayo y olvidarse por completo de aquellas tonterías.

Soulmates┊ChaelisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora