Parpadeó repetidas veces cuando escuchó el canto de un gallo y, mientras tomaba asiento en la cama, se estiró. El sol estaba en lo alto y brillaba con fervor, los rayos atravesaban la delgada tela de la cortina que colgaba frente a su ventana y las ramas del árbol contiguo chocaban débilmente contra el cristal gracias al viento.
«Hoy será un buen día» comentó con entusiasmo en su propia mente y se levantó para iniciar sus actividades.
Después de lavarse bien el cuerpo, la cara, las manos y cepillar sus dientes, se vistió con el overol, sus botas y bajó las escaleras esperando encontrar a su madre para que pudiera ayudarle con su cabello.
Finalmente, al entrar al comedor, se encontró con su familia. Su madre servía el desayuno mientras su padre y su hermano menor disfrutaban de una conversación sobre algunos animales.
—Buen día —los saludó, ingresando y tomando la bandeja con los panes recién horneados de la mano de su madre para ayudarla a preparar la mesa.
—Buen día, mija —la saludó su padre, regalándole una sonrisa—. Espero que estés lista, hoy vamos con Zafiro y Hera a recorrer un poco el lugar. Necesitan ejercitarse un poco, han estado bastante flojos últimamente.
La menor asintió con gusto mientras su madre empezaba a trenzar su cabello. Ella podía hacerlo sola, a sus catorce años, casi quince, pero era mejor cuando su madre le ayudaba.
—¿Dejarás que monte a Hera hoy, Apá?
El hombre, soltando una risa, asintió.
—Es tuya después de todo.
—¡No es justo! ¿Por qué ella puede montar caballos y yo no? —reprochó el pequeño niño sentado en una silla mientras hacía un puchero y bebía de su leche caliente.
—Porque yo soy la mayor —anunció, una vez su madre terminó de arreglarle el cabello, y tomó asiento junto a él—. Gracias, Amá.
La mujer sonrió y tomó asiento junto a su esposo.
—Tengan cuidado, ya saben que ha habido algunos derrumbes últimamente.
—No iremos muy lejos, cariño —comentó el hombre—. Ahora coman que las vacas no se van a ordeñar solas y los caballos no irán a pasear por allí solos.
Haciéndole caso al hombre, los demás empezaron a comer mientras hablaban de temas triviales.
Al finalizar, la mujer y el pequeño despidieron a ambos mientras se iban a hacer sus propias actividades en el lugar.
Mientras su padre montaba el gran y majestuoso equino, ella montaba a la hermosa y llamativa yegua, hija del mismo equino, y se embarcaban en una aventura juntos.
A ella siempre le gustó hacer cosas con su padre. Como cortar leña, alimentar a los animales, pasear con los caballos, ordeñar a las vacas. Su padre y su madre se encargaban de muchas cosas en las que ella y su hermano estaban dispuestos a ayudar para algún día hacerse cargo de todo por sí mismos. Y mientras cabalgaban, ya un poco lejos de su hacienda, pudieron escuchar algunas risas, todas diferentes y mezcladas. Aunque una en especial, que parecía resaltar ante las demás a pesar de ser la más discreta, llamó su atención.
—¿Escuchaste eso, Apá? —le preguntó la castaña, obligando a su yegua a disminuir el trote.
—Deben ser esos niños otra vez —suspiró—. Ya les he dicho una y otra vez que se alejen de aquí porque no es seguro.
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Soulmates┊Chaelisa
Fanfic«La probabilidad de encontrar a tu amor verdadero es una de cada 10.000 vidas» Lalisa Manoban había escuchado esa frase alguna vez, pero no sabía dónde. Quizá fue esa loca gitana a la que visitó durante aquel festival medieval en otoño. Quizá el ci...