Capítulo 1.

831 83 17
                                    

El incesante bullicio matutino y el constante toqueteo de las ramas del árbol vecino contra el cristal llamaron su atención.

La mujer, de cabello negro y ojos café, levantó la vista del libro que tenía entre sus manos cuando un repentino golpe —distinto a los ruidos ocasionados por sus vecinos— se escuchó en la habitación. Sus facciones, dulces y delicadas, se endurecieron en una mueca cuando observó el objeto que lo había causado. Una rata había salido de algún lugar en la pared y había logrado avanzar algunos pasos en silencio, cuando se desplomó en medio de la habitación, exhalando un último chillido.

Suspirando, la mujer dejó el libro con cuidado sobre la mesa continua y se levantó, dispuesta a sacar al animal lejos de su vista. Tomó una escoba y la estiró entre sus manos hacia él —con cuidado de no tener ninguna especie de contacto físico—, sacándolo rápidamente de su casa. Ya los recolectores se encargarían de él. 

Ubicándose nuevamente en su lugar, al divisar la estrecha calle, no le sorprendió en lo absoluto encontrar a su vecina entablar una conversación profunda con alguno de los guardias del lugar. Madame Marie, que era como se llamaba la mujer, era una persona ciertamente parlanchina y amable. Siempre se paseaba por allí con una sonrisa en los labios y algunas palabras que intercambiar.

Ella, por su parte, no era una persona muy... alegre. De hecho, en el pueblo solían conocerla como la mujer seria y callada que vivía con su padre —un viejo relojero— en una pequeña casa al final de la calle principal. Jamás salía de allí sin él —principalmente porque no estaba bien visto en la sociedad—, y tampoco hablaba con alguien. 

De repente, entre los sonidos de voces y objetos del exterior, la mujer pensó que, tal vez, no sería tan malo acercarse y establecer una conversación con su amable vecina.

Quizá si le invitaba una taza de té, podían sentarse a charlar y compartir opiniones.

Con ese pensamiento en mente, dio media vuelta en su lugar sobre sus talones y otra mueca de asco surcó su rostro cuando pudo divisar nuevamente dos de esas malditas ratas muertas sobre el suelo de madera, en una de las esquinas de la casa. Era casi como si se asentaran ahí esperando su propia muerte, rogando porque la mujer no las encontrara.

Farfulló un impropio y caminó para tomar nuevamente aquella escoba entre sus manos, esperando poder sacar a ambos animales de sus aposentos. 

Cuando abrió la puerta y las sacó, pudo visualizar del otro lado de la calle a Madame Marie, quien se encontraba intentando despejar su pórtico de tierra y polvo —aunque no tenía sentido hacerlo puesto que todas las calles de aquel mundano pueblo se encontraban hechas de tierra—, y vio una oportunidad para intentar conversar.

Apretó la escoba entre sus manos y mordió su labio inferior, dispuesta a dar un paso más, cuando repentinamente se siente extraña.  No de la manera en la que te sientes cuando recibes una sorpresa o algo que te inquieta es resuelto, sino de la manera en la que te sientes cuando estás en alta mar y de repente las náuseas te invaden. O algo parecido. No sabía exactamente como definirlo, pero si de algo estaba segura era que no quería sentirlo.

Se tambaleó ligeramente en su posición, negando con la cabeza como si eso, de alguna forma, le ayudara a disminuir el dolor que sentía allí. La temperatura de su cuerpo también empezaba a aumentar, y sentía que ardía. Fue tanto, que inclusive pensó estar en las mismas puertas del infierno.

La boca se le secó al instante, y estaba tan sedienta.... como si no hubiese bebido recientemente dos vasos repletos de agua. 

Sin embargo, aquello no fue lo que llevó a la completa agonía. Cuando su cuerpo se derrumbó por completo en el pórtico de aquella casa donde había pasado toda su vida encerrada, se dio cuenta de que, en realidad, no había disfrutado en lo absoluto. Sí, había estado llena de libros y cosas que su padre solía traerle de sus constantes viajes por el país, pero eso sólo le había llevado a más soledad y tristeza.

Soulmates┊ChaelisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora