Capítulo 5.

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Los días que le siguieron Lisa empezó a sentirse un poco más cómoda en el lugar, es decir, no es que las personas allí fuesen malas con ella, todo lo contrario, en realidad Jennie se había asegurado de que la trataran de maravilla y la hicieran sentir "como en casa" o al menos eso había dicho; lo que sucedía era que, pese a que el trabajo ya lo había realizado un par de veces, el entorno lujoso e imponente era nuevo para ella y se ponía un poco nerviosa. Tuvo suerte de que su hermana aceptara acompañarla el primer día para que empezara a familiarizarse, pero después todo dependía de ella. Por supuesto, Jisoo prometió volver con ella la semana siguiente; siempre y cuando su jefa extraña no actuara tan... extraño a su alrededor.

Y hablando de Jennie... Bueno, Lisa debía admitir que era una muy buena persona, por lo poco que había conocido de ella, y siempre se preocupaba por el bienestar de todos sus empleados, no solamente el suyo. Inclusive le había invitado a tomar algunas tazas de café seguido y hablaban sobre el trabajo y sus sentimientos respecto a eso. Lisa no sabía por qué la mujer siempre  se mostraba tan interesada en ella o en como se sentía, pero no se quejaba. Era mucho mejor que su jefe. Inclusive le había dicho que no trabajarían los fines de semana y así podía sentirse más libre.

Aquel día, siendo un domingo, Lisa se encontraba caminando por las calles del centro de la ciudad sin ninguna cosa en mente. En realidad, Jisoo le había pedido que le consiguiera algunas cosas para el trabajo y su abuelo ya que ella estaba trabajando y, por ende, no podía buscarlas por su cuenta. La pelinegra menor asintió, como siempre obediente, y —a parte de algunos ingredientes— compró algunas revistas y sopas de letra que sabía que divertirían a su abuelo en el hospital.

El viento soplaba suavemente en su rostro y le acariciaba casi con ternura, haciéndola sonreír. Era primavera aún, casi verano —que, por cierto, era la temática de la colección nueva de su jefa—, y el cálido clima se hacía notar. Evidentemente la temperatura alta del día en particular ahuyentaba a las personas, quienes parecían relajarse mejor en su casa con sus aires acondicionados y piscinas. En el fondo, Lisa los envidiaba un poco. Su casa no tenía aireacondicionado y tampoco un calefactor —pues ambos se habían estropeado hace algún tiempo y, como ya tenían demasiados gastos, no se pudieron permitir el lujo de repararlos—, por lo que tenía que disfrutar al máximo las mantas y la brisa. El invierno había sido bastante difícil, pero habían podido superarlo juntas.

Se detuvo a observar el precio de un viejo aireacondicionado frente a los aparadores. No era el mejor, pero quizá les serviría en casa. Vio el precio y contó mentalmente su presupuesto, pero de inmediato negó. No le alcanzaría por el momento. El tratamiento de su abuelo, aunque casi finalizaba, era costoso, y no podían simplemente saltárselo para tener mayor comodidad. Tendrían que conformarse con el viejo ventilador que rechinaba horriblemente cuando era encendido.

Suspiró y dio media vuelta, dispuesta a seguir su camino hacia la cafetería donde trabajaba su hermana, cuando algo en particular llamó su atención. Justo en la calle frente a aquella tienda de electrodomésticos de segunda mano, el letrero de un pequeño y viejo local parecía iluminarse, mostrando con letras grandes y rojas el nombre "J.H. Fortune". Lisa no podía decir exactamente qué era lo que le resultaba diferente del resto —a parte de los detalles que se apreciaban a simple vista—, pero algo en especial le resultaba... curioso.

Ajustó sus lentes recetados y entrecerró los ojos, pensando si debía o no entrar al lugar, cuando recordó que se suponía que debía ir camino a la cafetería y soltó un suspiro. Dio un último vistazo al extravagante lugar antes de perderse por la calle.

«Ya habrá tiempo después»

...

—¡Ya llegué! —gritó la pelinegra en cuanto puso un pie dentro de la cafetería.

Soulmates┊ChaelisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora