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CUATRO - IV
ESPECIAL

En un lugar a menos de Trescientos kilómetros, de la manada de Kesha

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En un lugar a menos de Trescientos kilómetros, de la manada de Kesha. Se encontraba aquella persona que la diosa le había predestinado.

Aquel hombre, de ciento veintiún años, descansaba frente a la chimenea de su inmenso living.

Miraba el fuego; con un vaso de wiski en su mano, como si fuera lo mas digno de admirar. ¿Acaso si lo era?.

Se lamentaba constantemente por su soledad, y por todo lo que había sufrido.

A sus veinte años recién cumplidos, se transformó en un hermoso lobo color plata. Pero algo que nadie se esperaba, es que luego de su transformación lobuna, su parte híbrida, de la cual nadie estaba enterado, saldría a la luz.

Flash back.

Luego de que el apenas hombre se transformará, todo el mundo aclamaba a aquel nuevo Alpha que los regiria.

Aquella pobre manada, había estado por lo minimo cinco años en espera de un nuevo gobierno. Ya que lamentablemente, los padres de el chico que en esos momentos se había convertido hombre, habían muerto en una guerra protegiendo a la manada.

El beta, de ahora el nuevo Alpha, le tendió unas prendas de ropa para que Adam consiguiera vestirse e irse a la fiesta.

El pelinegro así lo hizo, para después encaminarse, junto a su pueblo y sus manos derechas, hacia su gigante casa.

2:59pm

La casualidad, aveces podía ser una total exagerada, ya que en el momento en el que el Alpha iba a dar su discurso de despedía hacia todos los invitados, comenzó a convulcionar considerablemente, trayendo el temor de todos los presentes.

De su espalda, emergieron dos alas color negro, sus ojos se tornaron rojos y de su dentadura salieron ostentosos colmillos auyentando a todas las personas.

La gente gritaba bazofias e insultos a aquel Alpha que estaba más confundido que ellos.

Fin del flash back

Luego de aquel acontecimiento, lo echaron de su manada, de la cual su primo se hizo cargo. Vetandolo a el como un monstruo, y a su insípido primo como el salvador de la raza.

Por mientras, vivía a las afueras de su manada en una hermosa y gigantesca Mansión-Cabaña, la cual sus padres le habían dejado en su inmensa herencia.

Con aquella herencia sobrevivia, y entre todo eso, seguía poniendo en pie las empresas de sus padres.

Como relataba...

Aquel hombre, con una apariencia de treinta y dos años, seguía observando el fuego en su único día de descanso.

El ni se sentía un monstruo tal y como los demás lo describían, si no, veía su poder como una parte más de la herencia y el legado que sus padres le habían dejado.

Por lo mientras estaba dedicado a sus empresas, pero el mismo se había prometido, recuperar la manada que por la negligencia de las personas, se había dedicado a perder.

...

"Falta poco

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"Falta poco..."

"Falta poco..."

"Falta poco..."

"Falta poco..."

"Falta poco..."

Esas dos palabras eran las que más rondaban mi mente a diario.

Faltaba poco para encontrar a mi luna, o al menos eso me hacia creer.

Con aquella hermosa joya, que me acompañaría tal y como la luna acompaña a el cielo. Podría al fin recuperar a mi manada, la única gran cosa con valor, que mis padres me dejaron al morir. Y que por por el miedo de los inferiores a mi, a ser menos poderosos que yo. Había perdido.

Luego de pensar sin miramientos, frente aquel llamativo pero a la vez destructivo fuego. Me levanté erguido comenzando a caminar fuera de aquel lugar que finguia ser mi hogar por los momentos. Por que de algo que estaba seguro, era de que recuperaría mi manada, La manada Suprema a como de lugar.

Vestia un traje color azul marino, junto con una corbata color rojo. Portaba unos zapatos de vestir negros, marca Gucci. No se ni para que me arreglaba. Mi vida sexual era tan inactiva, tal cual como la de una Virgen cuarentona con quince gatos. Si, era Virgen. Tan sólo esperaba el momento en el cual llegará mi mate, Para marcarla y hacerla mía.

Entre tantos pensamientos, no pude percatarme en cuando estaba frente a un imponente edificio de por lo minimo cincuenta plantas.

Entre a paso seguro, fijandome en como los cotillas que no hacían nada en mi ausencia, corrían automáticamente hacia sus puestos. No tenía nada en contra de la relación social en mi empresa, siempre y cuando hicieran su trabajo al pie de la letra.

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REINA ALFA (Descontinuada por edicion)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora