La guerra de los sexos

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Ya era el número 99.

Era el pretendiente número 99 que Petra Ral rechazaba... no, que Petra Ral hacía que corriera despavorido para no volver jamás. Estaba cansada de que su padre le pusiese enfrente cuanto hombre había en Paradis para que se casase, de la misma manera que él estaba cansado de la terquedad de su hija en no casarse. De más está decir que su peor pesadilla era que su querida Petra terminara solterona y fuera el fin de su linaje.

Dieter Ral, rico comerciante, vivía y moría para ver a su única hija Petra entrar de blanco en una iglesia. Su reputación como padre y hombre de negocios dependían de cómo acomodara a su retoño en cuestiones domésticas. Pero la jovencita tenía otras ideas en mente. A sus 19 años, Petra Ral soñaba con ser soldado y defender a la humanidad de los titanes, cosa que hacía que a su padre le agarrara un ataque de gastritis. Y obviamente si Petra quería ir a la Legión de Reconocimiento, el matrimonio debía ser asunto vetado en su vida. Y no se defraudaría a sí misma.

Una tarde, ambos llegaron discutiendo a casa debido al último rechazo de la joven.

-¡No hacía falta que lo tiraras al río como respuesta a su invitación!

-Se lo que tramas, papá. – lo atajó la chica. Cuando el pretendiente en cuestión le propuso dar un paseo el fin de semana, ella respondió con un empujón al río mientras departían en el muelle – A ese lo tiré, al próximo lo ahogo.

-¡Vas a terminar matándome, Petra! – se lamentó el pobre hombre.

-Lo único que quiero es ir a la Legión de Reconocimiento. – trató de razonar Petra – No es difícil de entender.

-¡Claro que es difícil de entender! – replicó Dieter - ¡Nadie querrá casarse contigo queriendo ser soldado y ten por seguro que si te casas, tu esposo no te dejará ir allá!

-Por eso me casaré ni aunque el sol salga de noche.

-¡Me vas a matar! – repitió él dirigiéndose a su habitación, dejando a su niña sola en la sala tramando nuevas maneras de espantar novios impuestos.

La joven Petra Ral era una criatura menuda y de cabello pelirrojo muy corto, de piel sonrosada y ojos color miel que eran una especie de trampa mortal para los jóvenes casaderos, quienes se engañaban con el aspecto angelical de la mozuela, desatando a la bestia en su interior cuando ya era demasiado tarde para mantener una distancia prudencial. La belleza de Petra Ral era una perdición para ella y ahora también para su padre, quien veía que a este paso, moriría sin verla yendo a un altar para unirse con alguien en santo matrimonio.

La última carta que se jugaría Dieter Ral tenía nombre y apellido, y serían dos hombres los encargados de ayudarlo.

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Era hora de poner en marcha el plan de Erwin Smith y Kenny Ackerman, comandantes de la Legión de Reconocimiento y de la Policía Militar respectivamente. Lo que les ofrecía un angustiado Dieter Ral era la salvación a sus finanzas.

Habían mandado llamar a Levi Ackerman, capitán de escuadrón y sobrino de uno de los hombres. Él era una de las claves en el asunto.

La idea era la siguiente: en esos momentos, la Legión de Reconocimiento no contaba con financiación para las excursiones fuera de los muros, y habiendo probado de todo sin resultados, veían cómo esa fuerza militar estaba a nada de desaparecer. Un desesperado Erwin se contactó con Nile Dawk y Kenny Ackerman para pedir un último socorro para su Legión, y a éste último se le ocurrió una idea tan brillante como suicida.

Matrimonio.

Erwin casi cayó para atrás con aquella propuesta, ya que él estaba comprometido con la capitana Hanji Zöe, mientras que Mike Zacharius, el otro capitán, estaba casado con su subordinada Nanaba. Kenny simplemente rió y le dirigió una mirada astuta que el rubio entendió al instante. Todavía quedaba un capitán soltero.

Amor en cuatro actosWhere stories live. Discover now