Capítulo 22

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Los días en ese hogar le estaban aburriendo de forma considerable, y solo fueron 3, mañana sería su cumpleaños y su liberación de esa maldita prisión, una vez que llegara su carta se podría ir.

Dudley lo evitaba como una plaga, lo que era divertido, cuando fueron al parque, el regordete niño hacía como sí no existiera y por consecuencia hacía que sus amigos lo ignoraran, logró convivir con algunos niños del vecindario que estaban ansiosos por conocer al niño que no veían mucho que resultaba vivía ahí.

Vernon estúpido Dursley trató de esparcir rumores sobre él para evitar que indagaran, pero la explosión del motor de su auto le recordó su lugar, Harry no se aguantó la sonrisa malvada que se dibujó en su rostro y que solo los Dursley le pudieron ver, bueno, también el mago que vivía al frente, el contratado por sus tíos para vivir en dicho lugar y a quien ayudaron a colocar en el Ministerio con un horario flexible y con un elfo doméstico en su hogar, así que cualquier magia que Harry realizara no podría ser machacada a él, siempre estaría la duda sí lo hizo el elfo o el mago. 

Era un sujeto agradable, Harry solo le había dirigido gestos a la distancia, nunca hablaron en realidad. 

- Vamos Dudley, la comida no está mal - insistió Petunia que lucia cansada de un día en la cocina y el trabajo del jardín que Harry ya no hacía, y esa mujer tenía algo con mantener su jardín en mejores condiciones que el de sus vecinos 

- Pero yo no quería ésto - se quejó el niño empujando su plato y derramando algo de su contenido en la mesa - Te pedí otra cosa 

- Yo quería ésto - dijo Harry al notar que Petunia cedería, ella lo miró sorprendida y Dudley tenía una horrible mueca en la cara - Le pedí a tu madre que lo cocinara porque ya estaba cansada del trabajo en el jardín que te negaste a ayudarle - movió la mano y limpió el desastre de Dudley - Ahora cállate y come los malditos fideos o vete sin comer que tengo mucha hambre y bien puedo comerlo yo 

Eso hizo el truco, Harry aún conocía muy bien a su "primo", el mocoso engreído que era no le gustaba que Harry comiera de sus sobras de forma voluntaria, no sería un desplante como lo fue cuando unos niños de casi 5 años. 

Harry notó la mirada agradecida de Petunia en su dirección, aliviada de no tener que volver a cocinar, él solo rodó los ojos, no se estaba ablandando, solo estaba siendo una pequeña mierda con el mocoso, además unos fideos con salsa roja no eran un desperdicio, Petunia era buena cocinera y eso era algo que él no podía negar. 

Por la tarde, luego de ordenar su habitación -porque las costumbres no se pierden ni retrocediendo en el tiempo y no, no Kreacher, no limpiarás mi habitación a menos que yo no esté- Decidió salir al parque cerca de su hogar a pasar el rato, detestaba estar encerrado. 

Fue directamente a los columpios, le gustaba la sensación de sentir el aire, ya que no podía volar por estar rodeado de muggles, al menos la sensación breve del viento por todo su cuerpo era agradable, cada vez se impulsaba más y más y más. 

Perdía la noción del tiempo y de su entorno por breves segundos, era reconfortante y también una estupidez, lo recordó porqué. 

- Sí no es el extraño - esa voz, uno de los seguidores de su primo 

- ¿Se te ofrece algo? - empezó a reducir la velocidad en la que se mecía, sin abrir los ojos, aún disfrutando todo lo que podía 

- La verdad sí - se mofó - Nosotros...

- Eh chicos - la voz eufórica y levemente aterrorizada de Dudley lo hizo abrir los ojos para centrarlos en él y el cielo oscurecido, al parecer anocheció sin él darse cuenta - ¿Qué hacen aquí? 

Arreglando el pasado (Sirry) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora