Jake

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Tessa se encontraba sumergida en sus propios pensamientos cuando escuchó la voz de su madre escaleras abajo.
-¡Tess cariño!, he preparado un pastel como regalo de presentación para nuestros vecinos, ¿puedes llevárselo por favor?.
La joven bajó perezosamente las escaleras, estaba demasiado somnolienta como para ir a hacer recado alguno.

Cogió el pastel a regañadientes y se dirigió hacia la casa misteriosa. Era imposible que hubiese allí vecino alguno, se suponía que estaba abandonada, ¿no?.
Tessa subió los escalones del porche con cuidado de no tirar el pastel y llamó al timbre suavemente, el cual emitió un sonido un tanto desagradable.

Pasó un minuto, luego dos, tres... Tessa estaba a punto de regresar a su casa cuando un joven abrió la puerta. Su rostro era de rasgos marcados y extrañamente pálido, sus ojos grises la miraban fijamente y llevaba el cabello rubio alborotado.
- Hola, perdón por tardar en abrir, no suelo tener muchas visitas. Me llamo Jake, encantado - dijo sonriente estirando la mano.
- Encantada Jake, yo soy Tessa, nos acabamos de mudar - correspondió al apretón de manos, las del joven estaban gélidas, debería de ser por el frío que hacía esa tarde.

Los dos jóvenes se quedaron mirándose por unos instantes, la tensión podía cortarse con un cuchillo y únicamente se escuchaba el ulular del viento entre los árboles.
- Bueno, mi madre ha hecho este pastel para tí y tu familia para presentarnos, espero que os guste.
-Oh, muchísimas gracias aunque vivo solo, mis padres hace mucho que se fueron.
-¿De viaje?- inquirió Tessa.
-Algo parecido, bueno, pasa por favor, hace frío y no me gustaría comer el pastel yo solo, tiene una pinta espléndida.
Ambos entraron a la casa, cerrándose tras ellos la desgastada puerta con un leve chirrido.

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