Dos: Partes de un pasado.

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Me había levantado con energías, algo que no ocurría hace meses. Algo que me recordaba que podía ser un buen día. Esos días que te dicen: Es tu momento de brillar, ve. 

Eso era lo que podía sentir ahora mismo, una seguridad de ir al trabajo sin sentirme pisoteado. Porque eso quería demostrar. No era un trabajador más, o simplemente un idiota incapaz de hacer todo lo que se me proponga. Podía hacer más de lo que creía, uno de esas oportunidades debía ser para mi. Quería escuchar mi nombre, Jeon Wonwoo como un trabajador ejemplar. Me esforzaría por ello. 

Entré a aquella editorial que por mucho tiempo fue un sueño. Me senté en mi silla cómoda de escritorio, y di dos vueltas sobre ella antes de comenzar a teclear rápidamente sobre el teclado. 

Mi amigo de oficina, y verdadero compañero de trabajo, me había visto inspirado, y con el ceño fruncido se acercó a mi. Joshua estaba ahí, viéndome con unos ojos curiosos, cariñosos, calmados como lo era él. Sonrió al verme animado.

—Hace tiempo no te veía así, amigo.—Dejé de ver la computadora, viendo sus ojos. Sus manos tenía un lápiz que se paseaba entre sus dedos con habilidad, mirando con cuidado todo lo que yo hacía.

—Sí, me levanté con ánimos hoy.—Seguí concentrado en la pantalla, la cual seguro me seguiría fundiendo el cerebro. 

Joshua volvió a su sitio y con una risita que me hizo sonreír, siguió trabajando. 

El día pasó rápido. Y rápidamente ya estaba otra vez en la residencia de mi madre, donde ella podía estar tejiendo o escribiendo cosas. Le gustaba leer y escribir. Por lo menos antes, cuando podía recordarme como alguien común. Con cuidado me senté un rato a su lado. 

No me miraba, estaba concentrada en tejer, cosa que cuando era ella, no le gustaba hacer, porque era algo típico, aburrido y tedioso, pero que ahora amaba hacer. Perdía su personalidad, de a poco perdía la verdadera madre que era. Me sonrió al verme centrado en ella, en su cabello que ya tenía varias canas, en sus manos traviesas escurrirse entre los palillos, sus piernas intranquilas como siempre lo han sido, y sus pies en aquellas pantuflas felpudas que me daban gracia sin quererlo. 

—¿Vas a darme mis medicamentos o qué tanto me miras?—Su ceño se frunció y luego rió.—Es broma chiquillo...

—Lo sé...—Susurré, sin dejar de leer el libro que tenía entre mis manos.—¿Quieres tomar algo?

—Quiero ver a mi hijo.—Mis ojos se abrieron, sonreí al verla. Dejé mi libro, y pude verla ver a lo lejos.—Extraño a mi niño, Wonwoo.—Sonrió y me vio a los ojos, no pude evitar sentirme feliz, escuchar mi nombre de sus labios agrietados. Tomé sus manos, y dejé de lado su tejido de color rojo.—¿Puedes traer a mi hijo otra vez? Lo extraño demasiado.—Sonrió con anhelo, con deseo de ver aquel niño o aquel chico que su memoria le dejaba recordar. Comencé a llorar.

—P-Puedo traerlo de vuelta.—Sonreí, limpiando mis lágrimas.

—¡Hey! No llores.—Limpió mis lágrimas y cuando lo hizo sus ojos se abrieron más de lo normal. Subió sus lentes sobre el tabique de su linda y delicada nariz y me vio a los ojos.—Te pareces a mi hijo, Wonwoo. ¿Tengo nietos?—Su cara sorprendida me hizo reír entre lágrimas, y pude tomar sus manos entre las mías.

—Soy yo, Wonwoo.—Sonrió, y tomó mi cara entre sus manos. Sonreí al verla. 

—Jeon Wonwoo, has crecido mucho.—Besó mi frente y suspiré de alivio.—¿Te quedarás?

—Todo el tiempo, mamá.—Sonrió y cerró los ojos. Me senté a su lado, y apoyé mi cabeza en su hombro. 

Se quedó dormida tiempo después. Aquel ronquido, inaudible, chiflando entre sus labios. El típico chiflido de mamá que siempre había irritado a papá, el cual nunca le dejaba dormir pese que era casi imperceptible. Aquellas manos que aún estaban unidas a las mías. No podía dejar de escuchar aquel chiflido, aquella esencia de coco que tenía en ella. Su hermosa presencia, limpia, inocente, en la cual me había bañado varias veces escuchando sus cuentos al anochecer, donde yo me dedicaba a leerle, o que ella me leía, cuando ella llegaba del trabajo y podía escucharla narrarme el cuento más hermoso del mundo. 

El cuento.

El que no era, "Colorín colorado este cuento se ha acabado".

Era simplemente: "Voy por un caminito, voy por otro, si te gusto este cuento mañana te cuento otro". Así funcionaba para nosotros.

Así es como contábamos cuentos, diciendo las cosas que pasaban, haciendo historias. Si teníamos un mal día, contábamos un cuento como un cuento triste de aquel día. Si tuvimos un día normal, inventamos cosas para tener esperanzas de tener un buen día mañana. Si el caso era de tener un maravilloso día, entonces lo contábamos aún más maravilloso antes de dormir. Y así era como eran nuestros cuentos.

—Buenas noches mamá.—Dije para luego irme. Debía llegar a casa pronto. 

Cuando salí de aquella sala llena de varios ancianitos, choqué con Mingyu. Llevaba una escoba, y su uniforme se veía igual de impecable que la primera vez.

—¿Tuviste un buen día?—Preguntó dejando la escoba a un lado. Me miró a los ojos y se apoyó en la pared para hablar conmigo. Encarné las cejas, tratando de buscar el significado de su pregunta.—Se te nota en la cara, estás feliz.

—Ah, sí. Tuve un buen día.—Sonreí y él miró el techo suspirando.

—Que suerte. 

—¿Por?—Me apoyé a su lado sobre la pared, y me miró.

—Podrían despedirme de este sitio. Estoy al borde del precipicio.—Removió sus cabellos, y me miró a los ojos. Mi cara pidiendo preguntas fue suficiente como para que él me respondiera sin que las palabras fueran necesarias.—Una abuela, estaba un poco alterada, y me empezó a golpear pensando que era su ex-marido, yo le detuve el brazo y comenzó a llorar por miedo. La familia estaba ahí, y claramente reclamaron. Yo... No sé que hacer.—Cerró los ojos, y sus piernas se hacían flácidas, como si se derritiera por haberse desahogado.

—Tú eres un gran enfermero, quizá uno de los más gentiles que he visto en este sitio. La mayoría parece odiar su vida, y que desagradable es eso. Lo que pasa ahí, fue sólo un accidente. ¿A quién le reclamaron?

—A mi jefe.—Susurró, mirando a todos lados.

—¿Me dejas salvar su trabajo?—Sonreí amable, y tomé mi maletín como si fuera algo completamente importante lo de su trabajo.—Vamos. 

—Es en la oficina del fondo...—Me detuvo.—No debes hacer esto.

—Me ayudaste el otro día. Si eso no es ser un buen enfermero, entonces no sé lo que es. Y lo sacaré en cara.—Asentí seguro, y me fui hacia allá. 

En poco tiempo, luego de una charla graciosa, amistosa y completamente cómica con el administrador de este sitio, y muchas buenas palabras hablando de Mingyu, dijo que solucionaría eso con sólo una advertencia con Mingyu. Me retiré, y al ver a Mingyu, solo le alcé el pulgar y me fui.

No quería hablar con él. Me colocaría nervioso por preguntarme qué le había dicho a su jefe sobre él. No era adecuado.

Además, estaba cansado, necesitaba echarme en mi cama y leer un rato. Eso debía hacer. 

Partes del pasado quizá me hicieron un buen día. 

«Remember»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora