Cinco: Cosas que no puedo soltar.

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Todos tenemos ese algo que no queremos dejar. Esa cosa que no queremos soltar. No necesariamente un objeto, puede ser hasta una persona, o un sentimiento. 

Son aquellas cosas, aquellos sentimientos, aquella persona que te mantiene en pie. O simplemente te mantiene tranquilo hasta que sea suficiente. ¿Qué pasaba con las parejas casadas? Prometieron estar juntas para toda la vida, ¿Por qué hacen juramentos que no tienen claro si pueden cumplir? Ellos mismos dicen que el futuro es incierto. ¿Tan tonto te trae el amor como para pensar que con eso puedes atravesar todo? 

Lo más probable, es que un chico como yo, joven, solitario y soltero, sencillamente no lo entiende. A lo mejor ni siquiera entiendo lo que es el matrimonio, ni la importancia que tiene cuando estás ya en una relación. Sólo es algo de lo cual simplemente surge, o no se da en ningún momento.

Porque sí existía eso, el juramento de amarse hasta que sea algo imposible, simplemente no me cabía en la cabeza.

También puede ser por el simple hecho de que todo mundo puede romper ese juramento de amarse, ser fiel y respetarse. A veces la gente pierde un poco la cordura, matando a sus parejas, dañándolas o engañándolas. ¿Acaso no tienen suficiente con sus actuales parejas? ¿Qué los hace pensar que esa es la solución a sus problemas? ¿Por qué? 

Hay tantas preguntas, tantas, que no me caben en la cabeza. Y pensarlas a las seis de la tarde luego del trabajo, el cual me taladraba las neuronas, la verdad me freía todo. Me sentía indeciso, incapaz de cambiar mi incómoda ropa de trabajo. Incapaz de moverme por más que lo intentara. 

Estaba desolado. 

Solo.

Aturdido. 

¿Cómo debía sentirme? ¿Qué debería hacer para entender algo tan sencillo y complicado como lo era el amor y los juramentos? ¿Qué debía distinguir? 

La memoria era frágil. ¿Qué pasaba si olvidabas a tus seres queridos como lo hace mi madre con todos? ¿Llegaría a ser así algún día? ¿Seré así? ¿Me convertiré en un frasco vacío del cual todo se escapa?

Comencé a hablar solo con Ali, una de mis gatas. Sencillamente no necesitaba a nadie que entrara a mi vida. No quería exponer a alguien a que sea olvidado por mi en un futuro. Porque sí podía pasar, fácil y rápido, con mucho dolor. No quería eso.

—Ali, ¿Por qué me pasa esto a mi?—Comenzó a lamer mi mano con cuidado, mientas ronroneaba de forma dulce. Casi como si me calmara. Que tedioso era hablarle a un gato como si fuera a responderme.—¿Debería buscar a alguien? ¿Debería amar?

Maulló, y me miró a los ojos. Era agradable hacerlo. Era una mirada inocente. 

Acaricié su cuello y se fue para corretear por algún lado. Me levanté y me vestí con algo más cómodo. 

Tiempo después, recibí una llamada, mientras cenaba. ¿Algo pasaba?

—¿Hola?—Respondí tembloroso. ¿Qué era esto?

—¿Wonwoo?—Susurró una voz calmada, ronca, profunda, como si buscara guardar el silencio de ese lugar. Su voz sonaba áspera, pero cálida, como si buscara susurrarme al oído pese que estábamos hablando por teléfono.—¿Puedes anotar mi número?

—¿Tu número? ¿Para qué?—La respiración se me atascó en la garganta. Mi estómago se estrechó. Nunca en mi vida he intercambiado números, aparte de motivos profesionales, y cosas. Esto me ponía nervioso y no sabía porqué. Miré ahora a Ari, la cual estaba sentada agitando su cola un poco, maulló y ronroneó.

—Eh... Sólo te lo voy a dar. Es para darte un informe diario de como está tu madre. No siempre puedo llamarte, y no siempre puedes contestar. Pensé que era más práctico.—Suspiré un poco y me levanté de la silla en la cual estaba sentado. Su voz sonaba firme, segura. Quizá un poco temblorosa, pero lo asumí debido a que estaba ocupado haciendo otras cosas con esfuerzo aún en el trabajo.

—¿Sigues en la residencia trabajando?—Pregunté con delicadeza, le serví comida a las gatas mientras él se mantenía en silencio. Un leve gruñido de esfuerzo sonó cerca de la aurícula del móvil, sonando en la llamada.—¿Mingyu?

—No, estoy en mi casa...—Su respiración agitada y los ruidos me señalaban que estaba moviendo cosas, haciendo esfuerzo en ello. Bastante esfuerzo físico. ¿Qué diablos hacía?—Me mudé otra vez, y bueno, estoy poniendo muebles.

—Oh... Bueno, eh.... Dame tu número y te dejo, pareces ocupado.—Mi tono de voz bajó un poco. Me estaba poniendo nervioso el hecho de que la llamada no tenía ningún punto. Joder, ¿Por qué me ponía nervioso? Las llamadas telefónicas nunca fueron mi fuerte, siempre fueron un estorbo para mi. Siempre me pongo nervioso y no sé como contestar, con gélidos silencios que me incomodaban a mi y a la otra persona en cuestión. Que horrible era esto.

Luego de un rato, ya tenía su número.

—¡Hey! Podríamos-

—Hasta luego Mingyu.—Dije rápido. No quería hacerlo gastar más tiempo. 

Me senté en el sofá y suspiré completamente acelerado. Que malditamente tedioso. 

—Joder, ¿Qué quiere aparte de mensajes? ¿Por qué me pide mensajes? Ali dame una respuesta.—Ambas gatas jugando, siendo ellas mismas con un ratón pequeño de juguete y mis dudas sólo me hacían sonreír.—Debería descansar. 

Suspiré y me senté en la silla mecedora para tomar mi computador encima, y comenzar a escribir. Mi pasatiempo más seguro aparte de la lectura, y el hecho de investigar cosas aleatorias, era escribir. Para mi era más que eso. Escribía para poder vivir, no lo hacía por simple hobbie o pasatiempo. Era mucho más que eso. Trabajar en una editorial era lo que necesitaba, para tener algo en lo qué acercarme para poder estar cerca de grandes escritores, o de gente que sepa de esto. Quizá así me daría más oportunidad de tener mi propio libro. Era una utopía hermosa que parecía real en mis sueños. Un mundo onírico donde podía ver lo que más deseaba, mas no podía conseguir. Y cosas tan sencillas como seguir mi carrera o recorrido como escritor era una de ellas. 

Un hermoso anhelo. 

Y algo que a lo largo de los años no he podido soltar. 

Miré por la ventana, el sol se iba, los edificios cercanos de la inmensa ciudad me estaban dando una despedida para este día. Las luces de las oficinas se apagaban, de algunos edificios residenciales se prendían luces. Gente seguramente llegando a sus hogares. La gente con familia, la cual podía abrazar, amar y mimar. Las personas las cuales te esperan o llegan junto a ti a casa. 

Quizá más de alguno era recibido por su mascota como yo, pero en verdad.

Quería un par de brazos, los cuales no estaría obligado a soltar. 

«Remember»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora