Nueve: Vida y muerte.

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La vida y la muerte están separados por una difusa línea, donde casi no puedes distinguirlo. Hay algo tan delgado separándolos, que en cinco segundos puedes pasar de una a otra.

Pero no viceversa.

Nadie puede volver de la muerte. 

Y eso, es lo que siempre decimos.

"Todo tiene remedio, menos la muerte". Y eso nos hacía callar el llanto cuando pequeños. Nos limpiábamos las lágrimas y buscábamos las solución más práctica a lo que sería un problema. ¿Por qué comparábamos problemas menores con la muerte? ¿Acaso si no es la muerte no es un problema difícil o complicado? 

Habían cosas incluso peores que la muerte. 

Como estar muerto vivo. 

No disfrutar de lo único que te hace feliz. O simplemente vivir por vivir. 

Las veces que uno simplemente se siente decaído a veces terminan siendo incontables. Pierdes las veces en las cuales no quieres levantarte de la cama, o no quieres comer, dormir, o sencillamente existir. Cuando todo termina siendo confuso, eso que dudas en hacer. Al fin y al cabo, tu rutina de todos los días se vuelve tan difícil de repetir que era mejor.

Quizá entre la muerte y la vida no había mucha diferencia cuando no tienes porqué vivir. Quizá y sólo quizá esa era la respuesta. Vivir por algo, sentir felicidad. 

Sin embargo, la mayor pregunta e interrogatoria del ser humano en su periodo de consciencia e inteligencia, es: 

¿Qué es la felicidad?

¿Qué te da?

¿Que te lo da?

¿Cómo se consigue?

¿Podemos estar siempre felices? 

Y muchas otras. 

Quizá en realidad somos alegres, pero no felices. Una alegría por algo momentáneo como un nuevo integrante en la familia, un auto, una casa nueva, un ascenso, una pareja.

Mas, todo llega a su fin. Todo se desgasta y se transforma en algo usado y aburrido que la rutina termina comiendo de adentro hacia afuera. No había otra cosa. Tal vez ese era el problema. La constante disconformidad de todos. Nadie se conforma con nada, tal vez eso nos lleva a estar infelices un periodo de tiempo o ser así como somos los seres humanos encarecidos de esperanza. Quizá y sólo quizá eso era lo que más complicaba a todos. La falta de satisfacción en sus vidas. A veces terminamos diciendo que estamos bien, por simple inercia. Son pocos los que se toman el tiempo de responder con sinceridad. Pocos son los que piensan su respuesta en vez de responder con lo que todos creen saber. Pocos son los que dejan fluir lo que sienten. 

Pocos son los que expresan y no se guardan las cosas malas que los terminan envenenando dolorosamente y de a poco.

Pocos decían que morían por dentro. 

Pocos se enfrentaban sin luego llorar. 

Yo, era uno de ellos. Todos los que piensan que Jeon Wonwoo es un chico maduro, que no llora y es capaz de varias cosas, se desintegra al llegar a casa, o cuando toma cafés con Mingyu. Sí, era todo tan diferente. 

—Mingyu.

—¿Hm?—Dijo dándole una calada a mi cigarro, mirando ambos por la ventana de la sala de descanso, ambos apoyados compartiendo un cigarro.

—¿Alguna vez te has sentido lo suficientemente perdido como para intentar cosas que nunca has intentado?—Mingyu rió botando el humo entre sus labios.

—Como todos supongo. Cometemos estupideces cuando estamos en un punto bajo.—Sonrió.—Cuando estoy triste, voy solo a un karaoke a cantar un par de horas. Si estoy enojado, triste, avergonzado o feliz. Sobre todo triste. Incluso tengo membresía. 

Reí ante su comentario.

—¿Qué haces tú cuando estás en esos puntos?

—Escribo. Escribo como si el alma se me fuera en ello.—Sonreí con tranquilidad.—Escribo hasta que vomito por los dedos lo que por los labios no puedo.—Mingyu giró su rostro hacia mi. Apagó el cigarro y lo dejó a un lado del borde de la ventana. Tomó mi mentón entre su  índice y pulgar, obligándome a mirarlo como si no tuviera más idea de como ver a alguien, como si fuera mi último rayo de luz y esperanza. 

—A veces puedes expresar más con la mirada que con la boca.—Susurró, mientras despejaba un cabello de mi frente, un mechón rebelde el cual estaba sobre mi frente, meneándose con el viento. Su mano se sentía suave, no quería despegarme de ella.—Y puedo ver muchas cosas en tus ojos.

—¿Sí? ¿Cómo qué?

—Lástima, dolor... Amor, tranquilidad, gratitud... Y quizá algún recuerdo doloroso que no logro identificar.—Susurró, con un tono de voz grave, sonriendo mientras miraba al frente. Su mano tocó la mía, entrelazando nuestros dedos y suspirando.—No somos tan diferentes, Wonwoo.—Besó mi cabeza y me miró.

—¿A qué te refieres?—Susurré, acariciando su mano.

—Me refiero a que pasaste por cosas feas. Y comparto ese mismo sentimiento de perdición. Has perdido todo, tanto, que ya no te da miedo perder nada.—Se encogió de hombros, sonriendo.—Esa mirada me dice que tengo razón.—Mis ojos estaban sobre los suyos. Podía escuchar su respiración calmada, esta conversación parecía no afectarle en nada. Me gustaba escucharlo así, tan relajado tomando mis sentimientos y recuerdos como si nada. 

—La tienes. He perdido muchas cosas como para ahora preocuparme por tenerlas o no.—Sonreí de lado mientras apoyaba mi cuerpo más en el suyo.—Lamentablemente me arrepiento de muchas cosas.

—Lo sé. Debe ser difícil.—Me abrazó y suspiró.—Deberíamos salir juntos algún otro día. Sólo nosotros. 

—¿En serio?

—¿No te gusta la idea?—Me separó de él para mirarme. Sus ojos parecían esperanzados.—Puedes rechazarme si quieres, no me enojaré.

—Claro que me gustaría. Aunque debe ser un día que no tengamos mucho trabajo.—Asentí con una sonrisa.

—Yo me hago espacio en mi apretada agenda por ti, siendo totalmente sincero.—Su voz sonaba seria, completamente confiada en lo que decía.—Ya me haré un hueco donde no tenga que estar siempre aquí, o por un fin de semana. 

—Claro. Avísame. 

Nos quedamos en silencio, sonriéndonos, como si las sonrisas y los ojos tiraran chispas tan incandescentes que nadie ni nada podía detenernos o interrumpirnos. El ambiente era perfecto. Algunas bocinas por la ciudad resonaban, y nuestras respiraciones parecían más importantes que los molestos ruidos del resto del mundo.

Al menos no todo estaba perdido.

Al menos no todo era yo y mi sentido de supervivencia cada día.

Alguien más compartía lo mismo que yo.

«Remember»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora