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Luna llena: 2

Al día siguiente, nos despertamos los dos por la tarde, a una hora bastante avanzada. Yo tenía el día libre. Leía el periódico con desgana, comiendo pan, cuando Hyungwon salió de su habitación. Se lavó la cara y se sentó a mi lado:
—A ver, quizá me pase un rato por la universidad— dijo bebiéndose un vaso de leche.

—Ve con los estudiantes. Haz lo que quieras— dije.

Le di la mitad del pan. Hyungwon lo tomó, dijo:
—Gracias— y se lo comió.

Estábamos así, inclinados delante de la tele, y entonces tuve una sensación extraña, la de ser una verdadera huérfana.

—Yang Mi, ¿vuelves está noche a tu casa?— me dijo Hyungwon levantándose.

—A ver...—pensé—, me iré después de la cena.

—Caramba. Una cena hecha por una profesional— dijo Hyungwon.

Me pareció una idea muy alegre y me lo tomé muy enserio:

—De acuerdo. Lo haremos a lo grande. Ya verás, cocinaré hasta morir.

Planeé con entusiasmo un gran banquete, apunte en un papel todos los ingredientes y le ordené que fuera a comprarlos:

—Toma el coche. Y cómpralo todo. Son las cosas que más te gustan, así que vuelve pronto, contento y con la idea de comértelo todo hasta reventar.

—¡Bah! Hablas como una esposa— y se marchó protestando.

En cuanto se cerró la puerta y me quedé sola, me di cuenta de que estaba muy cansada.

La habitación estaba tan silenciosa que no se sentía el tiempo que marcaban los segundos.
Reinaba una atmósfera inmóvil que me hacía sentir culpable de que sólo yo viviera y me moviese.

Una habitación siempre es así después de que alguien haya muerto.

Hundida en el sofá, miraba distraídamente cómo el gris de principios de invierno cubría las calles al otro lado del ventanal.

Pensé que no podía soportar el aire frío y pesado del invierno que se filtraba como una niebla por parques y calles, por todos los lugares de aquel pequeño barrio.
Me sentía aplastada. No podía respirar.

Los grandes hombres, sólo con existir, emiten una luz que ilumina a quienes están a su alrededor. Y cuando esta luz se apaga proyecta una sombra pesada, irremediable. Quizá fuera una grandeza pequeña, pero Suni estuvo aquí y luego desapareció.

Al tenderme en el sofá, recordé lánguidamente que el techo blanco me había salvado.
Justo después de morir mi abuela, lo contemplaba a menudo por las tardes, cuando no estaban ni Hyungwon ni Suni.

Sí, mi abuela murió, perdí a la única persona de mi sangre y pensé que no tenía sentido.
Estaba convencida de que no podía haber cosa más absurda que ésa, pero sucedió algo aún peor. Suni fue para mí un ser gigantesco.

Aunque sea cierto que la buena y la mala suerte existen, depender de ellas es una actitud muy cómoda. Sin embargo, aunque pensara así, mi dolor no disminuiría.
Desde que me di cuenta de esto, me convertí en una adulta repugnante capaz de compaginar las cosas más absurdas con las de todos los días. Pero me hizo la vida más fácil.

kitchen ;; chae hyungwonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora