epílogo

29 1 1
                                    

El comienzo del adiós

El tiempo se deslizó entre nosotros, su corriente llevando consigo la pesada carga de la pérdida. Hyungwon y yo, de la mano, cerramos las heridas que la ausencia de Suni había dejado en nuestros corazones.
Decirle adiós a Suni se volvió un ritual necesario, un acto de liberación para seguir adelante en el fluir de la vida.

Decir "adiós" era inevitable, pues Suni ya no regresaría a nosotros.
Pero en ese adiós, encontramos la fuerza para avanzar, como el agua que fluye entre las piedras de una montaña emocional.

Iniciar de cero se convirtió en un desafío que abrazamos con valentía, enfrentándonos a la nostalgia que nos embargaba.

En ese viaje de reconstrucción, Hyungwon y yo nos apoyamos mutuamente. La sombra de los recuerdos de Suni se disipó, transformándose en una luz que iluminaba nuestro camino. Aunque ya no estábamos solos, nos teníamos el uno al otro para superar la pérdida y la soledad.

El comienzo del adiós que habíamos labrado era palpable mientras nos dirigíamos hacia el panteón. Hyungwon notó mi silenciosa reflexión y me ofreció su mano con delicadeza.
Nuestras miradas compartían más que palabras; expresaban la complicidad de dos almas que entendían sin necesidad de explicaciones.

—Vamos —dijo él suavemente mientras descendíamos del auto.

—Sí... me siento extraña, no sé cómo explicarlo.

—Entiendo tus sentimientos.

Una sonrisa compartida bastó para comunicarnos. Con Hyungwon, las palabras no eran imprescindibles; nuestras miradas y gestos decían lo que necesitábamos expresar.

Caminamos hacia la entrada del panteón, y aunque su naturaleza evocaba tristeza, la vida se manifestaba en cada tumba adornada con flores. Llegamos finalmente a la tumba de Suni, donde deposité las flores con cariño.

—Estoy en casa, Suni.

—Estamos —corrigió Hyungwon.

Su mano apretó la mía, y juntos rendimos nuestros saludos a Suni. Nos despedimos y abandonamos el lugar, dejando que el espíritu de Suni descansara en paz.

La tristeza se desvaneció, pero no la memoria radiante de Suni. No nos aferramos a esa imagen, conscientes de que la tristeza podría apagarla. Decidimos dejarla ir para mantener viva su luz en nuestros corazones..


Las risas, lágrimas, murmullos y gritos  en aquella cocina que tanto me gusta no volverán a escucharse, pero Hyungwon y yo seguiríamos adelante preparando y cocinando nuevos recuerdos que degustaríamos y acompañarían en este nuevo camino.

El inicio de este adiós marcaba el comienzo de un nuevo capítulo, una página en blanco en la historia de mi vida, de la vida de Hyungwon... en nuestra vida y en nuestra cocina.










(El epílogo fue escrito por mí, espero les haya gustado)

kitchen ;; chae hyungwonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora