fumaba su vigésimo cigarrillo diario mientras paseaba por la ciudad en su auto de último modelo, las noches eran infames ahí donde todos escondían vidas asquerosas bajo un manto tejido con hilos de oro. su vida chorreaba despilfarro e inestabilidad, bajo su traje caro y su corbata se asomaban las entrañas podridas en las que se había convertido su existencia. largaba el humo por su nariz mientras observaba con asco la realidad que lo que rodeaba, realidad no mucho mejor que su lujosa casa dentro de la cual la corrupción y el veneno adoraban las paredes.
las calles mal asfaltadas, las avenidas solitarias, cómo uno podía escapar de su cabeza si al salir no era más que un infierno con distinto nombre.
tiró lo poco que quedaba de su cigarrillo ya apagado, y su vista se concentró en lo que sucedía mientras conducía más lento. ¿sentirían tanta repulsión los demás como él la sentía por sí mismo y por todos?
una mujer estrambótica y de mal augurio se encontraba sentada en el borde de la calle en una esquina, su maquillaje mal hecho y corrido y su cabello desprolijo demostraban qué era. y quizás ella no lo sabía entonces, pero esa noche nunca terminaría, ya no llegaría a su mugriento departamento en un barrio de quién sabe dónde. y quizás ella no lo sabía entonces, pero de cierta forma, si lo hubiese sabido, lo agradecería. ya con el ser consumido y manchado por otros y el alma raída como un trapo viejo, seguir con vida sería lo último que rogaría, ¿qué sería de ella si hubiese despertado con sus ropas rotas y con quemaduras y cortes a lo largo del cuerpo?
él siguió su camino, y pasando por un parque, divisó a un par de chicos, caminando tranquilamente y apenas rozando sus manos, cada tanto se daban la vuelta con cautela para ver si alguien andaba a la vuelta e intercambiaban besos cortos, y se mantenían abrazados por unos segundos como si dijeran "esto es mejor que nada" para después cruzar la calle y continuar por distintas veredas. ¿quién diría que mientras uno de ellos sería repudiado, exiliado sometido al odio y al castigo ante dios por su familia, repitiendo el mismo versículo de la biblia que al parecer valía lo mismo que una vida y siendo maldecido cada domingo frente a una estatua con corona de espinas y manos sangrantes; el otro terminaría en una camilla con el rostro desfigurado y su mente gritando al son de "¡desviado de mierda! no llores, maricón, decí que no te matamos por trolo, es lo menos que merecés" mientras lo escupían y pateaban, fracturando sus costillas y reventando su alma.
cruzó por al lado de una chica que caminaba con su mochila, rápidamente, esas no eran horas para andar sola en la calle —en realidad, ¿había una hora que lo fuera?—, al sentir la cercanía del auto, pudo ver en su expresión el temor tomándola y cruzó al lado contrario. más tarde el miedo se personificaría en horror cuando a duras penas se desharía del agarre de otros hombres que, sin que lo notara, la seguían de cerca. y al llegar a su casa lo más rápido que sus piernas le permitirían y con las lágrimas nublando su vista pensaría "yo hoy tuve suerte, pero otras no" mientras imaginaba el discurso que armarían aquellos que la culpabilizarían por las circunstancias en las que fue asesinada mientras sus padres lloraban y lo único que los medios decían era "una joven fue encontrada muerta", como si su muerte hubiera sucedido a manos del destino, y una vez más, la justicia dejaría impunes a sus asesinos.
recordó que al otro día tendría que ir a misa mientras pasaba por el cementerio, también recordó que la mañana que seguía ahí se dedicarían a orar por las almas destruidas por guantes blancos, aquellos que deberían traerlas a la vida, y mientras el sacerdote rezara plegaria tras plegaria por "las dos vidas" semanas más tardes saldría en el título del diario que fue acusado de pedofilia; en primera fila estaría con el médico más famoso de su ciudad, y éste le contaría con orgullo, como si de un milagro se tratase, que una niña había dado a luz en el hospital esa madrugada, y que si bien la violación merecía ser castigada, ser madre era un regalo de dios.
entonces, por dentro, maldijo aquel lugar y a todos en él. y una vez dentro de los muros de su hogar, miró por última vez a la ventana y se culpó por ser parte de los filamentos de realidad que son sacados poco a poco de las esperanzas para convertirse en alimento del cinismo y la crueldad de una verdad de la cual se alimentan los buitres, una verdad podrida que se transforma en carroña y de la cual todos comen.
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Catarsis de lo infame
PoesíaDe cuando la realidad se vuelve insoportable y las verdades tormentosas poseen al alma infame, perdida en las tristezas insípidas de una sociedad ahogada en sí misma. Portada por: @isnunchi