♦️Cápitulo 8♦️

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Literalmente todo era real. Real a una escala que la volvía loca y eso era mucho más que su propio corazón.

Amaba ese país y toda la libertad que tenía en este, si bien tuvo que pasar por diferentes situaciones que le habían asustado y provocado un vacío, tenía a la "magia" de su lado. Ya tenía lo que quería, amor y un lugar en el que podía ser libre... ¿Pero qué tan libre?

Por Aliciel, cuando nació ese niño todo se vino abajo.

Blue se lo había explicado, su tiempo en ese lugar llegaba a su fin. Debía enfrentar su realidad de ahora en más, pero no quería hacerlo. Ella no se detendría nunca, ella QUERÍA ese mundo para ELLA.

–¡Es que no puedo creerlo! .– Grito la chica mientras lanzaba una roca al lago y pataleaba.– ¡Es MI mundo! ¡No puede quitármelo ese estúpido bebé!

–Es tú hermano, Alice.– Respondió el sombrerero mientras tomaba su taza de té, habían hecho un pequeño picnic frente al lago.

–¡Ojala se muera!.– Grito nuevamente, ignorando a su pareja que le miraba sin emociones, era casi un cascarón vacío. Ya no quería oír eso otra vez.

–Alice, no podemos hacer nada.

–Si, si podemos.– Respondió furiosa, acercándose a él y tirando de su taza de té al suelo para agarrarlo del cuello de su camisa.– ¡Tú eres mío, debes apoyarme!

Apoyarla no era tan fácil como ella creía, no podía hacerlo.

. . .

. . .

. . .

[...]

Cuando al fin recuperó la conciencia, pudo oír la voz de Blue cantando una triste canción de cuna y como la calidez de la ropa de cama lo abrazaba, aún con eso, sentía un vacío crecer en su corazón. Se movió para poder levantarse, apenas abriendo los ojos y entonces Blue se silencio, levantó la mirada hacia el adulto que se encontraba sentado a una distancia modesta de la cama, de tan solo encontrarse con su mirada azul sintió que las lágrimas brotaban solas.

–¿Lo sientes, verdad? .– Preguntó mirando con seriedad al niño, poco después se levantó y se acercó a su lado para sentarse, envolviéndolo en un abrazo comprensivo.

–¿Qué es esto? .– Logró decir entre hipidos y sorbidos de nariz, aferrado al abrazo de Blue, sentía como todo el cuerpo le temblaba.

–Lo que Alicia estaba tramando.– Explicó, acariciando su espalda.– La única maldición que puede existir en el mundo de las maravillas.

–¿Qué?.

–Ten, come esto.– Indicó la oruga separándose del rubio y extendiendo un pequeño pastelillo, el pequeño sollozo al ser alejado pero aceptó y lo engullo de una sola mordida, sin muchas preguntas.

A cada mordida que daba sentía la esencia de alguien diferente, personas, animales, incluso emociones y recuerdos.

Blue, cariño, primer abrazo de verdad.

Príncipe, respeto y risas.

El sombrero, miedo y escondidas.

Mo, valentía y amigos.

White, correr, caídas y el tiempo.

Los gemelos, primeros amigos y muchos juegos.

Chershire, amor, comprensión y primer sueño sin pesadillas.

Rey rojo, amor, calma y miedo.

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Y, con Alicia... Nada.



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¿Puedes ser libre después de tanto tiempo?.

Se lo preguntaba a sí mismo cada vez que aparecían los recuerdos.

Ahora recostado en la cama mirando su techo lo volvía a repasar. Nunca volvió a sentir, pero eso era igual que antes, antes de sentir de verdad. Hacía tiempo, años en realidad, que conoció a un niño, uno de verdad.

Recordaba estar en el castillo siempre, solo y sin nadie con quien hablar de cómo había construido un nuevo pueblo para jugar con ramitas y hojas, sin nadie con quien compartir risas, sin una razón para salir de casa y jugar. Su madre la reina roja nunca lo veía, su padre... Fue decapitado cuando era un bebe así que no podía pensar en él, y no sentía culpa de eso. Se levantó con el rostro tranquilo, siempre igual, solo quería dejar que su corazón volviera a latir.

–No me sueltes, vamos a poder jugar mucho.– Explicaba el rubio mientras apretaba su mano. Habian salido del castillo por una puerta secreta y eso era maravilloso, por primera vez sus ojos se deslumbraron por la magia real.

–¿Jugar?.

–¡Si!, ¡Evan, vamos a jugar!

Nunca dejaría de sonreír con ese recuerdo, de un tierno rostro y de ese corazón real que giró a verlo y lo rescato de la soledad.

–Evan, en realidad esto no es real...

No podía con ese rostro decepcionado, no podía con ese corazón tan hermoso hecho trizas.

–Voy a ir por ti, Al.

El rubio le miró con una sonrisa triste.

–No olvides esa promesa, siempre estaré esperándote.

Sabía que Alicia había vuelto, o al menos era lo que todos decían. Solo quería ignorar el hecho de que él la había atravesado con una espada. ¿Sería Aliciel de quien hablaban? No, él nunca volvió, quizás ya nunca podría hacerlo de nuevo.

Llevaba días espiando ambos reinos, a todos aquellos que alguna vez fueron quienes rodeaban a sus ojitos del cielo. Debía saber si realmente era él. Pero nada había que lo delatara.

Se acerco a la ventana y miro todo el paisaje, podía ver incluso el reino vecino y le encantaba, siempre le gustaron los colores claros pero fue obligado a usar solo el rojo y el negro.

Ellos no sabían que lo amaba, no sabían que él había sido el que más amo a Aliciel, nadie lo sabía.

Una de sus mucamas tocó a su puerta y avisó que debía bajar para hacer sus deberes de rey, para ayudar a su pueblo, lo que le hizo despegarse de la ventana y vestirse correctamente, odiaba verse en el espejo. Ese jodido cabello negro, esas jodidas pecas con forma de las pintas de una baraja, ese estúpido traje de rey... ese torpe corazón soñador.

Bajo con el rostro tranquilo hasta el salón donde le esperaban sus consejeros, uno de ellos le sonrió, su único amigo dentro del castillo. Era un chico mitad dragón de nombre Arkk, y solo él sabía todo eso que lo atormentaba. El mayordomo de mayor rango se acercó con la corona pulida y entre reverencias del público en frente, la colocó en lo alto de su cabeza.

–Espero todo esté en orden, no tengo ganas de tener que solucionar problemas extras.– Le murmuró a su amigo una vez ya estaban fuera del castillo, en camino al gran salón que estaba en medio del pueblo. Desde que era rey, las cosas eran tranquilas y no había más peleas entre su pueblo para encajar.

Al menos eso era lo que tenía en mente hasta que la onda de sonido llegó a ellos, removiendo los árboles de rosas rojas, habiendo que tanto pétalos como hojas cayeran y se deslizarán al suelo en movimientos lentos.

Esa voz... ¡Era de él!

Aliciel había vuelto.

Su cuerpo se quedó quieto mientras los pétalos sueltos caían al suelo, sobre las cabezas de los demás y las voces de la gente se volvían a segundo plano para sus oídos.

Por fin, al fin había vuelto, no lo dudaba. Miró a su amigo y este solo sonrió de oreja a oreja, sin duda irían a por él donde fuese que estuviera.

Aliciel in Wonderland [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora