CAPITULO 3: DETERMINACIÓN

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Thor alzó una ceja ante la cruda e inesperada analogía. Pero más que las palabras, lo que le sorprendió fue el tono amargo de su voz. Debieron utilizarla en el pasado. No
era de extrañar que se asustase de él.
Tenía muchos pecados que expiar. Algunos habían sido tan grandes que dos mil años de cautiverio no eran más que el principio de su condena.
No es que fuese un bastardo de nacimiento; es que, tras una vida brutal, plagada de desesperación y traiciones, había acabado convirtiéndose en uno.
Cerró los ojos y se obligó a alejar esos pensamientos. Eso era, historia antigua y esto era el presente. Loki era el presente.
Y estaba en aquí por él.
Mientras lo observaba, sus labios dibujaron una lenta sonrisa. Ésta sería la primera vez que tendría que perseguir a una persona para que lo aceptara. Anteriormente,
ninguna persona había rechazado su cuerpo.
Con la inteligencia de Loki y su testarudez, sabía que llevárselo a la cama sería un reto comparable al de tender una emboscada al ejército romano.
Sí, iba a saborear cada momento.
Igual que acabaría saboreándolo. Cada dulce y delicioso centímetro de su cuerpo. Loki tragó saliva ante la primera sonrisa genuina de Thor. La sonrisa suavizaba su expresión y lo hacía aún más devastador.
¿Qué demonios estaría pensando para sonreír así?
Por enésima vez, sintió que se le subían los colores al pensar en su discursito. No lo había hecho a propósito; en realidad no le gustaba desnudar sus sentimientos ante
nadie, especialmente ante un desconocido.
Pero había algo fascinante en este hombre. Algo que percibía de forma perturbadora.
Quizás fuese el disimulado dolor que reflejaban de vez en cuando esos celestiales ojos azules, cuando lo pillaba con la guardia baja.
No lo sabía.
El reloj de pared del recibidor de la escalera, dio la tres.
- ¡Dios mío! -Dijo asombrado por la hora-. Tengo que levantarme a las seis de la mañana.
- ¿Te vas a la cama?, ¿a dormir?
Si el humor de Thor no hubiese sido tan huraño, el espanto que mostró su rostro habría hecho reír a Loki de buena gana.
- Tengo que irme.
Él frunció el ceño...
¿Dolorido?
- ¿Te ocurre algo? -preguntó el.
Thor negó con la cabeza.
- Bueno, entonces voy a enseñarte el sitio donde vas a dormir y...
- No tengo sueño.
A Loki le sobresaltaron sus palabras.
- ¿Qué?
Thor lo miró, incapaz de encontrar las palabras exactas para describirle lo que sentía.
Llevaba atrapado tanto tiempo en el libro, que lo único que quería hacer era correr o saltar. Hacer algo para celebrar su repentina libertad de movimientos.
No quería irse a la cama. La idea de permanecer tumbado en la oscuridad un solo minuto más...
Se esforzó por volver a respirar.
- He estado descansando desde 1895 -le explicó-. No estoy muy seguro de los años que han transcurrido, pero por lo que veo, han debido ser unos cuantos.
- Estamos en el año 2011 -le informó Loki-. Has estado «durmiendo» durante ciento dieciséis años. -No, se corrigió él mismo. No había estado durmiendo.
Él le había dicho que podía escuchar cualquier conversación que tuviera lugar cerca del libro; lo que significaba que había permanecido despierto durante su encierro.
Aislado. Solo.
Y Loki era la primera persona con la que había hablado, o estado cerca, después de cien años.
Se le hizo un nudo en el estómago al pensar en lo que debía haber soportado. Aunque la prisión de su timidez nunca había sido importante para él, sabía lo que era escuchar
a la gente y no ser parte de ellos. Permanecer como un simple espectador.
- Me gustaría poder quedarme despierto -dijo, reprimiendo un bostezo-. De verdad; pero si no duermo lo suficiente, mi cerebro y mi cuerpo se quedan sin batería.
- Te entiendo. Al menos entiendo lo esencial, aunque no sé que es la batería.
Loki todavía percibía su desilusión.
- Puedes ver la televisión.
- ¿Televisión?
Busco el control remoto y encendió el televisor y le enseñó a cambiar los canales con el control.
- Increíble -susurró él mientras hacía zapping por primera vez.
- Sí, es algo muy útil.
Eso lo mantendría ocupado. Después de todo, según su amigo los hombres sólo necesitaban tres cosas para ser felices: comida, sexo y un control remoto, aunque que siempre decía que eso no se aplicaba a ellos dos. Pero al menos dos de tres deberían
mantenerlo satisfecho un rato.
- Bueno -dijo mientras se dirigía a su habitación-. Buenas noches.
Al pasar a su lado, Thor le tocó el brazo. Y, aunque su roce fue muy ligero, Loki sintió una descarga eléctrica.
Con el rostro inexpresivo, sus ojos dejaban ver todas las emociones que lo invadían.
El pelinegro percibió su sufrimiento y su necesidad; pero sobre todo, captó su soledad.
No quería quedarse solo.
Humedeciéndose los labios -se le habían secado de forma repentina-, dijo algo increíble.
- Tengo otro televisor en mi habitación. ¿Por qué no ves allí lo que quieras, mientras yo duermo?
Thor le dedicó una sonrisa tímida.
Fue tras él mientras se dirigían a la habitación, estaba totalmente sorprendido por el hecho de que Loki lo hubiera comprendido sin palabras. Había tenido en cuenta su necesidad de compañía, sin preocuparse de sus propios temores.
Eso le hizo sentir algo extraño hacia él. Una rara sensación en el estómago.
¿Ternura?
No estaba seguro.
Loki lo llevó hasta una enorme habitación presidida por una cama, situada en la pared opuesta a la puerta de entrada.
Enfrente de la cama había una cómoda y, encima como sujetado por algo en la pared
¿cómo lo había llamado Loki?, ¿televisión?
Observó cómo Thor paseaba por su dormitorio, mirando las fotografías que había en las paredes y sobre los muebles; fotografías de sus padres, de Tony y él en el instituto, y una de los perritos que tuvo cuando era pequeño.
- ¿Vives solo? -le preguntó.
- Sí -dijo, acercándose a la silla que estaba junto a la cama. Su pijama estaba sobre el respaldo. Lo cogió y después miró a Thor y a la toalla roja que aún llevaba alrededor de sus esbeltas caderas. No podía dejar que se metiera en la cama así.
Seguro que puedes.
No, no puedo.
¿Por favor?
¡Shh! Parte irracional de mí, cállate y déjame pensar.
Aún guardaba la pijama que Clint olvido en su casa cuando hacían las reuniones para ver películas. Teniendo en cuenta la anchura de los hombros de Thor, estaba seguro
de que los polos no le servirían, pero los pantalones tenían cinturas ajustables y al menos no se le caerían.
- Espera aquí -le dijo-. No tardaré nada.
Después de verlo marcharse como una exhalación, Thor se acercó a los ventanales y apartó las cortinas de encaje blanco. Observó las extrañas cajas metálicas -que
debían ser automóviles- mientras pasaban por debajo de la casa con aquel zumbido tan extraño que no cesaba un instante, semejante al ruido del mar. Las luces iluminaban las calles y todos los edificios; se parecían a las antorchas que había en su
tierra natal.
Qué insólito era este mundo. Extrañamente parecido al suyo y, aun así, tan diferente.
Intentó asociar los objetos que veía con las palabras que había escuchado a lo largo de las décadas; palabras que no comprendía. Como televisión y bombilla.
Y por primera vez desde que era niño, sintió miedo. No le gustaban los cambios que percibía, la rapidez con la que las cosas habían evolucionado en el mundo.
¿Cómo sería todo la siguiente vez que lo convocaran?
¿Podrían las cosas cambiar mucho?
O lo que era más aterrador, ¿y si jamás volvían a invocarlo?
Tragó saliva ante aquella idea. ¿Y si acababa atrapado durante toda la eternidad?
Solo y despierto. Alerta. Sintiendo la opresiva oscuridad en torno a él, dejándolo sin aire en los pulmones mientras su cuerpo se desgarraba de dolor.
¿Y si no volvía a caminar de nuevo como un hombre? ¿O a hablar con otro ser humano, o a tocar a otra persona?
Esta gente tenía cosas llamadas computadores. Había escuchado al dueño de la biblioteca hablar sobre ellos con los clientes. Y unos cuantos le habían dicho que, probablemente, los computadores sustituirían un día a los libros.
¿Qué sería de él entonces?
Vestido con su pantalón y polo de pijama blanco, Loki se detuvo en la habitación que alguna vez habían habitado sus padres, ahí había colocado la pijama de Clint para que
no se confundiera con su ropa, y observo donde guardó los anillos de boda el día posterior al funeral, estaban en la repisa de sus padres. Podía ver el débil resplandor
del diamante blanco de medio quilate.
El dolor hizo que se le formara un nudo en la garganta; luchó contra las lágrimas que pugnaban por brotar de sus ojos.
Con veintidós años recién cumplidos, había sido lo suficientemente arrogante como para pensar que era una persona madura y capaz de hacer frente a cualquier cosa que la vida le pusiera por delante. Se había creído invencible. Y en un segundo, su
vida se derrumbó.
La muerte le arrebató todo aquello que una vez tuvo: la seguridad, la fe, su creencia en la justicia y, sobre todo, el amor sincero de sus padres y su apoyo emocional.
A pesar de toda su vanidad juvenil, no había estado preparado para que le arrebataran por completo a toda su familia.
Y, aunque habían pasado años, aún los echaba de menos. El dolor era muy profundo.
El viejo dicho aquél, según el cual era mejor haber conocido el amor antes de perderlo, era un enorme fraude.
No había nada peor que perder a las personas que te quieren y te cuidan en un accidente sin sentido.
Había sellado la habitación tras el funeral, y lo había dejado todo tal y como estaba.
Solo había apartado el pijama de Clint en una repisa para que no alterara nada de lo que había.
Fue hacia la repisa que se encontraba en la esquina de la habitación y observo con nostalgia la cama. Todavía recordaba la risa de su madre. Las bromas sobre el
conservador estilo de su padre, que siempre elegía pijamas de franela.
Peor aún, recordaba el amor que se profesaban.
Lo que daría él por encontrar la pareja perfecta, como les había sucedido a ellos.
Habían estado casados veinticinco años antes de morir, y su amor había permanecido intacto desde el día que se conocieron.
No podía recordar un solo momento en que su madre no sonriera ante una broma de su padre. Siempre iban cogidos de la mano como dos adolescentes, y se robaban
besos cuando creían que nadie los veía.
Pero él los veía.
Y ahora lo recordaba.
Quería ese tipo de amor. Pero por alguna razón, no había encontrado a un hombre que lo dejase sin aliento. Un hombre que consiguiera que se le desbocara el corazón y que sus sentidos se tambalearan.
Un hombre sin el cual la vida no tuviese sentido.
- ¡Oh, mamá! -balbuceó, deseando que sus padres no hubiesen muerto aquella
noche.
Deseando...
No sabía qué. Lo único que quería era conseguir algo que le hiciese pensar en el futuro. Algo que le hiciese feliz; de la misma forma que su padre había hecho feliz a su madre.
Mordiéndose el labio, Loki cogió el pantalón de cuadros azul marino, y salió corriendo de la habitación.
- Aquí tienes -dijo arrojándole la prenda a Thor y saliendo a toda prisa hacia el cuarto de baño, en mitad del pasillo. No quería que él fuese testigo de sus lágrimas.
No volvería a mostrarse vulnerable delante de nadie.
Thor cambió la toalla por los pantalones y se fue tras Loki. Había cerrado de un portazo la puerta más cercana a la habitación donde él se encontraba.
- Loki -lo llamó mientras abría la puerta con suavidad.
Se quedó paralizado al verlo llorar. Estaba en mitad de un cuarto de aseo extraño, se
había tapado la boca con una toalla, en un intento de sofocar sus desgarradores sollozos.
A pesar de su severa educación y de los dos mil años de autocontrol, Thor se vio arrastrado por una oleada de compasión. Loki lloraba como si alguien le hubiese roto
el corazón.
Y eso lo hacía sentirse incómodo. Inseguro.
Apretando los dientes, alejó aquellos insólitos sentimientos. Si algo había aprendido
durante su infancia era a no ahondar en los problemas de los demás, porque nunca traía nada bueno. No había que cuidar de nadie más que de uno mismo. Cada vez que
había cometido el error de interesarse por alguien, lo había pagado con creces.
Además, en esta ocasión no había tiempo. Nada de tiempo.
Cuanto menos tuviese que ver con las emociones y la vida de Loki, más fácil le resultaría volver a soportar su confinamiento.
Y, entonces, las palabras de Loki lo golpearon con fuerza, justo en mitad del pecho. Él lo había definido a la perfección: no era más que un gato dedicado a conseguir placer
y después marcharse.
Se aferró con fuerza a la manija de la puerta. No era un animal. Él también tenía sentimientos.
O, al menos, solía tenerlos.
Antes de que pudiese reconsiderar sus acciones, entró en la estancia y lo abrazó. Loki le rodeó la cintura con los brazos y se apoyó en él como si se tratara de un salvavidas,
mientras enterraba la cara en su pecho desnudo y sollozaba. Todo su cuerpo temblaba.
Algo muy extraño se abrió paso en el interior de Thor. Un profundo anhelo que no sabía muy bien cómo definir.
Jamás en su vida había consolado a un hombre que lloraba. Se había acostado con tantos que no podía recordarlo; pero nunca, jamás, había abrazado a un hombre como
estaba abrazando a Loki. Ni después de hacer el amor. Una vez acababa con su pareja de turno, se levantaba, se limpiaba y buscaba algo con qué entretenerse hasta
que fuese requerido de nuevo.
Incluso antes de la maldición, jamás había demostrado ternura por nadie. Ni por su esposa.
Como soldado, había sido entrenado desde que tenía uso de razón para mostrarse feroz, frío y duro.
«Vuelve con tu escudo, o sobre él». Ésas fueron las palabras de su madrastra el día que lo agarró del pelo y lo echó de su casa para que comenzara el entrenamiento militar, a la tierna edad de siete años.
Su padre había sido aún peor. Un legendario comandante que no toleraba muestras de debilidad. Ni de emoción. El tipo se había encargado, látigo en mano, de que la infancia de Thor llegase a su fin, enseñándolo a ocultar el dolor. Nadie podía ser
testigo de su sufrimiento.
Hasta el día de hoy, aún podía sentir el látigo sobre la piel desnuda de su espalda, y escuchar el sonido que hacía el cuero al cortar el aire entre golpe y golpe. Podía ver la burlona mueca de desprecio en el rostro de su padre.
- Lo siento -murmuró Loki sobre su hombro, devolviéndole al presente.
El alzó la cabeza para poder mirarle. Tenía los ojos brillantes por las lágrimas y parecían resquebrajar la capa que recubría su corazón, congelado desde hacía siglos
por necesidad y por obligación.
Incómodo, Thor se alejó de el
- ¿Te sientes mejor?
Loki se limpió las lágrimas y se aclaró la garganta. No sabía por qué había ido Thor tras él, pero había pasado mucho tiempo desde la última vez que alguien lo consoló
mientras lloraba.
- Sí -murmuró-. Gracias.
Él no respondió.
En lugar de ser el hombre tierno que lo abrazaba instantes antes, había vuelto a ser el Señor Estatua; todo su cuerpo estaba rígido y no daba muestras de emoción.
Dejando escapar un suspiro iracundo, y pasó a su lado.
- No me habría puesto así si no estuviese tan cansado. Necesito dormir.
Sabía que Thor iría tras él, así que volvió resignadamente a su habitación y se metió en la cama, acurrucándose bajo el grueso edredón. Sintió cómo el colchón se hundía bajo el peso de Thot un instante después.
Su corazón se aceleró ante la repentina calidez del cuerpo del hombre junto al suyo. Y la cosa empeoró cuando él se acurrucó a su espalda y le pasó una larga y musculosa
pierna sobre la cintura.
- ¡Thor! -Gritó con una nota de advertencia al sentir su erección contra la cadera-. Creo que sería mejor que te quedaras en tu lado de la cama, mientras yo me quedo en el mío.
No pareció prestar atención a sus palabras, puesto que inclinó la cabeza y dejó un pequeño rastro de besos sobre su pelo.
- Pensaba que me habías llamado para aliviar el dolor de tus partes bajas -le susurró en el oído.
Con el cuerpo al rojo vivo debido a su proximidad, y al aroma a sándalo que le embotaba la cabeza, Loki se sonrojó al escucharle decir eso.
- Mis partes bajas se encuentran en perfecto estado, y muy felices tal y como están.
- Te prometo que yo conseguiré que estén mucho, mucho más felices.
¡Oh!, no le cabía la menor duda.
- Si no te comportas, te echaré de la habitación.
Entonces lo miró y vio la incredulidad reflejada en sus ojos.
- No entiendo por qué vas a echarme -le dijo thor.
- Porque no voy a utilizarte como si fueses un muñeco sin nombre, que no tiene más razón de ser que servirme. ¿De acuerdo? No quiero tener ese tipo de intimidad con un hombre al que no conozco.
Con una mirada preocupada, Thor se apartó finalmente de él y se tumbó en la cama.
Loki respiró profundamente para intentar que su acelerado corazón se relajara, y poder apagar el fuego que le hacía hervir la sangre. Resultaba muy duro decirle que no a este hombre.
¿Crees realmente que vas a ser capaz de dormir con este tipo a tu lado? ¿Es que tienes una piedra por cerebro?
Cerró los ojos. No había sitio para los «y si...» ni para los «pero...». Ni tampoco para Thor.
Él colocó las almohadas de modo que le sirvieran de respaldo, y miró a Loki. Ésta iba a ser, en su excepcionalmente larga vida, la primera vez que pasara una noche junto a alguien sin hacerle el amor.
Era inconcebible. Ninguno lo había rechazado antes.
El se dio la vuelta en aquel momento y le dio un control remoto, como el que le había enseñado en la sala. Apretó un botón y encendió la televisión, después bajó el volumen de la gente que hablaba.
- Esto es para la luz -dijo apretando otro botón. De inmediato, las luces se
apagaron, dejando que fuera el televisor el que iluminara débilmente las sombras de la habitación-. No me molestan los ruidos, así es que no creo que me despiertes -le dio el control remoto-. Buenas noches, Thor.
- Buenas noches, Loki -susurró él, había leído la inscripción que tenia uno de sus trofeos según él decía al mejor bailarín pero de ahí le preguntaría, se quedo observando cómo su sedoso cabello se extendía sobre la almohada, mientras se acurrucaba para dormir.
Dejó el mando a un lado y, durante un buen rato, se dedicó a mirarlo mientras la luz procedente del televisor parpadeaba sobre los relajados ángulos de su rostro.
Supo el momento exacto en el que se durmió, por la uniformidad de su respiración.
Sólo entonces se atrevió a tocarlo. Se atrevió a seguir con la yema de un dedo la suave curva de su pómulo.
Su cuerpo reaccionó con tal violencia que tuvo que morderse el labio para no soltar una maldición. El fuego se había extendido por su sangre.
Había conocido numerosos dolores durante toda su vida: primero el dolor de estómago cuando necesitaba comer, después la sed de amor y respeto, y por último el dolor
exigente de su miembro cuando ansiaba la humedad resbaladiza de un cuerpo. Pero jamás, jamás, había experimentado algo semejante a lo que sentía ahora.
Era un hambre tan voraz, una sensación tan potente, que amenazaba hasta su
cordura.
Sólo podía pensar en separarle los cremosos muslos y hundirse profundamente en él.
En deslizarse dentro y fuera de su cuerpo una y otra vez, hasta que ambos alcanzaran el clímax al unísono.
Pero eso jamás llegaría a suceder.
Se alejó del pelinegro a una distancia prudente, desde donde no pudiese oler su suave aroma, ni sentir el calor de su cuerpo bajo el edredón.
Podría proporcionarle placer durante días, sin detenerse, pero él jamás encontraría la paz.
- Maldito seas, Balder -gruñó. Era el dios que le había maldecido siguiendo las órdenes de Frigga, hundiéndolo en este miserable destino-. Espero que Tyr te esté dando lo que te mereces.
Una vez aplacada su ira, suspiró y se dio cuenta que las Nornas y las Furias se estaban encargando de lo propio con él.
Loki se despertó con una extraña sensación de calidez y seguridad. Un sentimiento que no había experimentado desde hacía años.
De pronto, sintió un beso muy dulce sobre los párpados, como si alguien estuviese acariciándole con los labios. Unas manos fuertes y cálidas le tocaban el pelo.
¡Thor!
Se incorporó tan rápido que se golpeó con su cabeza. Hasta sus oídos llegó el gemido de dolor de Thor. Frotándose la frente, abrió los ojos y vio que él lo observaba con el ceño fruncido y obviamente molesto.
- Lo siento -se disculpó mientras se sentaba-. Me sobresaltaste.
Thor abrió la boca y se tocó los dientes con el pulgar para comprobar si el golpe los había aflojado.
Aquello fue peor aún para Loki, puesto que no pudo evitar contemplar el roce de su lengua sobre los dientes. Y la visión de esos blanquísimos dientes, increíblemente rectos, que a él le gustaría tener mordisqueándole...
- ¿Qué quieres para desayunar? -le preguntó para alejarse un poco de sus pensamientos.
La mirada de él descendió hasta sus entre sus piernas. Siguiendo la dirección de sus ojos, Loki se dio cuenta de hacia dónde se dirigía su mirada
Antes de que pudiera moverse, Thor tiró de él, hasta sentarlo sobre sus muslos y reclamó sus labios.
Loki gimió de placer bajo el asalto de su boca, mientras su lengua le hacía las cosas más escandalosas. La cabeza comenzó a girarle con la intensidad del beso y con el cálido aliento de Thor mezclándose con el suyo.
Y pensar que nunca le había gustado besar...
¡Debía estar loco!
Los brazos de Thor intensificaron su abrazo. Miles de llamas lamían su cuerpo, encendiéndolo e incitándolo, mientras se agrupaban en la zona que más le dolía: entre los muslos, donde quería tenerle.
Sus labios lo abandonaron para trazar con la lengua un rastro hasta su garganta, dibujando húmedos círculos sobre el mentón, el lóbulo de la oreja y finalmente el cuello.
¡El tipo parecía conocer todas las zonas erógenas del cuerpo!
Mejor aún, sabía cómo usar las manos y la lengua para masajearlos hasta obtener el máximo placer.
Exhaló el aire suavemente sobre su oreja y, de inmediato, un escalofrío lo recorrió de arriba a abajo; cuando pasó la lengua por el lóbulo, todo su cuerpo comenzó a temblar.
Un hormigueo le recorrió los pezones, que al instante se endurecieron, sobresaliendo como duros montículos que clamaban por ser besados.
- Thor -gimió, incapaz de reconocer su voz. Su mente le pedía que se detuviera, pero las palabras se quedaron atravesadas en la garganta.
Había mucho poder en sus caricias. Mucha magia. Le hacía ansiar, dolorosamente, mucho más.
Se dio la vuelta con pelinegro en brazos y lo aprisionó contra el colchón. Incluso a través del pijama, Loki percibía su erección, su miembro duro y ardiente que presionaba sobre la cadera, mientras con las manos le aferraba las nalgas y respiraba
entrecortadamente junto a su oreja.
- Tienes que parar -consiguió decirle al fin con voz débil.
- ¿Parar el qué? -le preguntó-. ¿Esto? -y trazó con la lengua el laberinto de su oreja. Loki siseó de placer. Los escalofríos le sucedían y, como si se tratase de ascuas
al rojo vivo, abrasaban cada centímetro de su piel.
-¿O esto? -e introdujo una mano bajo el elástico de sus bóxer para tocarlo donde más lo deseaba.
Loki se arqueó en respuesta a sus caricias y clavó los dedos en las sábanas ante la sensación de sus manos entre las piernas. ¡Dios, este hombre era increíble!
Thor comenzó a acariciar en círculos su entrada, utilizando un solo dedo, haciendo que se consumiera antes de introducirle dos dedos hasta el fondo.
Mientras rodeaba, acariciaba y atormentaba su interior, comenzó a masajearle muy suavemente su miembro con el pulgar.
- ¡Aaaah! -gimió Loki, echando la cabeza hacia atrás por la intensidad del placer.
Se aferró a Thor, mientras él continuaba su implacable asalto ahora utilizando sus manos y su lengua para masturbarlo, dándole placer. Totalmente fuera de control, Loki
se frotaba de forma desinhibida contra él, ansiando su pasión, sus caricias.
Thor cerró los ojos y saboreó el olor del cuerpo de Loki bajo el suyo; la sensación de sus brazos envolviéndolo. Era suyo. Podía sentirlo temblar y latir alrededor de su mano, mientras su cuerpo se retorcía bajo sus caricias.
En cualquier momento llegaría al clímax.
Con ese pensamiento ocupando su mente por completo, le quitó el polo e inclinó la cabeza hasta atrapar un duro pezón y succionar suavemente, deleitándose en la sensación de la rugosa piel bajo su lengua.
No recordaba a alguien que supiese tan bien como él.
Su sabor se le quedaría grabado a fuego en la mente, jamás podría olvidarlo.
Y estaba completamente preparado para recibirlo: ardiente, húmedo y muy estrecho; exactamente como a él le gustaba.
Rasgó de un tirón la pequeña prenda que se ceñía a las caderas de Lokiy que le impedía un acceso total a aquel lugar que se moría por explorar completamente.
Y en toda su profundidad.
El escuchó cómo rompía su bóxer, pero no fue capaz de detenerlo. Su voluntad ya no le pertenecía; había sido engullida por unas sensaciones tan intensas, que lo único que quería era encontrar alivio.
¡Tenía que conseguirlo!
Enterró las manos en el cabello de Thor, incapaz de permitir que se alejara, aunque sólo fuese por un segundo.
Thor se quitó los pantalones a tirones y le separó los muslos.
Con el cuerpo envuelto en puro fuego, Loki aguantó la respiración mientras él colocaba su largo y duro cuerpo entre sus piernas.
La punta de su miembro presionaba justo sobre el centro de entrada. Arqueó las caderas acercándose aún más, aferrándose a sus amplios hombros. Deseaba sentirlo dentro con una desesperación tal, que desafiaba a todo entendimiento.
Y de repente, sonó el teléfono.
Loki dio un respingo al escucharlo, y su mente recobró repentinamente el control
- ¿Qué es ese ruido? -gruñó Thor.
Agradecido por la interrupción, Loki salió como pudo de debajo de Thor; le temblaban las piernas y le ardía todo el cuerpo.
- Es un teléfono -dijo, antes de inclinarse hacia la mesita de noche y coger el auricular.
La mano no dejaba de temblarle mientras que su miembro le reclamaba atención.
Lanzando una maldición, Thor se puso de lado.
- Tony, gracias a Dios que eres tú -dijo Loki, tan pronto como escuchó su voz. ¡En ese momento agradecía muchísimo la habilidad que tenía Tony de saber el momento
preciso en que llamar!
- ¿Qué pasa? -preguntó su amigo.
- Deja de hacer eso -le espetó a Thor que, en ese instante, se dedicaba a lamerle las nalgas en un movimiento descendente...

UN AMANTE PERFECTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora