2- La vida en un beso

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-Quiero aprender a vivir, Milo, enséñame...

Milo lo envolvió en un abrazo sentido, ese chico le estaba entregando lo más valioso para él, confiaba en que le enseñara a amar, a sentir...

-Acaso seré el primero en tu vida?- era difícil de creer que alguien con tal belleza no hubiese tenido sexo antes

-Nunca me sentí a gusto con alguien como para compartir mi cuerpo...

-Entiendes que esto es un halago muy grande para mí... ¿estás seguro de que es lo que quieres?

-Debo suplicarte acaso? No lo haré, tengo amor propio a pesar de ser virgen con casi veintitrés...

Milo no lo dejó seguir hablando, lo besó con pasión y deseo...

-Yo te enseñaré a sentir... tal vez sea sólo esta noche, pero quiero que sea tu noche inolvidable, la que recuerdes con cariño por siempre...

-Por siempre es demasiado tiempo, no crees?

-No, hay amores que son imposibles de olvidar aunque hayan perdurado un momento solamente... quiero ser tu noche inolvidable, Camus...

-Me entrego a ti, como estoy seguro que no lo haré jamás con nadie igual...

Milo lo miró confundido pero no quiso ahondar en ese modo pesimista de pensar del menor...

Le volvió a besar, sonriendo en el beso y sintiendo como de a poco Camus le correspondía y su cuerpo se distendía ante sus caricias suaves...

El chico era hermoso, su cuerpo pedía a gritos tomar esa belleza virgen pero debía tener paciencia para que su primera vez fuera perfecta...

-Milo, tócame... por favor...- el suave pedido lo sacó de su ensoñación

-Claro que sí, dulzura... lo que quieras se hará...

Lo volvió a envolver en sus brazos mientras lo besaba con más pasión y posesividad, sus manos comenzaron a recorrer la espalda y costados del menor, su cintura pequeña hacía sus delicias y la acariciaba una y otra vez...

Lo recostó boca arriba y sin romper el beso que los unía, sus dedos comenzaron a desprender la camisa que llevaba puesta; una piel nivea y pálida se dejó ver, dos pequeños botones rosados lo invitaban a probarlos y Milo no se negó.

Atacó uno con su boca mientras jugaban sus dedos con el otro, haciendo que Camus se desarmaba en suspiros de placer y contorneara su cuerpo buscando más contacto con el griego...

Milo enfocó su interés en bajar su mano derecha y desprender el cinturón del pantalón para luego proceder a desabrochar y quitar la prenda que lo separaba de esa piel que deseaba saborear y hacer suya...

Camus se incorporó y quitó de una, la remera que el griego llevaba, sus ojos puestos en el fuerte torso tostado por el sol, contrastando con su palidez...

Milo lo ayudó con el resto de sus prendas hasta que nada les quedaba encima y se volvieron a besar, sus manos recorriendo la anatomía contraria, suspiros y jadeos cuando las caricias se hacían más intimas y las lenguas se devoraban con ansias...

Camus se sentía en el cielo con cada nuevo paso que daba y Milo estaba seguro que jamás había sentido esa necesidad de unirse a alguien, de ser uno solo, como le ocurría en esos momentos...

Había tenido una extensa colección de amantes, experiencia le sobraba, pero lo que Camus le hacía sentir en ese instante, dándole dulces pero apasionados besos, caricias inexpertas pero deseosas de aprender, lo tenía embelesado, lo hacía enloquecer...

Las manos del griego delineaban las caderas del galo y se atrevían más allá, acariciando sus muslos internos y entrepierna...

Camus sentía que se derretiría cuando la caliente boca de Milo rozó su miembro erecto y lo engulló sin más...

Amor de verano (Las vueltas del destino) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora