8- Legado de amor

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Un hijo... tu hijo...

Las palabras de Degel fueron sonidos huecos en sus oídos, ya no pudo escuchar más y el mayor lo notó...

Nuevas y renovadas lágrimas brotaron en el apuesto rostro griego, su corazón latía tan acelerado que dolía, creía que moriría ahí mismo por falta de aire...

-Respira hondo... tranquilo...

-¿Un hijo? ¿Tengo un hijo de Camus?

Entre lágrimas de emoción, brotaron las de dolor, las que realmente carcomían su alma al caer en cuenta de todo lo que perdió junto a su precioso francés y lo que ganó, lo que quedó de él en este mundo...

-Sí Milo... al poco tiempo de volver de su viaje comenzó con vómitos que atribuimos a su enfermedad en un principio, hasta que Surt comenzó a notar sus cambios físicos y fuimos con un especialista...

Obvio que yo sabía que Camus era doncel pero él me había dicho que se habían cuidado, por lo que no sabíamos qué pensar...

El doctor nos dijo que los preservativos a veces se rompen en medio del acto, debido a la fuerza o fricción... cuando Camus le dijo que esa había sido su primera vez, el especialista no tuvo dudas entonces...

Camus comenzó a cuidarse aún más, protegiendo la pequeña vida que gestaba en su vientre y, dejó de tomar sus medicinas porque eran demasiado fuertes y peligrosas para su embarazo...

No pudimos convencerlo de cambiar su idea y así siguió hasta el final del embarazo, uno saludable para el bebé pero terriblemente doloroso para él...

Su cuerpo ya no daba más, todo su sistema inmune y linfático estaban destruidos y así llegó al parto, débil y pálido, con una sonrisa triste porque ya sabía lo que pasaría...

Tuvo a su bebé de manera natural, nos tuvo a Surt y a mí para tomarle sus manos y transmitirle fuerza y coraje...

Ver a Camus con su bebé en brazos es una imagen que no olvidaré jamás, su rostro a pesar del cansancio era de ensueño y su sonrisa nos llenó de felicidad...

Pronto se esfumó todo, cuando tuvo un episodio de extrema debilidad y debieron quitarle a su hijo para atenderlo, pero ya era tarde...

Su cuerpo había llegado al límite de sus fuerzas y sólo quedaba mantenerlo estable mecánicamente...

No quiso que lo conectaran a un sinfín de máquinas y cables, quiso morir con dignidad disfrutando de su hijo y nuestra compañía...

Me pidió papel y lápiz y escribió una carta para ti... nos hizo prometer que te buscaríamos y te haríamos saber de Alain, pero... yo quise esperar un poco a que la tristeza por su pérdida cediera, porque no podría soportar que te llevaras lo único que me quedó de mi hijo... perdóname por eso...

Y Degel soltó el llanto nuevamente...

Milo no se sentía siquiera con el derecho de reprochar, no cuando no se presentó antes, cuando lo buscó después de dos años y de seguro, su hijo vería a Surt como su papá...

Respiró hondo porque sentía su corazón hiperventilar y se acercó a Degel, le abrazó en un gesto que trataba de decir muchas cosas que no salían por su boca...

-Tranquilo señor, no soy digno de dar un perdón que ni siquiera tengo para mí mismo...

Usted debería perdonarme a mí por mi falta de valor y madurez, por no haber luchado por lo único que me hizo feliz en la vida en sólo una noche... y no me refiero al acto, sino al hecho de haber conocido a alguien tan culto y exquisito, refinado y lleno de valores...

Entiendo si no desea entregarme la custodia de mi hijo, no la merezco, pero quisiera conocerlo... por favor...

-Sabía que esto sucedería tarde o temprano... era lo lógico e inevitable pero no deja de ser doloroso para mí...
Sígueme Milo...

Lo guió por el mismo lugar por donde Surt había ido y al llegar a una puerta pintada de azul cielo, golpeó suave...

Una voz grave pero suavizada le respondió que entrara y allí estaba: un pequeño niño de apenas quince meses, su rostro niveo igual al de Camus, enmarcado en cabellos morados y ondulados, pequeña nariz, ojos turquesa y unos sonrosados cachetes que invitaban a acariciarlos...

Milo quedó estático al verlo, era una fusión perfecta de ambos y su corazón latía acelerado mientras sus piernas temblaban y apenas si se sostenía apoyado en el marco de la puerta...

Surt lo miró serio y cuando creyó que lo increparía, éste se le acercó y le tendió la mano invitándolo a pasar...

-Pasa a conocer a tu hijo... yo no puedo perdonarte muchas cosas, pero te agradezco que, al menos por unas horas, le diste a Camus la ilusión de un gran amor, algo que recordó hasta el final... también te agradezco por Alain, por este pedacito de cielo que quedó de él entre nosotros...

Milo nuevamente lloraba y era de emoción esta vez...

El pequeño jugaba sentado en la alfombra con un juguete chillón, que mordía con sus apenas aparecidos dientes y reía con los sonidos que éste desprendía al ser apretado...

Volteó su mirada hacia el griego y éste vio a una copia diminuta de su amado galo...

Se acercó lentamente, sus piernas no obedecían a lo que su mente pedía y se arrodilló junto a él...

El niño lo miraba extrañado, como analizando quién pudiera ser, porque sólo conocía a Degel, Surt y la servidumbre que lo cuidaba...

-Petit... Alain... saluda a Milo, bebé...

El griego estiró sus brazos para asirlo, pero el niño retrocedió y buscó refugio en Surt, quien lo levantó en brazos, besando su frente y mofletes...

-Eres mi petit, lo sabes, verdad? Pero debes ir con él, es tu papi...

El niño lo miraba con enormes ojazos y le acariciaba el rostro con sus manitas, le sonreía con amor...

Era obvio que lo consideraba su padre y Milo se sintió derrotado... esa voz continuaba hablando al niño y el griego se sorprendió al oír sus palabras...

-Vamos petit, él es tu papá y quiere conocerte... ve con él y dale la bienvenida...- su voz se entrecortó, pero no quitó su sonrisa cuando se acercó a Milo y se lo entregó.

Mil imágenes y recuerdos de aquella noche se arremolinaban en su mente al momento de tomar a su hijo en brazos, de sentir su suavidad y ese perfume en su piel propia del pequeño...

Sintió su mirada reconociéndolo, examinando sus expresiones, sus facciones y con sus suaves manos delineó su nariz...

Pasó sus deditos por la boca ahora cerrada del griego y formó una sonrisa que derritió a Milo, más aún cuando se apoyó contra su pecho y murmuró

-Pa...pa...pa... pá...

Milo lo abrazó con fuerza pero sin hacerle daño, sus emociones descontroladas...

-Sí, Alain, pequeño, soy tu papá y te voy a amar y cuidar de todo y todos de ahora en más... ya te estoy amando...

Sintió un suspiro profundo atrás suyo y supo, recordó que no estaban solos... Degel al lado de Surt contemplaban la escena, con los ojos hinchados y enrojecidos de tanto llorar...

Degel apoyado en el pelirrojo para no flaquear, sabiendo que perdería a su precioso nieto, que ya no lo vería crecer como hasta ahora...

Surt, a pesar de su silencio, tenía el corazón estrujado... ese pequeño era su más grande tesoro, lo único que quedaba de su amor eterno y lo amaba más que a sí mismo...

Degel le había permitido cuidarlo y ayudar a criarlo, convirtiéndose en un padre devoto de su retoño...

Pero ahora lo perdía en brazos de su verdadero padre, lo que era correcto pero no por eso menos doloroso...

Estaba saliendo de la habitación para dejarlos a solas, en familia, cuando escuchó la voz de Milo

-Surt, espera... debemos hablar los tres por favor...

Amor de verano (Las vueltas del destino) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora