PRÓLOGO

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Muchas de las personas que me ven a través de una pantalla se piensan que soy especial.

Y es cierto, lo soy. Más que una estrella con baldosas en el piso, soy como una estrella fugaz. Pocas veces verás algo tan raro y bonito atravesar el cielo.

Como yo hay muchas estrellas fugaces, pero si me ves en la televisión o en el cine sabrás que nunca ha pasado un asteroide con la piel tan tersa y joven como yo. Recién empecé mi viaje por el cielo nocturno, y comparado con las que llevan miles de años viajando, soy incluso más rara: el científico que me descubrió por primera vez todavía está dando saltos de alegría.

La pena es que no sé donde está ahora dando esos saltos, porque el científico, mi representante, era mi padre, y puso fin a nuestro contrato cuando vio que podía sacar más dinero en Broadway con una antigua leyenda de los escenarios que tuvo un percance con su representante. Me dolió bastante que lo hiciera, sin ninguna duda, pero es cierto que convenció a uno de los agentes con más control de la industria para que me apadrinase.

Mi padre siempre ha sido un hombre de negocios, y era de esperar que se convirtiera en manager de su hija si esta salía alguna vez en televisión, anunciando algún tipo de helado o zapatillas. Nunca he tenido los tobillos muy vistosos, y los helados me gustan, pero soy muy exquisita y probablemente el anunciante acabaría por no querer saber nada más de mi para otra ocasión. Me lo imagino con el helado en la cara, y mi yo de ocho años riéndose cruelmente.

Fue todo a raíz de mi compañía de teatro, en el instituto. Soy de Bahamas, nací y me crié en la isla de Nasáu, y como solo habían dos institutos con el club de teatro abierto, toda la isla se agrupaba en los eventos para ir a ver nuestras funciones. De ahí que mi padre se volviese loco al ver como actuaba mi yo de catorce años, con las piernas a punto de desfallecer, y a los quince me apuntó a una escuela de teatro en Nueva York.

Lo pasé mal con el inglés. Mi padre lo habla, es de Estados Unidos, pero pocas veces he salido de la isla y no me han inculcado mucho el idioma, prefiero hablar en Español.

A los dieciocho me dieron mi primer papel en una película, después de que un ejecutivo de Hollywood decidiera llevarme presa a esa cárcel que llaman industria del cine, y actuar como secundaria en una trama de espías, en la que yo era el rehén. Un perfecto símil de lo que se convirtió mi travesía por la bóveda celeste del estrellato.

Todo pasó tan deprisa...

Cómo cuando ves una estrella fugaz, que tienes que pedir un deseo antes de que desaparezca.

A los diecinueve, alguien, no sé quien, pidió que me convirtiese en la nominada a la actriz revelación de los Teen Choice Awards por la película "Trescientas noches", que además se llevó el premio al mejor guion y estuvo nominada al de mejor producción de vestuario.

Pues bien, yo no lo pedí, pero ese deseo se cumplió. Y desde entonces alguien no ha parado de verme y de pedir deseos, una y otra vez, con la intención de ganar, ganar y ganar. Ganar premios, ganar fama, ganar trabajo, reputación. Pero todo lo que sube tiende a caer, y no sé por qué, pero a veces intuyo que quien quiera que esté pidiendo abundancia para mí, quiere que me atragante con todo ello.

Esta es la historia de quien intentó tirar una estrella fugaz con tal de tenerla.


***

Hola!! Bienvenido/a a mi historia ^^

Espero que haya gustado este prólogo como introducción, llevo bastante tiempo con esto en la cabeza y quería escribirlo por fin. Soy bastante seguidora del cine, celebrities y esas cosas uwu. Intentaré actualizar muy de seguido, como uno o dos capítulos a la semana.

Comenten si les gustó el tema, denle me gusta y síganme!

Nos veemos~






Él, mi estrella de Hollywood.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora