1. Una constelación en la mejilla

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Desde que aposté con Mayra hacerme un tatuaje en el tobillo si ganaba el Teen Choice he tenido una obsesión con ellos. Le pillé el gusto a la aguja y desde entonces he ido tatuándome las dos piernas hasta casi tenerlas completas de tinta. Una maldita locura.

El tatuaje que lo empezó todo fue una tabla de surf, el trofeo del premio, pero yo le añadí algo más de gracia y unos centímetros más grande de lo que tenía pensado. La noche en la que me hice el tatuaje fue una de esas noches en las que solo pueden acabar con una cagada así; todavía no conocía bien a la élite joven de actores, músicos, y en definitiva, de la industria del espectáculo, así que me limitaba a salir con los actorcitos de "segunda" que compartíamos representante y actos públicos.

Mayra, Alex, Pamela o Lauren se convirtieron en unas buenas amigas con las que beber en el hotel cinco, seis o las botellas que quisiéramos, de lo que quisiéramos, y escaparnos del hotel. Al día siguiente teníamos que rodar, ir a un programa de televisión para ser entrevistados o asistir a una reunión en los estudios de Universal con tipos aburridos en traje. A nosotras nos gustaba vivir la vida al máximo, gastar el dinero a la misma velocidad a la que lo ganábamos y quebrantar la reglas porque sí, o incluso pagar el doble a un tatuador para que hiciese arte con mi piel.

En este caso una tabla de surf. Una tabla de surf que, dado mi estado de ebriedad, se convirtió en una tabla de surf rota por la mitad con un tiburón en medio, sonriente, con trozos de la tabla entre sus dientes.

Al día siguiente Mayra estuvo todo el día repitiéndome que volviera a tatuarme borracha, porque la idea que había tenido era genial y que no me quedaba tan mal. Yo le respondí que si tanta ilusión la hacía, que lo hiciera ella, pero ahí ya no parecía tan segura. De hecho, recuerdo que no me sentó nada bien que el tatuaje acabase de aquella manera. En otra de esas noches de desfase tuvimos una pelea en la playa por el mismo tema, y llegamos a tirarnos de nuestras cabelleras. De no ser por Alex, que nos separó, nos habría tragado la tierra. Mayra a veces puede llegar a ser muy pesada.

Meses después tuve las piernas llenas de motivos flores, engranajes, letras de idiomas antiguos, brújulas, mapas, un faro y serpientes. Nada que tuviese sentido en su conjunto, pero nada que no pudiese permitirme. Cada dos o tres semanas me terñía el pelo de diferentes colores, salvo cuando iba a rodar, y fue precisamente la estilista que me tiñe, Jenna, quien me hizo una pregunta que me animó a intentar una pequeña locura más a mi lista.

- ¿Has pensado en taturte algo en la cara?

- ¿En la cara? ¿Como la rosa que llevas tú en la ceja?

- Sí, o algo por el estilo.

- Sí, claro que lo he pensado. -

Mentira. Estaba obsesionada con los tatuajes, pero en las piernas. En la cara me daba mucho respeto. Si ya me ponían pegas en los proyectos donde trabajaba, imagínense con flores en la frente o en las ojeras.

- ¿Sí? ¿Qué has pensado?

- Estrellas. - improvisé. - Estrellas en la mejilla. Como una constelación.

- ¡Oh! ¡Muy bonito! Tengo el tatuador adecuado si quieres hacertelo, ahora te paso el número.

Haciéndome la valiente, me planté en la dirección del estudio de tatuajes con Mayra, teniendo una cita previa para tatuarme en la cara una constelación. De nuevo, una maldita locura, para mí y mi futuro profesional. Mi amiga, por otra parte, parecía incluso más emocionada y nerviosa que yo.

- ¡No me mientas y dime que llevabas tiempo planeándolo, perra!

- Pues no, hablé con Jenna sobre el tema y me dio el contacto. ¡No creas que lo calculo todo! Además, no estoy nada segura.

Él, mi estrella de Hollywood.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora