11 | Daru.

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Unas semanas después de lo ocurrido en el reino de hielo, el ambiente parece calmarse, al menos un poco. Sus padres no se habían contenido de entregarle un largo regaño —probablemente el otro niño había pasado por lo mismo o una situación aún peor—, pero luego se concentran en reflexionar acerca de una posible guerra. Aunque la amenaza de la bestia ha sido prevenida, sus acciones fácilmente podrían hacer rabiar a los gobernantes. Sin embargo, los días pasan sin tener un solo aviso, como si el asunto estuviese enterrado por completo. Por supuesto, eso no hace que se mantenga tranquilo del todo, no cuando algo podría asaltar la paz en cualquier instante, pero se permite concentrarse en cosas distintas.

Sucede durante el festival de primavera, unos meses después, cuando el reino de las flores se había coloreado alegremente. Aún habían notas frías en el aire, pero no era ningún impedimento. Usualmente son entusiastas todo el año, pero cuando la estación crucial llega, es como si su felicidad incrementara, lo cual creyó imposible alguna vez. Admite que tantas fiestas hacían que se sienta sofocado, pero no puede retractarse ahora, no cuando había prometido una participación activa. Hasta ayer, ha estado un poco arrepentido de sus decisiones, sin embargo, al llegar y encontrar una sonrisa reluciente en el rostro de su pareja, se dice que quizás valga la pena por completo.

El reino tiene un aire tranquilo y a la vez divertido, como todos los años, aunque con algunas diferencias. Nota que en esta ocasión las reinas no se encontraban allí participando, así que el príncipe estaba a cargo. De hecho, lo manejaba a la perfección. Después de todo, este tipo de cosas son el punto fuerte de Eijirou, aunque lucía algo decepcionado de no haber visto a sus madres en meses, a pesar de que no lo expresa verbalmente. Por eso, al ver que las mujeres llegan poco después, los ojos del niño brillan, cuando estaban preparando los últimos detalles antes de que la noche caiga. Ellas no venían solas, claro, sino con un grupo amplio de personas en carruajes elegantes de los cuales nadie tenía conocimiento.

«Son las damas de Daru», oye a un grupo de personas murmurar por detrás. Katsuki había estado sentado en algún sitio del césped, protestando cada vez que algún pueblerino intenta envolverlo en lazos y flores, producto del festejo. También se siente intrigado al ver el espectáculo de carruajes, pintados de rojo carmesí y salpicados de oro, dibujando surcos blancos en la fina madera. «Oí que un grupo de bárbaros las echaron de su isla y enviaron un pedido de auxilio, ¿puedes creerlo? El viaje hasta allá es terriblemente extenso».

Antes de darse cuenta, las reinas bajan de su carruaje —el único distintivo que no era rojo ni elegante entre los demás—, luciendo tan agraciadas como siempre. Ve que el niño de Viragok corre hacia sus madres tan rápidamente que por poco tropieza con una de las mantas que habían acomodado en el suelo. Sin embargo, antes de que le entregue un abrazo a su madre progenitora —o al menos eso parecía que haría—, su esposa lo detiene por los hombros y lo aparta. Parece decepcionado, nota, hace que quiera ir por él, pero un impulso más poderoso hace que permanezca en su lugar cuando la mujer comienza a hablar.

—A partir de ahora, tenemos nuevas invitadas que han llegado desde muy lejos. Deseo que las traten como iguales y las reciban cálidamente, deposito mi confianza en ustedes —dice, elevando su voz sin problemas, mientras otorga una pulcra reverencia.

—¡Nos hemos ausentado durante un tiempo por el rescate, pero estamos aquí para recibir la nueva estación, como siempre! —exclama la otra mujer, con mucho más entusiasmo. Su cabello rubio es mucho más corto que antes, nota, pero no hace que se vea menos bonita.

—No se contengan a partir de ahora —finaliza la reina, con expresión estoica.

Poco después un escándalo se desata, las puertas de los carruajes se abren para revelar a un montón de mujeres con extraños vestidos rojos. Tenían flores decorando todo tipo de peinados y rostros con facciones que apenas podía visualizar tras el llamativo maquillaje. Katsuki nunca había escuchado acerca de las damas de Daru, su isla ni siquiera debe estar cerca de Kretec, al parecer, además de que sus prendas lucían tan peculiares que no podía reconocerlas. Parecen entusiastas, piensa, lo cual es peligroso combinando con la alegría creciente del reino. Pronto un completo festejo comienza, mientras los grupos se fusionan hasta volverse uno, danzando y riendo a la luz de la luna.

Ciel | Bakushima.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora