Rostros Familiares.
Harry se despertó con la sensación de una sábana vieja pegada contra su mejilla sudorosa y un aroma familiar que no había olido hace tiempo. Asustado, abrió los ojos. Y, por primera vez en siete años, se sintió vivo.
Harry se sentó. A pesar de la oscuridad, sabía exactamente dónde estaba. La enfermiza luz de la luna que caía a través de la única ventana iluminaba lo suficiente su entorno como para estar seguro de su ubicación.
Un armario en mal estado en la esquina, la estantería de libros polvorientos que Dudley nunca se molestó en leer y la familiar mesa de noche. Estaba de vuelta en su antiguo dormitorio. De vuelta con los Dursley en el Pequeño Whinging. Harry quiso reír. De todos los lugares, la Muerte tuvo que traerlo aquí.
Su espeluznante gemelo estaba sentado en su escritorio al otro lado de la habitación, dejando que sus piernas colgaran del borde. Harry juró que estaba sentado en el lugar más oscuro.
Por costumbre, Harry quería ajustar sus lentes, pero se dio cuenta de que no los estaba usando para nada. Los vio a su lado en su mesita de noche.
Y sus manos también eran diferentes. Mas pequeñas. Delgadas. No por mucho, pero notable para quien las veía todos los días. Y, sin embargo, parecían ser las mismas de siempre.
Harry sacudió la cabeza para librarse de la confusión. Tenía la extraña sensación de que dos opiniones sobre el asunto chocaban en su mente.
─Harryyy...
Un gran susurro del otro lado de la habitación le hizo girar su cabeza.
─Muerte. ─respondió Harry con una ceja levantada y el ronroneo.
Harry sonrió a la criatura. Había perdido todo su miedo por eso. Harry se sentía extrañamente como el dueño de una masco. Bueno, una mascota muy peligrosa que probablemente mataría si se lo pidiera.
Repentinamente se dio cuenta de que Muerte llevaba pantalones de vaqueros y una camisa, lo que recordó recibir después de que Dudley hubiera madurado. No pudo evitar sonreír ante la extraña vista. El ser aun parecía extrañamente fuera de lugar, pero más real. Su cabello ya no fluía en el aire y la ropa lo hacía parecer bastante normal.
─¿Eres visible para otras personas también? ─se preguntó Harry, mientras miraba a la Muerte, que lo miraba sin pestañear.
─Mientras puedas verme, ellos igual. Al menos, por ahora. ─respondió, con toda la atención de Harry. Un crujido en las escaleras lo distrajo.
Mi varita. Fue el primer pensamiento, que se disparó en la mente de Harry. Necesitaba su varita. Tan pronto como terminó la idea, apareció una varita sobre la manta andrajosa en su regazo. Pero esa no era su varita de acebo con el núcleo de plumas de fénix, no. Esta era la Varita de Saúco. La que había vuelta a poner en la tumba de Dumbledore después de la guerra.
Vaciló por un momento, pero luego la tomó. Tan pronto como Harry tocó la madera lisa, la varita se enfrió. Estaba tan helado que casi quemaba y, sin embargo, Harry aguantó.
Observó con ojos muy abierto cómo el famoso bastón de la Muerte se disolvió en la niebla oscura. Como humo, flotó en el aire por un momento y luego se hundió lentamente en su piel. Harry lo miró en shock. Después de finalmente comprender lo que acababa de pasar, giró la mano para inspeccionarla, sus ojos buscando un rastro que no estaba ahí.
Harry miró la piel impecable que se extendía sobre su palma. No había quemaduras ni una mancha negra de... algo, como esperaba.
Pero... ¿Qué acaba de-?
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El Maestro de la Muerte | The Master of Death | Harry Potter
FanfictionTraducción de The Master of Death de Quine (Ao3) (Sin terminar) ─No puedo volver, ¿Verdad? ─preguntó Harry después de un rato. ─¿Quieres? ─preguntó la Muerte en lugar de responder. Harry se quedó callado. ─Podría elegir continuar. ─dijo después de u...