Peñiscola

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POV NATALIA

— Natalia, te lo estoy diciendo muy enserio. — ruedo los ojos mientras me levanto del taburete.

— Que sí, tito. — eleva una ceja para nada convencido y sonrio como una niña pequeña, eso siempre funcionaba con él.

— Ay, Manuel, déjala que está que llega Miki. — mi Noe siempre al rescate. Se pone el trapo con el que acaba de secarse las manos sobre un hombro y pone los brazos en jarra, lo que significa peligro.

— Joe, Noe, es que ya sabes... — intenta explicarse pero parece que no es su momento.

— Nada, Manuel, ya sé tu obsesión por que llegue puntual, que se prepare las canciones, que se cuide la voz y todas esas cosas, pero la niña sabe todo de pe a pa y va a estar aquí a la hora, ¿verdad? — asiento efusivamente y me guiña un ojo, ya le daré las gracias más tarde. Me acerco a Manu y le doy un beso en la frente. Me giro hacia Noe, le doy otro beso en la mejilla y salgo corriendo hacia la puerta.

— Os quiero. — grito mientras salgo.

Recorro las calles en el coche ansiosa de reencuentros, de ver a mi fiel compañero, de dar comienzo oficial al verano de 2018. Posiblemente, lo que más echo de menos durante el año sea esta misma sensación, la que ahora mismo me invade, la que no me deja quitar la sonrisa de la cara, la que me eriza el cuerpo por completo, la que me invita a gritar y llorar de felicidad, la de volver a sentir Peñiscola un poquito más hogar. Quiero decir, Peñiscola es preciosa, durante todas las estaciones del año, pero en verano es cuando más viva se ve y cuando más bonita la siento. Freno en la última esquina que me separa de la calle donde tienen la casa los padres de Miki y su coche aparece por la esquina contraria.

Que compenetración.

Aparco en la puerta de su casa y me bajo del coche sin apartar mi mirada del suyo ni dejar de sonreír. Su mamá está igual de guapa, o al igual está un poquito más que el año pasado. Su papá sigue teniendo ese brillo en sus ojos tan especial y desde aquí puedo verlo. Miki asoma entre medio de los dos asientos agitando su mano y le devuelvo el gesto con mis ojos reteniendo lágrimas.

En cuanto el coche estaciona, no pasa ni un segundo para que una de las puertas traseras se abra y Miki salga disparado hacia mí. Una carcajada mezclada con un sollozo se escapa de mi cuerpo sin avisar y cierro los ojos en cuanto nuestros cuerpos chocan y sus brazos me rodean. Lo aprieto fuerte contra mi para sentirlo un poco más. Escucho un suspiro de su parte que suena a por fin, a ya está, un suspiro que grita felicidad.

Bienvenido a casa, amigo.

Nos separamos y no puedo evitar recorrerlo con la mirada de arriba abajo.

— Que bien te sientan los años, Mikilillo. — su risa, su risa a menos de un metro de distancia. Cuánto la había echado de menos.

— Igual que a ti, idiota. — me revuelve el pelo y se gana un manotazo de mi parte.

— Parece que todavía tengáis 5 años. — miro a donde proviene la voz y veo a Montse, hago un puchero acercándome a abrazarla y me envuelve con fuerza entre sus brazos. — ¿Qué tal estás? — la aprieto un poco más contra mí.

— Bien, muy bien. — me separo y dejo un beso en su mejilla. — ¿Vosotros que tal? — me peina el flequillo y cierro los ojos.

— Nosotros molt bé, cariño. — agarro su mano y dejo un cariñoso apretón.

— Me alegro mucho de que por fin estéis aquí. — Miki me abraza por los hombros y me llena la mejilla de besos. — Ya, ya Miki que te vienes arriba. — bromeo y sus padres se ríen mientras me acerco a su padre para saludarlo también. — Miguel. — digo mientras lo abrazo.

El desarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora