Sólo es inmortalizar momentos

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POV ALBA

El frenético movimiento de unos y otros, sin duda, es lo que más predominaba ahora mismo entre estas paredes. Laura, la técnico de sonido y luces, había llegado poco tiempo después de Noemí y su marido, Manuel. No pasaron más de cinco minutos cuando otra pareja entró, Capde, el que Noemí me había chivado que es el batería, y su mujer, Mamen, que es la técnico vocal del grupo. Estaban a la espera de un tal Carlos, según habían nombrado era otro chico del grupo que también cantaba.

No puedo apartar mis ojos de todo aquel que está haciendo algo. Es verdad que he cantado desde que tengo uso de razón, incluso en el último bar que trabajé de camarera terminé cantando, pero no entendía nada más allá de cantar en la ducha y con una base instrumental de YouTube, por lo que no me siento precisamente familiarizada con la mayoría de los términos que usan ni entiendo muy bien que hacen a veces. Las ganas de aprender más sobre música eran infinitas y siempre habían estado, pero por una razón u otra, siempre he terminado deshaciendo la idea, como la de apuntarme a clases de canto o aprender a tocar algún instrumento. Por eso intentaba seguir la conversación con Noemí pero sin querer perder detalle de nada de lo que estaba sucediendo a mi alrededor. María y Pablo trasteaban la guitarra y el bajo, como si estuvieran en una especie de calentamiento. Miki y Julia hacían cosas raras con la voz, supongo que calentándola también. Manuel iba y venía del escenario a la esquina de Laura. Capde movía las baquetas sobre la batería pero sin llegar a tocarla en muchas ocasiones. Y luego estaba Natalia, que se movía de un lado a otro, casi en círculos pequeños, cerrando los ojos y abriéndolos por momentos mientras se masajeaba la mandíbula, era la que más me estaba llamando la atención, porque no perdía ni un segundo de concentración, como si se hubiera adentrado en un mundo paralelo a este, como si en realidad no estuviera aquí, aunque físicamente sí lo esté. Me parece increíble que con todo lo que está en movimiento a su alrededor, con todos los sonidos que suenan entre estas paredes, no pierda ni un mínimo de concentración, o al menos, mirándola, es la sensación que te hace tener.

Estoy nerviosa, ese tipo de nervios como cuando vas a empezar una peli que tienes muchas ganas de ver y en la que, sin querer, has puesto las expectativas altas, como cuando está apunto de comenzar un concierto al que tenías infinitas ganas de ir, como cuando apenas quedan segundos para ver el encendido de luces de Navidad sabiendo que esa es una experiencia que sólo vas a vivir una vez al año y que nunca sabes cual será la última vez. Ese tipo de nervios, me parecen unos de los más bonitos que una persona puede vivir. Me siento como una niña pequeña que no entiende nada de lo que esta pasando a su alrededor, pero que se muere de ganas por entenderlo todo.

- ¿Noemí, la puerta está abierta? Es que quiero salir a fumar. - aprovecho uno de los silencios en la conversación que están manteniendo Mamen y ella para preguntarle y poder salir y relajar un poquito esos nervios. Por lo que había escuchado, hasta que no llegara Carlos, no daba comienzo el ensayo.

- Sí, ¿quieres que te acompañe? - no tarda en ofrecerme su compañía y yo sonrío agradecida de lo bonita que es esta persona.

- No, no te preocupes. Enseguida vuelvo. - ella me sonríe de vuelta y yo agradezco que no sea una persona insistente.

- Como tú quieras.

Intento hacer el camino hasta la puerta sin volver a mirar al escenario, porque sé que probablemente me quede parada en mitad de la sala sólo por seguir mirando un poco más como se preparan. Una vez fuera, cierro los ojos por el cambio de intensidad en la luz, ya que dentro por las escasas oportunidades que tiene la luz para colarse y el color oscuro de las paredes, techo y suelo ayudan a que todo el ambiente sea mucho más tenue que salir a la calle cuando el sol está en todo su esplendor a media tarde. Respiro profundamente antes de que el cigarro llegue a mis labios, aunque en cuestión de segundos ocurre, al igual que lo enciendo sin dejar pasar el tiempo. El humo entrando a mi cuerpo relaja mis músculos que estaban en tensión sin darme cuenta y suspiro aliviada. En mi mente se planta el pensamiento de que todos los que están ahí dentro parecen más una familia que un grupo de amigos o unos simples compañeros de trabajo. Su manera de interactuar entre ellos, la energía que desprenden en sus interacciones o simplemente lo que brilla en sus ojos, es algo muy lejano a lo que yo estoy acostumbrada a ver a mi alrededor.

El desarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora