San Valentín

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Era un catorce de febrero, de camino al departamento encontró el camino teñido de rojo, flores, chocolates y globos.

Había en el aire una sensación extraña de felicidad que no lograba alcanzarlo, era como si cupido estuviera revoloteando cerca apuntándole con una afilada flecha tratando de matarlo.

Apresuró el paso y al llegar al umbral está agitado y asustado.

- Está temblando.

- Tengo miedo.

Rice estaba allí, con una camisa blanca con un pequeño corazón de vidrio en un alfiler que atravesaba un ojal en su camisa, se veía diferente, como si la luz lo iluminara de frente y un extraño brillo se asomara en sus ojos.

Le tomaba de las manos sin apartar la mirada, no sabía por que había venido, pero aquí estaba.

- Acaso teme por mi corazón, pensé que quedó claro que no hay forma en que pueda salvarse de esto, pues sólo usted tiene el poder de alegrarlo o corromperlo.

Poder, el creyó una vez ser poderoso, se creyó el hombre más poderoso del mundo al creerse correspondido y amado.

- El amor es el poder más grande que puede concederle a alguien, pues al no saber que lo tiene se mueve por el mundo ignorante, es como un viento que acaricia y corta, danza a su alrededor sin notarlo, provocándonos con sus palabras una caricia o un corte y lo más triste es que no lo sabe.

- Y aun asi, yo soy libre de entregárselo por completo y usted no puede hacer nada para detenerlo.

El anhelo era palpable, esos ojos le gritaban por amor, en el fondo de todo eso había un corazón que gritaba por ser amado, por ser acariciado con la ternura que le había sido negada por años y anhelaba de una forma tan desesperada que se desmoronaba en las manos.

- Me ha pedido un beso, tome de mi ese beso, pero si después de ese beso no podemos regresar el tiempo y su amor queda tirado por el suelo, sepa usted que no me creo capaz de poder repararlo, pues mi propio corazón es un reguero de arena y viento para el que no puedo encontrar sosiego.

Vio rodar una lagrima en el rostro de ese hombre que lo cautivo desde el primer momento, quiso ser ambrosia, el néctar de los dioses que da vida eterna y sana las heridas, quiso que de sus labios brotara y con un beso sanar su alma herida.

Tomó su rostro entre sus manos y depositó en ese beso la ternura y el amor que ese hombre merecía, sintió el aliento de este engancharse en su pecho, el corazón dar un tras pie con miedo, pero antes de darlo por perdido, una cálida luz brotó de dentro.

Un suspiro venció al miedo y el corazón comenzó a correr después de mucho tiempo, esas manos que se limitaban a un apretón firme, ahora le acarician el cabello y esa alma herida lloraba de alivio, al ser por fin alcanzada por ese sentimiento que pensó que jamás sentiría de nuevo.

Fue una alquimia, trajo de los bordes de la muerte a esa alma herida que por siempre cantaría para él sus alegrías.

Un prologado silencio se cernía sobre los dos, no era un mal silencio, era cálido y dulce, bienvenido después de todo lo que se habían dicho, un silencio que se burlaba y decía "Este era el momento perfecto".

No fue necesario decir que estaba hecho, que los miedos fueron derrumbados y que tal vez tomaría un poco más de tiempo, pero ese primer beso era la primera dosis del remedio que necesitaba para sanar un corazón que se creía muerto.

Sanar un CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora