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—¡Rápido, revisen sus signos vitales! ¡Se está desangrando!

—¡No hay nada en el monitor, doctor! ¿Qué hacemos?

—¡Mantenerlo con vida, por supuesto! ¡Aprésurense! ¡No nos queda mucho tiempo! ¡Rápido, oxígeno y desfibriladores! ¡Lo perdemos!

—¡Doctor! ¡Nada funciona! Y-ya no respira... No se mueve, y está tan frío como un hielo... Doctor, lo...

—... Lo perdimos. Está muerto. Ya no hay nada por hacer aquí... —decía el supuesto doctor, quitándose la máscarilla. Se le veía abrumado. Noodle abucheó desde su asiento, reclamando lo falsa que se había visto su actuación, e insultando en japonés. Se cruzó de brazos.
Había sido una película terrible.

—Agh, ni siquiera sé por qué dejan que reproduzcan estas películas en un hospital. Es algo muy cruel, ¿saben? —dijo Russel, apartando la vista del televisor de la sala de espera—. Sólo te vuelven hipocondríaco. ¿No lo crees, Murdoc?

Murdoc no respondió, pero asintió ligeramente. Mantuvo su vista en el suelo, con el rostro en sus manos, justo como cuando había llegado al hospital.
Estaba asustado. Y eso era algo nuevo para él.
Ni siquiera podía bajar sus pies del asiento, ocultándose entre sus rodillas.
Estaba aterrado.

Sus manos todavía conservaban la pegajosa sangre del vocalista, tiñendolas de rojo.
Aun oía las sirenas de la ambulancia retumbar en sus oídos, aun recordaba al peliazul-pelirrojo convulsionando en la camilla cuando trataron de reanimarlo, y ese maldito eterno viaje contrareloj. Aun recordaba que había sido su culpa.
Si tan sólo hubiera sabido que 2D sufría de esa horrible enfermedad...

Murdoc no podía evitar sentirse terrible por haber puesto en riesgo la vida de su cantante con esa declaración. ¿En qué estaba pensando? ¿Cómo es que no había notado que 2D estaba tan enfermo por él? Mil acusaciones y reclamos a sí mismo cruzaban por su cabeza, con la misma velocidad que el corazón de 2D antes de explotar.
Antes de que fuera privado de tener una vida pacífica.

Unos momentos después —que para el azabache fueron eternos—, una enfermera apareció en el pasillo, caminando hacia la banda. Se detuvo frente a ellos, y leyendo una hoja en su carpeta, los miró con seriedad.

—¿Familiares de Stuart Harold Pot?

—Sí, somos nosotros. ¿Qué...?

—¡¿Cómo está?! ¡¿Está vivo?! ¡Díganos, por favor! ¿Qué tan grave es? —interrumpió Murdoc, levantándose de su asiento de un salto, y casi sacudiendo a la enfermera por los hombros.
Pequeñas lágrimas alcanzaron a asomar.
Murdoc jamás se había mostrado así de sensible frente a los demás.

La enfermera lo apartó con una mano, sin molestarse en sonreírle para tranquilizarlo. Miró a los otros miembros de la banda, y leyó por un segundo sus informes antes de hablar.

—Tienen suerte. Pudimos reemplazar su corazón exitosamente, y ha quedado como nuevo —explicaba ella, con una sonrisa ligera—. Tomó muchas transfusiones de sangre, una intensa operación, un riesgo incalculable... Pero está vivo. Gracias a Dios, sigue vivo.

—Dios... ¡Ja! ¿Fue acaso tan terrible que tuvieron que atribuirle su salvación a un milagro? —exclamó Murdoc, olvidando su tristeza y volviéndola enojo. La enfermera lo ignoró, de nuevo, y siguió leyendo sus informes en silencio.

—Bueno, ¿y cuándo podremos verlo? —preguntó Russel, con seriedad.

—A decir verdad, en un día o dos —dijo la enfermera, y pudo escuchar cómo Murdoc se reía con rabia, burlándose de los doctores—. Es importante que entiendan que Stuart está muy agotado y débil por la operación, y debe reposar. Así que nada de visitas por el momento. Lo siento.

2Doc Mini Fic : HeatDonde viven las historias. Descúbrelo ahora