Capítulo 5

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Alec me miró, y apartó la mirada en lo que yo tardaba en pestañear, como si algo en mí fuese de su desagrado. Creído.

Sin pedirme ni siquiera permiso, me cogió y me subió a su espalda.

-¿Qué haces, gilipollas? Bájame-Protesté

Él resopló y volvió el cuello para mirarme.

-¿Quieres conservar tu tobillo o prefieres morirte de dolor? Y déjame recordarte que este gilipollas ha decidido vivir. Y ni se te ocurra preguntarme el por qué.

Decidí callarme y dejarlo pasar, pero cuando vi que había decidido subir una escalinata con bastantes escalones, le volví a exigir que me bajase, alegando que le iba a hacer daño en la espalda.

-Mi espalda podrá soportarlo. He cogido cosas mucho más pesadas que tú.

Resoplé y cerré los ojos, intentando ordenar mis pensamientos.

Alguna parte de mí seguía creyendo que nada de eso había pasado, que me despertaría y todavía estaría en la fría cama de la fortaleza.

Que me levantaría de la cama e iría como siempre a cazar.

Y me encontraría con la sonrisa de Will indicándome que me sentase con él a desayunar. Y con Claire preguntándome si había visto las señales que los helechos habían dejado en la taza de agua de esa mañana.

De algún modo, eso parecía totalmente lógico.

Pero luego mi mente volvía a revivir todas las palabras, una por una, tan dolorosas como la primera vez que las pronunció.

Y luego, me ponía a pensar que había salido mal.

La voz de Alec me sacó de mis pensamientos.

-Sé que mi espalda puede ser cómoda, pero pretendo que no te pases encima mía toda tu vida.

Le dirigí una mirada fulminante y me di cuenta que ya no estábamos en la planta baja, sino en un pasillo estrecho y con unas ventanas cuadradas en la parte superior de la pared. Mi pasillo.

Él abrió la puerta y me posó en la cama, extendió mi pierna y empezó a trabajar como si de un médico se tratase. Era fascinante el modo en el que lo hacía, como si toda la habitación se concentrase en él y mi tobillo, como si para él no hubiese nada más que la necesidad de arreglar algo roto. Cuando lo vendó y me informó que en un par de días se arreglaría, mientras que no

hiciese una maratón con tacones, se dispuso a irse.

-Si necesitas algo, sólo llámame.

Asentí y antes de que pudiese salir por la puerta, decidí aprovechar la oportunidad que se me había presentado.

-Ya sé que me has dicho que no lo haga, pero tengo que hacerlo ¿Por qué?

Alec se volvió extrañado.

-¿Cuál es la pregunta, preciosa?

Yo lo miré.

-Tuviste la oportunidad de matarme allí. Cualquier otro hubiese apretado el gatillo. De hecho, yo lo hubiese hecho. Pero tú no. ¿Por qué?

Él me dedicó una sonrisa triste.

-No lo sé. Me pediste que fuese rápido y cuando te escuché, no sé. Sólo que sabía que si apretaba el gatillo, jamás podría vivir en paz otra vez. Hay algo diferente en ti, Lucy. Hay algo que me dice que merece la pena que vivas.

No tenía sentido y a la vez lo tenía, como si fuese una pieza de un puzle que sabes que encaja en algún sitio, pero no dónde.

Me dio la espalda.

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