Giyū miró el reloj en su muñeca para corroborar la hora. Afuera llovía a cántaros y parecía que la lluvia no pararía.
Sentado en el sillón con su pijama azul, miró hacia la puerta de su habitación. Movió la pierna derecha con impaciencia, gesto que demostraba cuán ansioso y nervioso estaba.
No había razón para estarlo. Claro que no explícitamente una razón para que Giyū estuviese a punto de enloquecer. Giyū lo sabe muy bien, pero incluso así no podía evitar imaginar a la persona tras aquella puerta.
En su habitación pulcra y gris, el pequeño adolescente al que le hizo un favor, estaba probándose la lencería que Giyū eligió.
Giyū frotó su nuca con ansias, pasando saliva rigurosamente.
Entonces recordó las bragas negras con un coqueto lazo de satén azul, lo que inevitablemente logró ponerlo inquieto. Estiró las piernas y se paró rígido.
Su visión seguía en la puerta blanca que contenía adentro a la personificación del pecado.
Kamado Tanjiro no debería estar produciendo en él estas emociones tan desesperadas. Aquel muchacho de ojos escarlatas no debería poner a Giyū duro. Podía sentir que sus pantalones iban a romperse por la presión en ellos.
Decidió maldecir a Shinobu por haber dejado al muchacho con él. Ella había dicho con una pobre excusa que Tanjiro lo estaba esperando en el departamento. Shinobu no le dijo nada de esto a Giyū en la cara, más bien, le envió un mensaje.
Cuando Giyū salía de la tienda de Akazan, ya estaba seguro que encontraría solo a Tanjiro en su departamento. Shinobu se llevó a los otros dos a ver una película, acción apresurada para alguien como Giyū que creo fielmente que su amiga de seguro tramó algo en el momento que dejó a Tanjiro a su merced.
En la cabeza de Giyū se estaba iniciando una guerra, que lo hacía ignorar del movimiento de la puerta abriéndose. Giyū tragó grueso cuando dio un vistazo adelante y halló a Tanjiro con el uniforme escolar.
—Lo siento, me demoré mucho.
Tanjiro avanzó lentamente por el corto pasillo y se detuvo tras el sillón que enfrentaba a Giyū. Por su parte, Giyū tenía un severo debate en su mente, uno en el que su parte racional iba perdiendo.
—No importa —dijo volviendo a sentarse en el sillón—. Puedes sentarte, Tanjiro.
Con una pequeña mordida, Giyū se dio cuenta que llamó al muchacho por su nombre con total confianza. Arrugó el entrecejo mientras veía al joven muchacho de cabello rojizo rodear el sillón.
Giyū no pudo evitar dar una mirada furtiva al trasero que en esta ocasión cubría la tela fina del pantalón de su uniforme escolar, imagen que procuró con enorme esfuerzo quitar de su cabeza y poner total atención al rostro sonrojado de Tanjiro.
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Miel Derramada » GiyuuTan
FanfictionTomioka Giyuu siempre pensó que el amor era para los débiles, para personas desesperadas por sentir la miel derramarse en su vida. Pero, já, de tanto burlarse de los enamorados él mismo acabó cayendo en el amor de un muchacho con gustos extraños. [+...