Sexshop [2/3]

7.4K 669 817
                                    

Giyū se sentó en el sillón opuesto del que los invitados estaban sentados

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Giyū se sentó en el sillón opuesto del que los invitados estaban sentados.

Observó en silencio a los jóvenes hablando entre ellos, uno riéndose, el otro llorando, y el último sonriendo suavemente mientras acariciaba con delicadeza su cuello. Parecía avergonzado.

Giyū carraspeó para llamar la atención.

—¿Cómo conocen Doce Lunas de Akaza?

Muzan había dado total libertad a Akaza para que convirtiera la tienda a su gusto. Así que el hombre, dueño explícito del establecimiento, no podía meter las manos en las acciones de Akaza y en las ventas que este hacía. Incluso, para ayudarlo, proporcionaba materiales y artículos muy codiciados por las bandas de pervertidos del momento, que usualmente eran empresarios o yakuzas quienes concurrían seguido la tienda.

Pero, Giyū no entendía cómo estos niños descubrieron el otro propósito de la tienda. Muzan había callado a todos con un soborno de cajas repletas de juguetes y pase libre a Cita con el Demonio —el paraíso para los hombres con fetiches más raros que oler los pies de su amante.

Dicho esto, ¿por qué Kamado Tanjiro se coloreó como doncella viendo a su enamorado caminar por los pasillos de la escuela? Giyū imaginó la vergüenza que el joven debería sentir estos momentos.

—Uh... Bueno, alguien nos dijo por ahí —dijo muy sonrojado.

—¡Lo escuchamos de un profesor! —intervino Inosuke con mucha energía—. Tontaro necesita algo con urgencia y el profesor este le recomendó ir a ese lugar.

—¡Pero ese viejo es un cochino! —expresó con asco aquel muchacho llamado Zenitsu, limpiándose las mejillas húmedas producto de las lágrimas—. Hay que ver, decirle a Tanjiro de ese lugar fue lo peor.

Mientras Inosuke y Zenitsu intercambian información del hecho de cuán depravado y sucio era aquel profesor, Giyū sintió unas inmensas de fumar. La sensación del paquete de cigarros escondidos en el bolsillo de pantalón le produjo ansiedad y martirio.

Shinobu le dio un codazo muy fuerte en las costillas para sacarle de su nube de nicotina. Giyū se aclaró la garganta y miró a los adolescentes con presunto desdén.

—¿Cuántos años tienen?

—Dieciséis —respondió al instante Tanjiro, sacudiendo el pantalón de Inosuke que se llenó de polvo—. Los tres cumpliremos los diecisiete el año que viene.

—¿Y se puede saber por qué un niño de tu edad quiere comprar algo de Doce Lunas?

Giyū de verdad no lo entendía.

¿Quería un dildo? ¿Coleccionar juguetes sexuales? ¿Hacer una investigación de los dildos de demonios barnizados en oro que Akaza con tanto recelo cuidaba?

Giyū evitaba imaginar qué cosa querría este muchacho de ojos escarlata para que con urgencia hubiera recurrido a un profesor de su escuela.

Y hablando de ese profesor, debe ser un maldito bastardo. ¿Tendrá el honor de encontrárselo en su primer día de trabajo? Esperaba que sí, las ansias lo mataban.

Miel Derramada » GiyuuTanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora