Miel Derramada [3/3]

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Giyū nunca se ha puesto a pensar en su ideal de una pareja, por el simple hecho de que pensarlo ya era algo viniendo de él

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Giyū nunca se ha puesto a pensar en su ideal de una pareja, por el simple hecho de que pensarlo ya era algo viniendo de él. Ha sido objeto de regalos y confesiones durante la escuela media, también en algunos trabajos que había hecho antes de dejar su currículum de profesor de gimnasia; pero Giyū no ha querido darle más de una mirada a esas cosas ni a las personas tras de ellas.

Es por eso que, ahora debía reorganizar sus ideas. Teniendo a Tanjiro encima era una buena opción para describir cuál era su tipo o ideal.

—Giyū-san —Tanjiro gimió cuando Giyū tocó su punto dulce.

Tanjiro estaba con la espalda sobre el pecho de Giyū, este apoyado contra el espaldar del sillón. Al igual que Tanjiro, Giyū estaba desnudo, aunque sin embargo solo en la parte superior ya que la inferior únicamente se podía ver su miembro. Tenía las piernas de Tanjiro extendidas mientras jugaba con el interior del chico, sacándole jadeos, gruñidos y hasta ruegos para su acelerara el proceso.

Pero Giyū no podía pasar por el alto el deseo de manipular al más joven con sus dedos, hacerlo rogar por más, escucharle decir seguido de pedir más. Mucho más.

Lo único que cubría las piernas de Tanjiro eran las medias largas y negras, lo cual lo hacía ver muy apetecible. Giyū sopló aire caliente en el lóbulo de la oreja de Tanjiro mientras introducía un tercer dedo, que con facilidad se adaptaba al cálido interior del joven inquieto en sus brazos.

Cuando Giyū tocaba su próstata, Tanjiro se sacudía, hacía un perfecto empeine con los pies y apretaba los dedos con fuerza, y luego respiraba con fuerza y se mordía el labio inferior. Era una imagen que para Giyū valía el peligro de profanar a un menor.

—¿No llegaremos a más? —preguntó Tanjiro, finalmente, mirando a los ojos del mayor. Él tenía los ojos brillantes en lujuria, y eso para Giyū era la gloria misma.

Giyū dejó una serie de chupetones en el cuello de Tanjiro. Este le dio más acceso a él, inclinándolo aún más.

—Dios, sí —Giyū respondió y mordió suavemente la piel del cuello de Tanjiro, que estaba enrojecida por sus besos—. Llegaremos al final.

—Eso me alegra, Giyū-san —suspiró aliviado sin dejar de mirar a Giyū con una expresión dulce y cálida, que difícilmente era apreciada cuando por encima había una mirada de deseo tan intensa que Giyū a veces tendía olvidar que estaba con un niño.

Giyū suspiró con ansias por todo lo que Tanjiro despertaba en él. Nunca creyó que sería alguien posesivo y controlador, y que justo ahora estén saliendo a la luz esa clase de sentimientos no era una buena predicción para Giyū, que siempre se había catalogado como un hombre tranquilo y despreocupado.

Sin embargo, Tanjiro había aparecido de repente y ya estaba sacando en él cosas que seguramente habrían estado mejor ocultas que fuera de la superficie.

Miel Derramada » GiyuuTanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora