Sexshop [3/3]

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¿Alguien ha visto mi vergüenza? Porque la perdí en el camino

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¿Alguien ha visto mi vergüenza? Porque la perdí en el camino.

Giyū se adentró en la tienda luego de haberse escabullido de las habladurías de Akaza sobre la humanidad y su lado más perverso. En su camino por los alrededores, descubrió variedades de artículos que antes no había visto, desde gel de sabores exóticos hasta vibradores en forma bates de béisbol.

El interior de Doce Lunas estaba iluminado por luces de colores tenues que varían entre el color rosa flúor y morado, excepto en los pasillos donde había únicamente luces contorneando los marcos de las puertas. Giyū jamás fue a recorrer aquellos pasillos y mucho menos se metió dentro de alguna puerta. Según Uzui, que se había consagrado como el cliente vip de la tienda, en la puerta con luces rojas ofrecían una clase de espectáculo erótico como el striptease; y en la puerta con destellantes luces daban un show para la gente que le gustaba el voyerismo.

El hecho de que hubieran estado clase de espectáculos hacía más creíble el nivel de dirección que le había dado Akaza a la tienda, y el manejo excepcional ante la inclusión del voyerismo y el striptease. Giyū, aunque realmente carecía de algún sentimiento agradable por Akaza, creía que la administración del lugar quedaba en manos de alguien capacitado.

Pero... aun no entiendo el uso de los dildos de demonio...

Giyū liberó un profundo suspiro y se dirigió a un sector de la tienda donde pensaba que estaría la lencería, pasando el área de cosméticos rápidamente. No quería entretenerse mirando los nuevos aceites y lubricantes, porque si no acabaría gastando gran parte de su dinero haciendo esa compra. Entonces se dijo que por el momento no había razón para comprar nada para él y se concentró en hallar la lencería erótica.

Se detuvo unos instantes para pensar en la razón del por qué Tanjiro quería tener atractivo sexual cuando ya poseía ciegamente una auténtica belleza física.

Giyū recordó aquellos ojos escarlatas refulgentes de pena, que indudablemente le hicieron reflexionar sobre el hecho del San Valentín que con tanto afán odiaba. Si la mirada de Tanjiro fuera la de unas muchachas enamoradas, quizás Giyū aceptaría una pequeña salida con él al parque o rondar por allí.

Pero el chico no tenía ojos de enamorada ni nada, los ojos de Tanjiro únicamente parecieron dos bolas de fuego ansiosas por querer sentirse mejor con su cuerpo. Y Giyū no tuvo problemas en pensar que la inseguridad física de uno mismo te llevaba a hacer cosas que nunca habrías imaginado antes.

Ah, adolescentes.

Reanudó el camino y por fin, llegado al final de tumultos de muñecas inflables, encontró el sector de lencería.

Bien, ¿ahora qué?

Él no sabía nada de lencería y tampoco preguntó la talla de Tanjiro, pero sobre esto último Giyū más o menos sabía cuál talla era por la cintura delgada y estrecha del joven. Lo había observado bien por un asunto de grabarse en su memoria cada recóndito lugar de Tanjiro, con la noción de que posiblemente iba a necesitarlo.

Y me funcionó...

Ahora sabía su talla, aunque probablemente no tuviera ningún conocimiento sobre bragas. ¿Qué color le gustaba a Tanjiro? ¿Le gusta el rosa? Sin embargo, Giyū creyó que el color que más le convenía el chico era el rojo, un rojo pasión que hiciera juego con sus ojos.

Comenzó a observar curiosamente el estante donde colgaban bragas de todo tipo.

Sinceramente, Giyū estaba en blanco, nada de gusto sentía al mirar tangas para mujeres muy femeninas. A Tanjiro le iban más...

Ah, ahí estaba otra vez diciendo cosas como si conociera al chico de toda la vida.

—¿Oya? ¿Has conseguido un amante?

Giyū sólo le dio una mirada de reojo para saber quién era y luego regresó a su tarea. El recién llegado era un hombre de quizás unos años mayor que él, posiblemente veintisiete, que vestía un costoso traje que se oponía al atuendo deportista de Giyū, además de que este hombre parecía un tanto peligroso por cómo su mirada amable flaqueó por un momento volviéndose un poco arrogante.

—¿Quieres algún consejo? —ofreció el hombre con simpleza, y aun sabiendo que el peligro lo rodeaba, Giyū asintió de todos modos—. Bueno, hay una variedad de lencería mejores que éstas.

El hombre comenzó a caminar luego de pedirle con una sonrisa a Giyū que lo siguiera.

—Es para un chico —dijo Giyū como referencia.

—¿Un chico? Ah, entonces necesitarás algo de aquí —Llegaron a la parte trasera de la tarima con las muñecas sexuales, hallando un área que Giyū había pasado por error—. Aquí tienes unas bragas negras con encaje que seguramente le quedaría bien a tu ¿amante?

—No lo es.

—Entonces, compañero sexual. Debes ser de los míos. ¿Acaso tienes un gusto sado y maso?

—¿Qué?

Giyū ya se estaba arrepintiendo de haberle pedido ayuda.

—Dime Doma... Y sigamos —dijo Doma mientras agarraba bragas de distintos colores y formas—. ¿Tu chico quiere quizás tener atractivo sexual?

—¿Por qué?

—Porque alguien también quería comprar bragas para eso —murmuró Doma y se detuvo abruptamente—. Te iba a pedir la talla, pero creo que ya la sé.

Giyū no hizo más que asentir, y siguió a Doma por toda el área de lencería. En el proceso, Giyū iba agarrando bragas que le parecieron lindas y suaves a la vista, imaginando a Tanjiro usándolas. Ya a estas alturas había decidido aceptar un poco ese lado de imaginación creativa que tenía por el chico Kamado.

—He elegido varias de curo, de lana y de seda, el chico seguramente estará extasiado por esto —Doma les quitó a las diez bragas sus perchas y caminó al mostrador—. Akaza, deberías prestar más atención a tus clientes.

Akaza miró tras Doma con una ceja alzada.

—¿Así que bragas, ¿eh?

—Calla y registra la compra —Giyū empezaba a sentir molesto.

El sonriente Akaza asintió y envolvió las cosas en un silencio sepulcral. Por otro lado, Doma observaba a Giyū con una sonrisa amable, pero se podía sentir en sus ojos una cruel mirada.

¿Le hice algo? Giyū pensó que no, así que esperó que Akaza acabara para poder marcharse.

¿Le hice algo? Giyū pensó que no, así que esperó que Akaza acabara para poder marcharse

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Miel Derramada » GiyuuTanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora