Capítulo 10.

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Era lunes. ¿O quizás martes? A pesar de no recordarlo, Sofía estaba completamente segura de que era mediodía. ¿La razón? Desde su pequeño -pero acogedor- comercio podía percibir el ruido que provenía de la plaza principal del pueblo. La gente se solía congregar en aquel lugar a la misma hora todos los días. Parecía que se habían puesto de acuerdo para ocupar a la vez aquella zona, pero nada fuera de lo común. No era ninguna manifestación, era el típico mercadillo de pueblo.

Algunos grupos revolucionarios, mínimo una vez al mes, protagonizaban revueltas populares aprovechando que la plaza se encontraba llena. Los motivos de estas revueltas solían ser, principalmente, en contra del mercado de esclavos, o para mostrar el descontento popular por algún tema en concreto. Como era de esperar, la guardia urbana no era muy benevolente con aquellas personas y Sofía, para evitar al máximo los problemas, se acostumbró a realizar las compras del día antes del amanecer.

Aquel lunes, o lo que fuese, Sofía se sentía ligeramente agobiada. Pasaba las páginas de un viejo libro con ímpetu, dedicando un par de segundos a leer el contenido de cada una de ellas e, insatisfecha, pasaba a la siguiente. Comenzaba a exasperarse al no encontrar la combinación perfecta para la medicina que estaba preparando. Junto a ella, una cacerola contenía numerosas especias que flotaban en el agua que estaba hirviendo. Tendría que estar lista para dentro de un par de horas, y solo tenía hecha la mitad.

«¿Por qué el abuelo debe enfermarse cuando más le necesito?»

Alzó la mirada al cielo mientras maldecía en voz baja. Por unos segundos, se aisló en sus pensamientos y decidió que, si en el libro no venía la información que necesitaba, debería innovar, como de costumbre. A ella le gustaba crear nuevas combinaciones, pero eso no quitaba qu aquello le produjese bastantes quebraderos de cabeza al tener que deducir cuál especia sería la mejor, para lograr el efecto deseado en el paciente.

Recorrió con la mirada el lugar en donde se encontraba mientras tarareaba una canción popular. Lo que más destacaba de entre aquellas cuatro paredes de piedra era la gran cantidad de estantes de madera que había, los cuales se encontraban perfectamente apilados unos junto a otros. El espacio estaba dividido en cinco pasillos que desembocaban en el mostrador, donde ella se encontraba. Cada estante estaba formado por seis repisas que permitían la perfecta organización de todas las especias que contenía, cuya variedad iba en aumento por cada sábado que iba a recoger más al campo.

Sin darse cuenta, pensó en la nueva especia que había encontrado y chasqueó sus dedos, deteniendo súbitamente el tarareo. Claro, que tonta. Aquel catarro podría reducirse considerablemente si utilizaba Camellia sinensis.

Prácticamente corrió hacia el tercer pasillo, haciendo que su largo vestido se elevase con cada paso que daba. Elevó la mirada con orgullo hacia la cesta que contenía aquella deseada especia. Se encontraba en la quinta repisa y dedujo que, si se ponía de puntillas y extendía considerablemente su mano, podría alcanzarla sin necesitad de buscar la escalera de mano. Cuando estuvo en sus manos, observó con auténtica felicidad las especias esparcidas por toda la cesta.

«¿Y si además añado Eucalyptus para aliviar el dolor de garganta?»

Sin mucha dificultad localizó la cesta y repitió la acción anterior para tratar de tomarla, pero fue interrumpida por el sonido de una campanita al moverse, la cual se encontraba sobre la puerta de entrada de la herbolaria. Sofía se dejó guiar por su instinto y miró en dirección a la puerta.

— ¡Buenas tardes! Disculpe, la medicina todavía está en proceso, si me da unos mi...

Desde el primer momento supuso que se trataba de la amable clienta que acudió aquella mañana, minutos después de abrir el comercio. Al igual que la mayoría de los clientes anteriores, le solicitó que preparase la infusión que estaba en proceso en aquel momento, pero la persona que se encontraba tras aquella vieja y ruidosa puerta se trataba nada más y nada menos que de una chica, unos años más joven que ella.

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