Prólogo

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Colombia, 2010

Calle

—Mamá, ya tengo 14 años, tengo la edad suficiente para ir a la fiesta—. argumente contra mi madre que no me quería dejar ir a la fiesta de uno de mis mejores amigos.

—Uy si muy grandecita estas- dijo mamá risueña- Dale, ve al carro antes de que me arrepienta—. señaló hacia la puerta y yo salí corriendo tomando literal las palabras de mi señora madre.

—Gracias—. dije una vez sentada en el asiento- Necesito que hagamos algo antes—. dije cuando el carro comenzo a salir de la propiedad.

—¿Qué quieres hacer antes mi niña?—. preguntó con su voz amorosa.

—Quiero comprar un chocolate—. dije sonriendo.

—¿Para ti?

—No ma, para regalarselo a una niña bonita.

—Ah mira tú.

Me bajé y elegí mi chocolate favorito pero esta vez no era para mí, me parecía tan raro que se me haga tan fácil compartir mi chocolate favorito, pero yo quería mucho a esa niña, tanto que no me importaba quedarme sin comer ese chocolate con almendras.

—¿Compraste tu chocolate favorito para dárselo a alguien más?—. cuestiono mi madre cuando me subí de nuevo al asiento del copiloto —Tú nunca compartes de ese chocolate.

—Hoy voy a compartirlo ma—. dije con inocencia.

—Esto si que es algo nuevo—. rió mi madre—debes querer mucho a tu amiguita.

Eran las cinco de la tarde cuando llegue a la casa de Mario. La casa tenía un sótano, que no era ni parecido a los que aparecen en las pelis de terror, todo lo contrario, parecía un cuarto más de todo el lugar. Además estaba adornado con luces de colores que iluminaban toda la habitación. En una esquina había una gran mesa con diferentes snacks y bebidas, al otro lado un grupo grande de niños y niñas jugando verdad o reto, decidí acercarme a ese grupo luego de ver en cada rincón del sótano que la niña que estaba buscando no estaba. De la niña aún no sabía su nombre, sólo sabía que existía ya que la había visto tomar clases de baile en la academia a la que voy, baila increíble, me encanta mirarla cada vez que lo hace, siento una admiración extraña, habíamos cruzado palabras un par de veces pero nunca ninguna de las dos decidió preguntar el nombre de la otra. Cuando Mario me dijo que iba a hacer esta fiesta le rogue que invité a esa niña, al parecer él y ella se llevaban bastante bien ya que varias veces los vi charlar muy a gusto, cada vez que eso pasaba, me daba envidia que Mario no sea yo, quería que esa niña me hablará a mi también como lo hacía con mi amigo.

No quería jugar verdad o reto, solo me senté en la ronda y avise a todo el mundo que estaba allí, que yo no jugaría, solo me sentaría a ver.
Luego de ver que casi todos cumplieran sus retos y dijeran sus verdades la niña que estaba esperando apareció por la puerta, me puse nerviosa, tenía un regalo para ella pero ahora estaba dudando en dárselo, que tal si no le gustaba, o que tal si desconfiaba de una niña desconocida dándole un chocolate.

Basta de estupideces Daniela Calle.

Me regañó mi cabeza cuando empecé a pensar esas tonterías.
Mario fue a recibirla, al parecer era bastante tímida cuando se trataba de estar con mucha gente al mismo tiempo, lo noté por cómo su cuerpo se movía un poco inseguro acercándose al grupo en el que todos estábamos.

Antes de sentarse en la ronda saludó a todos con un "hola" casi imperceptible, estoy segura que si no la hubiera estado mirando hubiera sido imposible saber qué saludó, ya que supe que dijo hola al leerle los labios.

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