Dorea Black, la mayor de tres hermanos, Sirius y Regulus, sus dos hermanos menores, muy diferentes entre ellos. Su mejor amiga y su prima Narcisa Black, la menor de sus tres primas, Bellatrix Lestrange y Andromeda Tonks, una mortifaga y una traidora...
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Noviembre pasó rápido, de la misma manera que Septiembre.
Sin apenas darse cuenta llegó Diciembre y, con ello, el primer partido de la temporada de Quidditch. Además no era un partido cualquiera, Gryffindor y Slytherin, ese partido que nadie se perdía. La semana siguiente jugaban Ravenclaw y Hufflepuff pero ese partido, aunque tenía mucha expectación, tenía menos.
Dorea llegaba al Gran Comedor, con la bufanda verde esmeralda de Slytherin mal puesta, cuando volvió a chocarse con alguien. Por suerte esa vez no cayó al suelo, habría sido patético.
Vio una túnica roja y supo que tenía que ser de un miembro del equipo de Gryffindor.
Genial, quizás podía echarle una maldición para hacerle tener mala suerte y alegar que le había molestado y provocado. Sobretodo porque ese día estaba de muy mal humor.
—Deberíamos dejar de encontrarnos así.
Levantó la mirada. McKinnon, perfecto, justo lo que le faltaba. Empezaba a preguntarse si es que él lo hacía a propósito, porque últimamente no paraban de encontrarse por todas partes.
—Deberíamos dejar de encontrarnos en general.
—¿Tu crees? — preguntó él, hizo una mueca de confusión.
"Que mono", pensó Dorea. Un momento, ella no había pensado eso... ¿verdad?
No, por supuesto que no. Ese chico era insufrible. Le habían echo compartir mesa con él en Defensa Contra las Artes Oscuras durante todo lo que llevaban de curso para fomentar la amistad entre casas (ese profesor estaba loco), y él (tan amable como siempre) había decidido por su propia cuenta que tenían que hablar entre ellos, así que hablaba todos los días sin parar.
Lo conocía prácticamente de toda la vida, al igual que a la hermana de este, Marlene, su familia había sido algo así como "amiga" de la suya hasta que hacia un par de años, cuando el Señor Tenebroso había aparecido, se declararon traidores a la sangre.
Y lo cierto es que hacía muchos años Dorea había tenido un crush en ese chico. Sin embargo, cuando se declararon traidores de la sangre Dorea hizo lo mismo con ellos que con todos los demás, repetirse una y otra vez que no le caían bien, que eran insoportables, porque era la mejor manera de no sentirse mal cada vez que los mirase. Si nunca iba a poder llevarse bien con ellos prefería no sentirse mal cada vez que los viese.
