5. Los mortífagos.

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Narcissa estaba a punto de dormirse cuando escuchó un ligero pop que la hizo girarse.

Dorea, con el pelo revuelto, la camisa mal puesta y un aspecto pésimo como si estuviese a punto de echarse a llorar, estaba de pie en el centro de su habitación.

No sabía que le pasaba, hacia un par de horas que había estado cenando con ella y parecía estar bien, un poco callada y tensa pero nada más. Nada demasiado lejos de la normalidad.

—¿Estas bien? ¿Pasa algo?  

En respuesta obtuvo un llanto ahogado y lágrimas comenzando a aparecer en el rostro de la morena.

—Eh...

Caminó hasta ella y la abrazó. Dorea comenzó a llorar prácticamente al instante, sujetándose a la camisa de Narcissa.

Un rato después pareció que Dorea se había tranquilizado un poco, o lo suficiente para dejar de llorar. Se sentó al borde de la cama con la mirada perdida. 

Narcissa se acercó lentamente y con cuidado hasta sentarse a su lado. Sabía que los últimos meses Dorea no lo había estado pasando especialmente bien desde la fuga de Sirius y la había visto algo agobiada por ello pero eso era otro nivel.

—¿Qué ocurre? — preguntó — me estas asustando.

Dorea abrió la boca para hablar, para contárselo, pero la volvió a cerrar, no tenía sentido. No quería preocuparla más, no quería meterla en eso, no lo entendería. Y, aunque lo entendiese, si se lo contaba solo la metería en problemas.

—No importa. Es... es una tontería. 

Sintió el sabor de la bilis ascenderte por la garganta al recordar lo que había pasado. La iniciación lo había llamado Bellatrix, ella y Rodolphus habían asegurado que era necesario.

—No parece una tontería.

Cerró los ojos.

Era una Black, los Blacks eran fríos y calculadores, tenía que empezar a pensar como uno y planear con cuidado todos sus próximos movimientos, ella nunca se había dejado llevar por los impulsos y las emociones como Sirius, solo había sido un desliz, uno que no volvería a ocurrir.

—Tranquila, Cissy — dijo todo lo tranquila que pudo — solo... solo me he agobiado. Sola en mi habitación... y... me he puesto a pensar... en... en Sirius y Andy y... me he agobiado.

Ni siquiera el habitual sentimiento de traición que Narcissa solía demostrar cuando hablaban de su hermana hizo que desapareciese la preocupación.

—Es Navidad — siguió Dorea — supongo que solo... les echo de menos.

—Ellos no van a volver — aseguró Narcissa con un tono ligeramente nostálgico.

—Bueno, dicen que la esperanza es lo último que se pierde, ¿no?

Esperanza. Eso era lo último que Dorea tenía en ese momento. Se levantó.

—Yo... debería irme a casa...

—No.

Se giró hacia su prima con el ceño fruncido. 

—No me has mirado a los ojos en todo el rato, ¿qué ocurre? 

Sonrió forzadamente.

—Ya te lo he dicho. Me he agobiado. Solo he echo un mundo de un grano de arena. Estaré bien.

Tragó saliva.

—Mañana, cuando te levantes, vienes aquí, ¿vale? — vio que Dorea estaba a punto de protestar — vienes aquí.

The Black Brothers || Era de los MerodeadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora