5 - Resentimientos

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Jotaro se encontraba sentado en una pequeña banca, en un gran patio de escuela, esperando. Era un niño pequeño y jugueteaba con una canica entre sus pequeñas manitas, mientras veía de un lado a otro, expectante.

—¡Jotaro!

Él volteó inmediatamente, hacia donde se escuchaba la voz de una niña. Jime lo saludaba con una de sus manos, cerca de la entrada de la escuela. Jotaro se acercó corriendo.

—¡Mira! —dijo, mostrándole la canica a Jime, como si fuera un objeto de mucho valor, delicado y precioso—. La gané hoy, ¿verdad que es bonita?

—¡Vaya! Tiene algo adentro, como nubes de colores. ¡Es genial, Jotaro! —contestó ella, percatándose de que su amigo tenía un pequeño golpe en el mentón—. Jotaro...

—Oye, no toques —atajó él, alejándose de la manita de su amiga, que quería tocar la herida.

—¡No seas tonto! ¡Déjame ver! —ordenó ella, dándole un golpe en sus manos para observar el daño—. No me digas, ¿te peleaste por la canica? ¿Otra vez?

—La gané justamente, ¿sí? Y ese chico no quería entregármela... era un trato. ¡Ouch!

Jime había tocado la herida, provocándole dolor a su amigo. Suspiró y lo tomó de una mano, para llevarlo hasta la enfermería.

—Jotaro, es la segunda vez, ¿desde cuándo peleas? —alegó ella, sin soltarlo.

—Es que... si lo dejaba pasar, siempre abusarán de mí... —contestó él, agachando la mirada.

Jime lo observó y después le dirigió una sonrisa.

—Nadie abusará de ti. Eres fuerte, e impones respeto a nuestros amigos, así que ¡tranquilo! Además, me tienes a mí para cuidarte —dijo Jime, tomando ambas manos del chico, que se sonrojó y la soltó, haciendo pucheros.

—Yo... no quiero ir a la enfermería...

—Entonces que tía Holy vea eso y te regañe...

Jotaro pateó una piedrita con furia. Jime tenía razón, así que se dirigieron hasta la enfermería juntos. Se detuvieron frente a esta, observando la puerta.

—No quiero entrar, esas cosas que ponen arden mucho —se quejó Jotaro, tapándose la herida del rostro, que se ponía cada vez más rojiza. Jime sonrió.

—Estaré contigo, Jotaro, no tengas miedo —dijo Jime, tomando la mano de su amigo.

—¿Por qué haces eso tanto? —le preguntó él, observando sus manos unidas.

—Es lo que me calma a mí, mi mami siempre lo hace cuando tengo miedo, y si me ayuda a mí, supongo que a ti también. Como te dije, yo te voy a cuidar, Jotaro.

Se dieron un pequeño apretoncito amistoso y entraron, para que Jotaro fuera curado...

                                                                                                 ***

Jotaro despertó de golpe en su cama; se sentó y se cubrió el rostro con una mano, para luego observar su palma, la misma que Jime le había tomado... ¿en el sueño? O ¿era un recuerdo?

Lo analizó durante un momento: esa era su escuela de pequeño, esa canica estaba seguro de recordarla, era un objeto que le gustaba mucho en esos entonces.

Sí, era un recuerdo. El convivir con Jime provocaba esa reacción, le llegaban pequeñas escenas borrosas sobre su infancia, la mayoría con ella; esos sueños, que se veían como una película antigua que se reproducía lentamente, le daban tiempo a su cerebro de recordar.

Mi Mejor Recuerdo. Jotaro Kujo x LectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora