10 - Un amor creciente

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Regresemos al presente. Podría casi jurar que están ansiosas.

Desde la cocina había mucho ruido, el típico que hacía Holy todas las mañanas al preparar el desayuno, acompañado de canturreos y tarareos.

Jotaro despertó por esto, despacio mientras se quejaba. Pero su madre quedó en segundo plano en un santiamén: primero, recordó de golpe dónde se encontraba, segundo, recordó su sueño y la razón de olvidar a Jime.

Se sentó con cuidado en la cama mientras veía a su lado: Jime aún dormía, respirando lenta y constantemente, cubierta por una sábana.

Jotaro cerró los ojos, mientras tomaba su nariz con dos dedos, recordando la noche anterior.

Había tocado la puerta de ella y lo había invitado a entrar; eso sí, no pasó por alto el nerviosismo en su voz.

Al entrar fue recibido por Jime, sentada en su cama y con esa maldita y provocativa pijama de short de nuevo; su rostro estaba sonrojado, dándole un aspecto adorable y algo cautivador. Tenía el televisor encendido al igual que un pequeño ventilador que la refrescaba.

—Si... si quieres mi ventilador no te lo daré —dijo Jime, haciendo posición de loto.

—Tonta... —respondió Jotaro, tratando de calmarse, mientras se acercaba para sentarse en la cama, junto a ella.

—¿A qué has venido? ¿Puedo ayudarte en algo? —preguntó ella, retorciendo un mechón de su cabello.

Jotaro no respondió enseguida, la verdad no sonaría muy bien en esos precisos momentos, la cual era que no dejaba de pensar en ella, su cuerpo y ese último beso en el jardín.

—Eres una molestia —fue lo único capaz de decir, tratando de apaciguar ciertas ansias, sin mucho éxito.

Jime gruñó:

—¿En serio? ¿Solo viniste a insultarme? ¿Por qué no me sorprende? —Giró sus ojos, prestando atención al programa que se transmitía en la TV.

Jotaro la observó, antes de decir:

—No lo voy a repetir... gracias por el almuerzo en la tarde.

—De nada —respondió Jime sin voltear, pero una sonrisita se dibujó en su rostro—. No iba a dejarte hambriento, alguien de tu tamaño debe comer bastante.

Jotaro contestó con un bufido, recargándose en sus brazos, hacia atrás.

Jime giró su rostro, pensando, estaba a punto de decir algo, pero dudó un momento, suspiró y volvió a ver la televisión. Jotaro sonrió de lado:

—Qué molesta, ¿qué ibas a decir?

Jime dio un brinquito, pero se negaba a verlo a los ojos.

—Nada, Jotaro...

Yare yare —dijo, luego estiró uno de sus brazos para tomar el mentón de Jime y lograr que lo viera—, ¿sigues preocupada?

Jime sintió que su corazón daba un tumbo violento contra su pecho, y una especie de vértigo en el estómago; el sonrojo no tardó en subir.

—¿Yo? ¿De qué estaría preocupada? —respondió, con la voz temblorosa.

—¿Sobre tus tonterías de la formalidad?

—¡Jum! ¡No son tonterías! —alegó Jime, retirando la mano de Jotaro—. Y no, no me importa...

—Parece que sí...

—¡Qué no!... solo... me confundes...

—¿Mmm?

Mi Mejor Recuerdo. Jotaro Kujo x LectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora